The calm before the storm I

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Ya tocaban las 20 horas y el turno de Horacio ya terminaba, Gustabo se había ido a dormir antes por lo que le había dejado todo el papeleo a nuestro hombre de la cresta. El día había sido una mierda con todas las letras, para comenzar hubo un atraco en esa licorería infernal, había abatido a 3 de los 5 policías que habías asistido y Horacio había recibido un disparo en el hombro, pero nada serio. Luego de estar toda la tarde en el hospital al lado de su compañero Gustabo que no había corrido con la misma suerte que su compañero de vida ya que este había sido parte de los policías abatidos. Las pequeñas voces que cada día se volvían mas fuertes atormentaban en la cabeza de crestas

- Que buen compañero que eres, dejaste que a tu amigo casi lo mataran al igual que a los otros, y te haces llamar héroe, debería de darte vergüenza. No sirves para policía, renuncia

Horacio rápidamente fue fuera de la comisaria para tomar aire, con la esperanza de que se callaran. Sabia que no era verdad, él era un buen amigo y compañero, persiguió a los culpables y los llevó a la justicia en nombre de sus queridos amigos. No había duda que era una buena persona, pero a veces esas voces llegan y tocan donde mas duelen.

Sus piernas de debilitaban cada vez más, no podía sostenerse de pie. El hombro todavía le dolía y pensar que sus compañeros seguían en el hospital mientras él estaba vivo y caminando le dolía aún más. No había forma de parar ese dolor. Se fue caminando lentamente hacia la parte  izquierda de la comisaria, puso su espalda contra la pared y suavemente se deslizó hasta tocar el piso. Puso su cabeza entre sus rodillas y sus manos tras su nuca. Un nudo enrome en su garganta le prohibía hablar. Quería llorar, pero no se lo permitía, ¿Qué clase de imagen daría si se quebrara? Tenia que ser fuerte por sus amigos, por Gustabo.

Escuchó como las sirenas de una patrulla se acercaban, rogaba que nadie lo viera en la oscuridad. La patrulla pasó por delante suyo hasta la entrada secundaria. Soltó un suspiro de relajación al saber que no lo vieron o al menos eso pensó. Una voz dulce, casi angelical hizo que todas esas voces desaparecieran, el nudo en su garganta se desarmó de un tirón, como si de un truco de magia se hablara. Una electrificante energía le recorrió el cuerpo al identificar quien era. Rápidamente se secó las lágrimas y ahí estaba, su príncipe de pelo gris, Volkov.

- ¿Qué pasa Horacio? ¿estas herido?, dijo preocupado, me enteré lo que pasó, felicidades en atrapar a los criminales...y mis condolencias por los heridos.

No sabía que decirle, quería simplemente abrazarlo, pero no tenia las fuerzas. Volkov se agachó lentamente, sentándose al lado, hombro a hombro. Horacio podía sentir el calor en su hombro, como si fuera lava, se derritió en esa pequeña muestra de afecto. Lo abrazó sin esperar respuesta, pero para su sorpresa Volkov lo abrazó y suavemente le dijo en su oído

- No estas solo, siempre puedes contar conmigo.

Eso fue suficiente para detonar la bomba que tenia en su interior. Horacio se refugio en su hombro mientras lloraba a los cuatro vientos. No paraba de repetir las mismas palabras

- Lo siento mucho, tuvo que haber sido yo, lo siento, lo siento, lo siento.

Volkov lo abrazó mas fuerte enterrando sus dedos en la espalda del crestas, siempre lo había visto tan feliz y despreocupado, nunca lo había visto así. Era la única persona que lo había visto así, la única que había podido ver este lado de Horacio, alguien tan especial que le había dejado ver sus debilidades. Un pequeño latido hizo que entrara en pánico, sus mejillas lentamente se tornaron rojas, pero gracias a la oscuridad de la calle no se logró ver. Se levantó rápidamente, se dio la vuelta y antes de dar un paso le dijo

- Horacio, cosas como estas pasan todos los días, no será la primera ni la última, no es tu culpa tampoco, es la mierda que habita en esta ciudad de los cojones. Pero lo importante es levantarse y seguir adelante- se dio vuelta y lo miró a esos ojos rojos y empapados en lágrimas, extendió su mano y le dijo- vamos Horacio, sécate esas lágrimas, ese no es mi héroe, vayamos a capturar a la escoria de esta ciudad para que nadie más tenga que sufrir.

Horacio se secó las lágrimas rápidamente con las mangas de su campera y tomó la mano de su príncipe de pelo gris.

- Tienes razón comisario bombón-ambos se rieron-es hora que capturar a los malos.

Me gustas ¿te gusto? [VOLKACIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora