La Fuente de Agua

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La mañana llegó tan rápido que apenas pude dormir algunas horas. A decir verdad, había olvidado que mi teléfono tenía programado el despertador a las 8:00 am para todos los días, por lo que era evidente que el sonido de la alarma iba a ser el principal culpable de irrumpir en mis dulces sueños.

— ¡Mierda! ¡Estúpida alarma! — mi cruda voz empezó a despertar mientras mis manos iban directo a detener aquel irritante sonido.

— ¡Adam, despierta!, debemos ir a la escuela — mis ojos comenzaron a buscarlo entre las sábanas, pero no él no estaba ahí.

Angustiado y un poco desorientado, agarré mi ropa y comencé a vestirme. ¿Dónde diablos estás, Adam?

Esperé en el lugar durante casi una hora con la esperanza de verlo volver, pero no lo hizo. Honestamente había pensado que Adam fue a comprar el desayuno o algo por el estilo. Pero luego me di cuenta que las bolsas de comida que él había comprado para cenar aún estaban tiradas junto a la fuente.

Luego de una larga espera, decidí resignarme y agarrar camino hacia mi casa. Fue entonces cuando mi teléfono sonó, Adam me estaba llamando.

— Te fuiste... — respondí inmediatamente a la llamada.

— Lo siento Oliver, debía estar en casa temprano. Mis padres me habían castigado— oír su voz me hacía sentir tan tranquilo.

— Oh, no te preocupes. Por supuesto que no estoy molesto por haber dormido solo todo la noche — le arrojé una indirecta, pero en realidad no estaba molesto con él.

— ¡Perdón por eso! Solo te llamo para saber si estás bien — dijo aparentemente preocupado

— Hey, te digo que estoy bien. ¡Hablo en serio! Solo me duele un poco la cabeza — traté de calmarlo pues me agobiaba que me siguiera preguntando sobre eso.

— ¡Esta bien, te creo! Bueno, conduce con cuidado a casa— dijo suavemente al teléfono.

— Supongo que te veré en la escuela, entonces. — respondí. Ojalá él pudiera ver la sonrisa que salía de mi rostro.

— Nos vemos — terminó de decir antes de colgar la llamada.

Vaya tipo que es Adam. Dejarme semidesnudo en un edificio abandonado fue lo mejor que se le pudo ocurrir a su diminuta mente, para no romper su castigo. Como sea, mejor me apresuro porque ya casi es hora de ir a la escuela.

Durante el transcurso del día me puse a pensar sobre si debía comertarle algo a mis amigos sobre lo que paso. Me sentía muy feliz que necesitaba compartir toda esta felicidad con alguien, aunque claro, nada me iba a asegurar que ellos también se podrían felices por eso. ¡Maldición, ellos de verdad que odian a Adam!

De cualquier manera, se enterarán cuando nos vean juntos a mi y Adam, así que más vale que lo escuchen de mi boca y no por otras personas.

Al llegar a la escuela, lo primero que hice fue buscar señales de aquel sujeto. Obviamente no lo extraño ni estoy desesperado por verlo, lo único que quiero es llamar su atención.

— ¡Hey, guapo! — escuché decir a una voz detrás mío.

¡Maldición debe ser Adam! Tengo que actuar natural. Recobré mis cabales y me di la vuelta pero.... falsa alarma, era Joe.

— Andabas desaparecido ayer — continuó diciendo el maldito.

— Yo tampoco logré saber nada de ustedes anoche — dije para tratar de voltear el asunto.

— ¡Yo estaba en una cita con el hermoso príncipe de las artes! — interrumpió Sarah de repente mientras se acercaba a nosotros.

— ¿Príncipe? Ese tipo ni siquiera sabe cómo pintar sin salirse de la raja — dijo Joe cortándole la inspiración a Sarah.

El Chico de las Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora