Trece

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La tarde y el reloj transcurren con una monotonía agobiante, el viento caluroso susurrando por mi ventana, haciendo que las cortinas bailoteen sin parar, un mal augurio… es martes trece, no acostumbro ser supersticioso pero esta mañana el pequeño espejo que pendía de un minúsculo clavo en el baño se cayó, se rompió y vi mi reflejo en él, lo más desconcertante fue un ruido muy fuerte en mi patio, para mí sorpresa era un estúpido gato negro hurgando entre la basura, sería irónico que llegasen los de recolección, viesen su reflejo en los restos de espejo y al mismo tiempo el lindo gatito les pasará entre sus pies. En fin, el reloj con su traqueteo constante comenzaba a desesperarme ya que hacía quince minutos que ella debía estar aquí y no aparecía, me comenzaba a poner tenso. Tomé el celular de mi bolsillo derecho del pantalón y le hice una llamada.
—Si… hola —respondió con voz desconcertada.
—Hace quince minutos que te estoy esperando y aún no llegas, estoy preocupado, ¿Está todo bien? —sentí un gran alivio al escuchar su voz casi taciturna.
—Si, estoy bien, y mira lamento no llegar aún, mi madre ha discutido con mi padre y me he quedado a consolarla, en verdad lo lamento mucho.
—Oh… no, no te preocupes, podemos dejar la película para otro día, aparte es martes trece, y no hay que salir —dije denotando una risa sardónica.
—Tranquilo, verás que te lo voy a compensar —me habló esta vez más animada y riendo de mi chiste malo.
—Te dejo pues cariño para que estés con tu madre.
—Está bien, te veo después —la tranquilidad en su voz me daba tranquilidad a mí, suspiré y colgué la llamada.
El sol comenzaba a perecer entre las nubes más lejanas, dejando un halo naranja, que me daba cierto aire de desconfianza, estaba nervioso tal vez por lo sucedido en la mañana, hice caso omiso, comencé con mis lecturas diarias para después tomar un baño y dormir.
Ahora el canto de la maquinaria del reloj sonaba más modesto, dirigí la mirada hacía donde se encontraba, las manecillas yacian estáticas, excepto la que marcaba los segundos, se encontraba entre el minutero marcando las doce horas, trece minutos y un intermitente segundeo entre doce y trece.
—Esto es una mierda —vociferé mientras tomaba el reloj para cambiarle las pilas, lo acomodé en su lugar, le acomodé las manecillas y de nuevo el vaivén de los segundos volvió a la normalidad, una normalidad ilusoria en cierto modo.
Una notificación me sacó de mi trance, saqué mi celular y era un mensaje de texto, no aparecía el número de teléfono ni siquiera que era privado, solo un largo espacio en blanco como remitente y un número trece como mensaje, trate de tranquilizarme, ignoré el mensaje aunque tenía los bellos de punta, me cepille los dientes sin tener espejo y me acosté, un buen sueño sería muy reparador.

Luna y treceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora