1, everest

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Su respiración era cada vez más agitada, sus piernas dolían y en cada paso todo se veía más borroso; a pesar de eso ella seguía tratando de llegar a la cima de la montaña. El Everest era más alto de lo que pensaba cuando lo vio en aquella foto. La cima estaba cerca, la sentía cerca.

De repente el cielo transformó su frío color azul a un rojo que hizo vibrar sus huesos. Un miedo inexplicable la consumió y extendiendo su mano para llegar a la cima, sus piernas doblaron y su cuerpo resbaló a un vacío sin fondo.

-Estoy bien, aún respiro.-El sueño de esa madrugada no la había dejado dormir, de nuevo. Podría decirse que fue todo una pesadilla pero para Sunna sueños tan aterradores suceden diario, que parece una simple rutina más.

Su corazón aceleró al voltear a ver las maletas que había empacado una noche anterior. Se sentía aterrada y la ansiedad ya había acabado con sus uñas antes de haber ido a dormir.

Sunna no quería ir, dos años en Canadá significaban dos años sintiendo más soledad de lo que realmente ya sentía. Dos años donde dormirá en otra cama, y cada noche, le pedirá a su cuerpo el deseo de poder descansar, y que pueda tener el poder de dejar las pastillas para el sueño algún día.

El amor a su madre era inexplicable, su única amiga durante años, y el terror a la independencia se veía reflejado ese día, cuando se asomó a su cuarto y se sentó a lado de ella en la cama. Sunna la tomó del brazo, temblorosa y con los ojos llenos de lágrimas, pretendiendo no llorar, la volteó a ver.

-Estoy asustada.-Le dijo entre risas ocultando la seriedad de sus palabras.

-Sunna, amor, tienes diecisiete años-Acarició su rostro. -Hace seis meses te sentías bastante decidida, esto es lo que querías, ¿no es así?

-Es que...es que tengo miedo de olvidarlo, de perderme.-Separó su mano de la de su madre y perdió su mirada en el suelo sintiendo una presión en el pecho por sus propias palabras.

-Hablamos con la doctora, dijo que estarías bien, recuerda que mientras tomes lo recetado no habría ningún problema y si tenemos esperanza pronto podrás dejarlo.

Estos años el sueño de Sunna ha mejorado, y sus horas de descanso han aumentado, sin embargo el insomnio es algo que ha tenido que cargar toda su vida y todo esto le ha traído consecuencias.

-Aveces no me siento viva, mamá.-Su voz quebró y antes de terminar la oración los brazos de su madre la rodearon con un cálido abrazo, a pesar de todo esto, era inevitable que no sintiera preocupación e incluso culpa por mandarla a otro país, pero su madre sabía que Sunna deseaba ir, sin embargo la batalla constante de su mente la ha llevado a la confusión de sus decisiones; su madre entendía y en el fondo Sunna sabía, y eso era lo único que necesitaba.

-No digas esas cosas hija, todo está mejorando, y vas a ver que pronto verás las cosas más brillantes, mi solecito.-Una sonrisa fue suficiente para que Sunna pudiera tomar un respiro profundo de nuevo y sentirse consolada por las palabras de su madre.

Canadá, el país de los estudiantes; y un pequeño pueblo con una población de unas siete mil personas aproximadamente, sería el inicio de mejores días para Sunna; o al menos eso quería pensar.

-Sí hay bastante gente...-Cortó el silenció la madre de Sunna, a la llegada al aeropuerto.

-Sí...-pasaba las manos por los bolsillos traseros de su pantalón y acomodaba su mochila.

-Hija...creo que ya deberías entrar y quedarte esperando allá. El tiempo se va a ir volando-soltó un chiste su madre para tratar de ocultar la tristeza en su rostro.

-Mal chiste, mamá-rió para después abrazarla fuertemente, al igual que a su abuela que las acompañaba.

Sunna tomó su gran maleta azul, volteó a ver a su abuela y a su madre y con una sonrisa a lo lejos se despidió de ambas.

Para matar el tiempo dentro del área de espera compró un café. Buscando el dinero para pagarlo se percató de una hoja blanca doblada en el último cierre de su mochila que cayó suavemente al piso. Ella tomó su café y se agachó a recoger la pequeña hoja de papel.


"Querida Sunna"

Rápidamente pudo notar que era una carta de su madre, ella no le había avisado pero ahí la había dejado. Después de un sorbo a su café, tomó asiento en espera al vuelo y desdobló la carta completamente.

"Querida Sunna:

Cuando decidí ponerte este nombre, sabría que iluminarías mis días, tal como el sol.

A pesar de esto, sabía que el Sol no siempre me iluminaría solo a mí, debe recorrer todo el mundo dando su brillo a donde sea que vaya, y esa eres tú. Por eso, no tengas miedo hija. Sé que estas aterrada de todos los monstruos que pueden encontrarse en el camino, pero que tu memoria, que tu mente y que tus sueños no sean parte de ellos; porque aunque tus ojos sean negros, tus huesos siempre serán de oro, esos huesos que han escalado cada montaña que ninguna historia ha podido contar. Nunca olvides que aunque tus maletas estén empacadas, nunca dejarás tu hogar.

Te ama, mamá. x"

Sunna alzó la mirada al escuchar su vuelo, su vista borrosa por las lágrimas no la dejaba ver la puerta de salida y la fila de entrega de boletos. Rápido talló sus ojos, tomó sus maletas con cuidado y con la respiración agitada. El camino a la entrada del avión se hacía cada vez más grande para ella, sentía como el mundo la hacia ver más pequeña entre tanta gente.

Pero su corazón volvió a latir a la normalidad al tomar asiento y esperar el despegue del avión. Un mensaje de texto con un corazón, fue la pequeña y última despedida a su mamá antes de que el avión empezara a volar.

[...]

Había bastante frío, incluso dentro del aeropuerto Sunna sentía sus piernas temblar. Pero realmente sus nervios eran más fuertes que el clima de Canadá.

Tenía miedo de no ver a la familia con la que se quedaría en la puerta de salida pero por suerte una mujer alta, de complexión delgada y cabello castaño obscuro y largo captaron su mirada rápidamente, a su lado estaba un pequeño lindo niño con pecas por todo su rostro sentado en una silla de ruedas comiendo una paleta.

—¡Sunna!—Gritó la mujer con un sonrisa que iluminaba sus ojos. Ella se acercó a la persona y con una amplia sonrisa la recibió mientras el pequeño niño las veía dedicadamente.

—¿Cómo estás? Bienvenida a Canadá— Sonrió tocando delicadamente su hombro. —Soy Melissa, y él es mi hijo Aidan, pero mejor vamos al carro antes de que llueva y nos cuesta subir todas las maletas. y platicamos allá, ¿te parece?.

A Sunna le faltaban las palabras en ese momento, ella solo asentaba a todo lo que Melissa decía pero volteaba a ver el azul del cielo y su mente empezaba a viajar en sus pensamientos y en todo lo que pensaba que sucedería en este intercambio.

Al subir al carro, todo se veía tan mágico, nunca imagino que se vería todo tan perfecto, tal y como lo pensó.

Sintió una presión en su pecho al recordar que entraba pronto a clases, el nerviosismo la consumía pero el camino de carretera la hacía sentir mejor.

Sunna se preguntaba que sucedería de ese día en adelante.

the way i spoke. | seokjin fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora