Un detalle es entre mil maneras, la forma justa de llegar al corazón.
Narra Adrianna:
Camino lentamente por el camino de piedras construido para no arruinar el verde césped que rodea las instalaciones.
Tengo miedo por lo que pueda pasar en los próximos minutos, tengo miedo de saber quién se encontrará detrás de esa máscara. Pero tengo más miedo de no ser correspondida.
Este chico había hecho vibrar a mi corazón de la manera que casi nadie había logrado hacerlo.
Casi…
Mario, a pesar de no mover un músculo de su cuerpo para acercarse a mí, siempre con su mirada y su sonrisa me tenía en sus pies.
Es quien me llena de nervios antes de verlo y quien me lleva a lugares desconocidos e inexplorados cuando pronuncia mi nombre.
Pero en estos momentos la confianza que le tenía a M había desaparecido completamente. Ahora dentro de mí solo se encontraba miedo.
Pero Adrianna ¿Miedo a qué? ¿Miedo a que ese chico te quiera? ¿Qué puedes perder con conocerlo? Ni que te fueras a casar con él.
La luna está hermosa como siempre, siempre tan radiante, tan única.
La pileta de luces está en su máximo esplendor y el aire para mí se siente tenso…
Es que no estoy sola…
Me agarra levemente de la cintura, y me hace voltear lentamente. Él tiene cuidado de no lastimarme, de no ser rudo. Me coge como si fuera de porcelana, si con el más mínimo movimiento me fuera a romper. Me trata con dulzura y delicadeza como si fuera una rosa repleta de espinas.
Mis ojos, sin permiso se cierran. No quiero ver de quien se trata.
Pero eso no hace falta, él responde a mi pregunta tantas veces formulada a través de una pantalla. Despeja mis dudas y con solo escuchar su voz el latido de mi corazón empieza a acelerarse.
Llegó a mis mejillas el tinte de la rosa y mis oídos atentos escucharon sus palabras.
- No temas hermosa, tú sabes que nunca te haría daño.
Esa voz…
- Abre los ojos, quiero que me veas- suelta sus manos de mi cintura y agarra mis manos- vamos linda, necesito que me veas.
Ante su voz caigo rendida y mi mente se desconecta del contexto que nos rodea y obedece sin protestar…
Lo primero que encuentro ante mí son sus ojos de un color indescifrable. Ese color que tantas veces quise definir pero era tan impredecible. Algunas veces diría que es miel, otras verde. Pero ahora estaba más incapacitada que nunca para darle un color.
A pesar que el sujeto llevaba una careta en su rostro ocultando su identidad, yo sabía perfectamente de quién se trataba….