Prólogo.

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Protegeme de toda esta maldita oscuridad que tiene mi mundo.

El mundo ya no le parece sorprendente. Finn Wolfhard asegura que lo ha visto todo, que se ha decepcionado lo suficiente, que ya no vale la pena esperar algo distinto. Ha perdido la fe en la sociedad y en sus estupideces. Ha perdido todo rastro de felicidad completa, ¿Que no se supone que los famosos son increíblemente felices? No.

No necesita nada más que quedarse en casa, no necesita nada más. Y se siente culpable por ello, porque sus fans ya no le producen la misma felicidad que antes, porque verlas todos los días se ha vuelto rutinario, ya no es el mismo chico de trece años que sonríe de verdad para una fotografía. Tampoco aquel al que le gustaba tanto viajar, y por supuesto, muchísimo menos ese que pensaba en chicas y en un futuro con una.

Sólo se necesita a sí mismo.

O eso es lo que él cree.

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