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Kwon Ji Yong

Así  es como fue. Así es como ella se marchó. Así es como reaccioné. Así se lo dijimos a Mino. Así tomé la única decisión que podía tomar. Cumplí dieciocho años y obtuve un hijo. Unos días después Seungri, Chaerin y yo nos graduamos en el instituto.

Tanto los padres de Chaerin como los Choi fueron informados de lo sucedido. Les reunimos para decírselo de modo que no tuviéramos que repetirlo, y me sentí orgulloso de mis amigos cuando se mantuvieron unidos conmigo ante las protestas de sus padres. Finalmente logramos que estuvieran de acuerdo en dejarme cuidar de Mino sin que intentaran localizar a nuestra madre, llamaran a la policía ni nada parecido.

Por supuesto, esto solo se consiguió a condición de que aceptara su ayuda y les pidiera cualquier cosa que necesitara para Mino o para mí. TOP, Seungri y Chaerin me propinaron puntapiés por debajo de la mesa al verme vacilar, y dije que sí. Sabía que sus padres actuaban muy a su pesar, pero creo que estaban enterados de mi amenaza de tomar a Mino y marcharme si hacían algo, de modo que no hicieron nada.

Tal como mi madre me había prometido, el poder legal llegó dos días después de mi cumpleaños; me lo trajo la amiga de mi madre, Denise. Y, también como había prometido, ya estaba firmado por el notario. Lo único que tuve que hacer fue estampar mi firma en la línea de abajo. Me quedé mirando aquel papel durante lo que parecieron horas, trazando la firma de mi madre con el dedo una y otra vez. Me sentía como si entregara mi vida, accediendo a algo que no era justo para ninguno de los afectados. Pero, en el fondo, ¿qué otra cosa podía hacer?

Firmé el poder legal y Seungri y Chaerin trataron de darle mucha importancia, diciendo que aquello merecía una celebración. Negué con la cabeza y salí al balcón de nuestro piso; me quedé mirando al aparcamiento. Al cabo de un momento TOP llegó y se puso a mi lado, sin hablar pero dándome un golpecito en el hombro de vez en cuando para hacerme saber que aún estaba allí. Era lo único que necesitaba.

Resultó que los 137 dólares que había en el sobre con la maldita carta era todo lo que nuestra madre nos había dejado. Yo tenía en aquella cuenta más de tres mil ahorrados trabajando, unos ahorros para cuando tuviera que ir a la facultad. Fue la última bofetada en la cara que me propinó mi madre. Pero, con gran disgusto por mi parte, Seungri, Chaerin o TOP habían obtenido mis datos bancarios, y de alguna manera aquella cantidad había sido restituida como por arte de magia en mi cuenta. Supe que era uno de sus padres quien la había ingresado, y protesté enseguida. Me dijeron que me callara y que recordara que había prometido dejarles ayudar. No les dije nada más salvo unas humildes palabras de agradecimiento, y acto seguido me puse a trabajar y pedí hacer turnos extra. Juré que no volvería a ponerles en una situación semejante.

HĘŘMÄNاDonde viven las historias. Descúbrelo ahora