Aquella mañana helaba, las temperaturas habían bajado en el último mes, la nieve por supuesto estaba a la vuelta de la esquina. Tokio es una ciudad magnifica, admirable, llena de historia, cultura y valor, las luces de aquella ciudad comenzaban a encenderse, siete de la mañana un lunes, todo el mundo comienza el día ajetreado.
En un alto edificio situado en el centro, en el doceavo piso, la familia Tsukunami Yuki no era excepción a la regla.
-¡Tamahome, Hikari, el desayuno esta servido! Daros prisa por favor o llegareis tarde – Miaka terminó de colocar los platos encima de la mesa, se dirigió a la nevera y saco un gran pastel de chocolate, colocó el número 15 y sonrió nostálgicamente. Hikari se hacía mayor y eso la llenaba de felicidad, aunque también de nostalgia. El tiempo pasaba demasiado de prisa.
Un joven alto para su edad, de cabellos castaños como los de su madre, y de ojos violetas, entro a la cocina arrastrando las pantuflas.
-Mamá no tengo hambre, me pondré el uniforme y comeré algo en la cafetería de la…-cuando sus ojos vieron el gigante pastel de chocolate cambió de opinión. Casi corriendo se acercó a su madre y la alzo en peso, era bastante fuerte mucho más que cualquier otro chico de su edad.
-Gracias mami, te quiero un montón ¡Eres la mejor!
-Hey ¿Qué jaleo es este? ¿Qué sucede aquí?- Tamahome entró a la cocina y tras comprender de que iba todo se acercó a su familia. –Felicidades hijo, eres prácticamente un hombre.- Los abrazo a ambos fuertemente y luego de un anaquel del salón saco un objeto ovalado envuelto en papel de regalo.-Vamos ábrelo, te lo mereces.
Hikari tomo el regalo y al desenvolverlo sus ojos parecían salirse de orbita, levanto la vista y agradeció con un inmensa sonrisa a sus padres.
-Papa, mama ¿Puedo encenderlo? ¡Vamos! ¡Quiero probarlo ya!- puso el proyector en la mesa y al encenderlo cientos de estrellas y constelaciones se dibujaron en el techo, en las paredes y en el suelo.- ¡Esto es el paraíso! Qué bonito, gracias, gracias, gracias. ¡Me servirá de mucho!-Tamahome y Miaka lo miraban satisfechos, Hikari era un milagro y su amor por él era inmenso.
-Miaka, no pudimos haber escogido mejor el nombre ¿Eh?- Tamahome deposito un beso en sus labios.
-Está bien, está todo muy bien, pero ¡¿El desayuno?! Vamos a llegar todos tarde- Dijo Miaka luego de volver al mundo real. Fin de la celebración todos se sentaron a comer tan rápido como les fue posible. Hikari salió primero de casa, emocionado ante la idea de cumplir ya 15 años. Caminó felizmente, de hecho casi corriendo entre la multitud. Tenía tantas ganas de llegar a la escuela y encontrarse con Yukito, tenía que enseñarle el proyector que su padre le había regalado. Yukito amaba la astrología casi tanto como él, por eso desde pequeños se habían entendido tan bien.
Con la respiración agitada se apresuró a subir las escaleras que llevaban hasta su aula, con el corazón en la mano. ¡Bingo! Como siempre, Yukito primero que todos, sentado encima de la mesa mirando a la ventana.
-¡Yukito no te lo vas a creer!-Enseguida el muchacho dirigió su mirada a Hikari, tenía algo en su regazo.
-¡Cumpleañero! ¡Felicidades!- palmeo su espalda.- ¿Qué no voy a poder creerme? ¡Escúpelo! Te advierto, eso sí, si es un regalo lo va a tener difícil para superar al mío.- Hikari dudo por un momento, pero luego coloco el proyector encima del pupitre.
-Pues difícil lo tiene para competir contra esta belleza ¿Ves? ¡Todas las constelaciones! Mi padre se lo ha currado demasiado bien eligiendo el regalo, con lo tacaño que es…¡Es de admirarse vamos!- Los ojos de Hikari seguían mirando fascinados aquel espectáculo, Yukito por su parte estaba igual.