Aquí estoy yo

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Me da risa que nos digan señoras. Me da aún más risa la cara de susto que pones cuando lo hacen.

La primera vez que nos pasó me sorprendí un buen pero ahora creo que ya estoy acostumbrada, ni modo morrita, si parecemos señoras de familia. Ahorita por ejemplo, nos dijo así el señor que nos ayudó a guardar las bolsas en el carrito del súper, desde que nos graduamos ya tenemos esta rutina de pareja que está bien chida. Es como la vida doméstica que no sabía que deseaba tanto hasta que la tuve contigo.

Diario te quedas a dormir en mi depa, hacemos las compras juntas, dividimos los gastos y todo. Mi closet ya no es suficiente para las dos porque tienes una cantidad impresionante de ropa. Lo peor es que diario te quejas de que no tienes nada que ponerte y quieres que haga más cosas para ti. Eres una atascada.

En ese y en muchos otros sentidos, la neta.

Pero no me importa tener que amontonar mis tenis para que quepan tus tacones. Con gusto te doy el closet, el cuarto, el depa entero si quieres.

Aunque aún no es oficial, parece como si viviéramos juntas. Estar así contigo es más bonito de lo que algún vez imaginé. Me gusta dormir con tus brazos alrededor de mi cuerpo, me gusta que seas lo primero que veo al despertar, me gustan tus ojos chinitos en la mañana y nuestro beso de buenos días. Me gusta que intentas hacernos el desayuno aunque no des una, me gustan hasta las cosas más tontas como escuchar música mientras limpiamos la cocina o echar nuestra ropa a la lavadora porque se siente como si fueras más mía. Y yo más tuya.

Y lo que más me gusta es esa confianza que desarrollas con una persona después de pasar tanto tiempo con ella, esa confianza de andar hasta en mis calzones más feos frente a ti, de poder no bañarnos los domingos y quedarnos tiradas en el sofá viendo películas y comiendo cochinadas.

Esa confianza de ser nosotras.

Aunque aún hay algo de ti que no me has contado. Obvio no te voy a presionar pero tengo curiosidad. Me da curiosidad la relación tan seca que tienes con tu papá y lo triste que te pones algunos días. Me da curiosidad que nunca hablas de tu mamá.

Pero soy paciente, nunca te presionaría a nada, mucho menos a contarme cosas que te duelan.

Porque he llegado a la conclusión de que, si no me has hablado de esas cosas, es porque te lastiman.

Hoy en la mañana fue uno de esos días en los que amaneciste triste, ni mis chistes ni mis besos, ni nada de lo que intenté por robarte una sonrisa funcionaron. Y por más que me insististe en quedarte en la casa mientras yo hacía las compras, te agarré del brazo y te llevé conmigo.

No te iba a dejar ahí solita tirada en la cama pensando en quién sabe qué cosas. Así que fuimos a hacer las compras y al menos la carcajada que solté con tu cara de espanto te hizo reír poquito.

Y ya con eso puedo estar más tranquila. Aquí estoy yo para hacerte reír una y otra vez hasta que esa tristeza que nubla el cielo de tus ojitos se vaya.

"¿Por qué piensan que somos señoras?" Me preguntas cuando subimos al coche. "Ni siquiera tenemos anillos."

"¿Quieres cambiar eso?" Te pregunto seriamente y veo en tu cara la mezcla de nervios, miedo y tal vez... ¿anhelo? Eso también me da curiosidad, que a veces pareciera que le tienes miedo al compromiso. Y no es como que me urja pues pero a veces quisiera saber a qué le tienes miedo. Y por qué hay veces en las que me alejas, siento que podemos estar muy bien y de repente es como si te cayera el veinte de que esto es muy fuerte y te dan ganas de huir.

Me volteas los ojos y sonríes pero no dices nada. Estiras el brazo para subir el volumen de la música y te pones a cantar y bailar el resto del camino.

OursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora