La noche comenzaba a caer, poco a poco miles de estrellas, incontables comenzaron a aparecer en un oscuro cielo. No había contaminación lumínica y aquello era algo que Hikari amaba. Los 4 se dirigían a paso acelerado hacía un pequeño pueblo cerca de la capital llamado Nakoi, el lugar era famoso por poseer los arboles de cerezos más hermosos de Konan, había algo aún más particular, durante todo el año, durante las cuatro estaciones...nunca paraban de florecer. Aquel era el pueblo natal de Nuriko. El espejo había mostrado a Hikari la palabra 'Sakura', por lo que su primera opción fue aquella.
-Espero que podamos conseguir alojamiento.-resoplo entre dientes Tasuki.
-No cambias Tasuki, siempre tan brusco.-soltó Chichiri
-Este pueblo me trae muchos recuerdos ¿Sabes? ¿Recuerdas cuándo vinimos a recuperar la gema de Nuriko? No me puedo creer que tanto tiempo haya pasado ya.-La nostalgia se podía palpar en la voz del ojinaranja
-Yo también les echo de menos Tasuki...a todos. Pero supongo que ese es el destino de la sacerdotisa y sus estrellas.-una mirada llena de tristeza azoto a Chichiri, luego sonrió tratando de sacudirse todos los recuerdos.-Pero bueno, no es tiempo de insistir en sentimentalismos. ¿Qué hay de ti Hikari? ¿Cómo trata ese nuevo mundo a tu padre?.-El muchacho se enderezó.
-B...Bi-en. Papa y mamá son muy felices, siempre están demostrándolo, aun cuándo resulta incómodo, siempre he creído que es una suerte...la mayoría de los padres de mis amigos están divorciados. Mamá es muy glotona, y cocina bastante bien, aunque ya saben...mi padre, quien por cierto hace magia para ganar y ahorrar dinero, asegura que no siempre fue así.-Una sonrisa de anhelo cruzó por su rostro, y Chichiri asintió contento.
-Un verdadero, milagro ziiip, eso era lo que quería oír, ziiiip.-Al culminar la conversación ya habían llegado a un largo camino empedrado que señalaba la entrada del poblado. Muchas casas ya se podían avistar, las luces, los mercaderes cerrando sus negocios y alguna pareja de tortolos sonrientes se dejaban pasear por el lugar. No tardaron demasiado en encontrar una posada decente. Todos estaban agotados, cenaron (Aunque Hikari repitió dos veces y regateo el precio de la cena con el anfitrión) finalmente, cayeron rendidos en sus aposentos.
Un alto y apuesto jovencito de 17 años se encontraba ayudando a su padre, un campesino de la zona, a recoger todas las cajas de hortalizas que habían llevado aquella mañana al mercado. Apenas tenía una musculatura definida y su piel estaba azotada por trabajar de sol a sol durante todo el año. A pesar de eso su rostro era tan bello como el de una mujer. Tenía un sedoso cabello morado sujetado en una trenza. Sus ojos azulados advirtieron la presencia de su hermana pequeña.
-Ka-ren, entra a casa por favor está anocheciendo y los mosquitos comenzaran a devorarte.-la pequeña niña avanzó decidida.
-¡No, Hermanito! Yo te espero.- Y así lo hizo, se sentó cerca de las escaleras que estaban cerca de su casa. Era una preciosidad.
El sudor recorría la frente de Hikari, su corazón latía demasiado deprisa, sus parpados se contraían fuertemente, sentía su cuerpo muy pesado. Deseaba con toda su vida poder despertar y fue una voz demasiado familiar quien le concedió ese deseo.
-¡Hikari¡ ¡Despierta vamos! ¡No tengo mucho tiempo!-Era la voz de Yukito, sobresaltado abrió los ojos de par en par y pudo distinguir el rostro de su amigo mirándole en la oscuridad.
-¡¿Yu- Yukito?! ¡Qué rayos!- El corazón le latía aún con más fuerza. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Eso no importa realmente...vamos encontré una puerta abierta entre esta dimensión y la otra, se halla en el bosque, tienes que venir conmigo antes de que se cierre. Tus padres están ayudando a mantenerlo abierto.-El muchacho rápidamente tomo su uniforme del colegio y sus escasas pertenencias. No pensó tan siquiera por un momento avisar a nadie. Decidido siguió a Yukito a ciegas. Grave error.