Lover

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"Ay, mija, ya deberías de quitar las luces de Navidad, ya casi es febrero." Dice Lupe entrando a nuestro departamento. Hace dos días llegó de visita a la ciudad y está quedándose en un hotel cerca de nuestro departamento.

"Apenas es quince, má. Aún falta muchísimo para febrero." Le respondo.

Ya sé que lo normal es quitar las decoraciones en cuanto pasan las fechas navideñas y, sí hemos pensado en ya quitar todo este relajo pero... la neta es que tú amas las luces de Navidad...

Ok, pues, yo también amo las luces de Navidad.  

Y podemos dejarlas todo el mes, todo el año si queremos. Es nuestro depa, nuestro nidito y nosotras ponemos las reglas aquí.

Lupe camina hacia la sala y comienza a acomodar los cojines del sillón y a doblar las cobijas que tenemos encima para cuando hace frío y estamos viendo películas. Eso me hace pensar en lo mucho que me gusta acurrucarme contigo en este sillón.

También me gusta hacer otras cosas contigo en este sillón pero no debería de pensar en eso con mi mamá a un metro de mí.

"Chamacas tan desordenadas." Dice interrumpiendo mis pensamientos.

"Ya estuvo bueno, Lupe. ¿Vienes a visitarme o a regañarme?" Le pregunto.

Suspira y me lanza una mirada de esas que, por más grande que sea, siempre me generan un mini pánico. Esas miradas que solo las mamás te echan y que no necesitan decir nada para que sepas que "calladita te ves más bonita".

Decido no decirle nada y dejarla que siga acomodando las cosas mientras voy a la cocina por algo de tomar.

"Gracias, Juli." Me dice cuando le entrego un vaso con agua.

Me siento en el sillón y la observo por unos segundos antes de llamar su atención y señalarle con la mano el asiento libre. "Ven, má. Necesito contarte algo."

Me observa curiosa, siento como si me estuviera estudiando. "¿Qué?" Le pregunto.

"¿Ya le dijiste?"

La miro confundida. "¿De qué me estás hablando, Lupe?"

"De Valentina, ¿de qué más?" Voltea los ojos y se sienta en el sillón junto a mí. "¿Ya le preguntaste?"

"¿Qué cosa?"

"Le vas a pedir que se case contigo." Dice segura.

Desde que estaba bien morrita, la Lupe siempre me decía que las mamás tenían el súper poder de leer los pensamientos de sus hijos y por mucho tiempo le creí hasta que me di  cuenta que solo lo decía para que no le dijera mentiras. Pero, escuchando lo que acaba de decir,  tal vez sí tiene ese poder.

"¿Cómo lo sabes?" Le pregunto.

"Una madre siempre sabe." Se encoge  de hombros.

Volteo los ojos. "Ya, no te hagas la interesante, Lupe. Necesito que actúes como una mamá normal y me des ánimos."

Sonríe y se lleva una mano a la boca. "Entonces si es eso."

Volteo los ojos nuevamente. "¡Si, má!" Exclamo. "Pero estoy nerviosa, no sé qué hacer."

"¿A ver el anillo?"

Me levanto del sillón y camino en dirección al cuarto que usamos de oficina. Escondido entre rollos y rollos de tela y cajas de hilos, está una cajita de color blanco que me ilusiona más que nada en el mundo.

Lupe observa el anillo en silencio. Sus ojos se ponen llorosos mientras sonríe y me doy cuenta que esta conmovida. Ella, mejor que nadie, sabe lo feliz que soy desde que estás en mi vida. Sabe lo mucho que te amo, lo importante que eres para mí, lo bien que me siento contigo.

OursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora