Capítulo 2

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25 de enero de 2017

Toda la familia estaba reunida alrededor de la gran mesa de comedor, con la matriarca a la cabeza de esta. El silencio era apabullante y la tensión podía cortar se con el cuchillo para postres.

Finalmente, a mitad del plato fuerte, Yamilla —hija menor de Doña Esther— decidió acabar con el teatro: —Entonces, mamá, ¿para qué nos hiciste llamar a todos?

Todas las miradas se fijaron inmediatamente en la matriarca. Desde el más chico de todos hasta el más viejo sentía una inmensa curiosidad. Después de todo, era bien sabido entre ellos que no existía una relación familiar como tal para los Sosa. Esther, por su parte, continuó comiendo con tranquilidad. Masticó lentamente, sabiendo que su familia no se caracterizaba precisamente por su paciencia. Solo cuando terminó su plato fue que contestó.

—He decidido quién será mi sucesor —habló con voz suave pero imponente, mirando a todos y cada uno de los presentes a los ojos. Dejó que el silencio volviera, teniendo la certeza de que enloquecerían debido a la espera.

La verdad era que Esther no había tenido que pensar lo mucho. La familia Sosa estaba conformada por veintitrés personas. Incluyendo a Esther y todos sus miembros fallecidos, solo nueve eran totalmente salvables: cinco niños, tres jóvenes y una adulta joven. Era esta última en quien Esther más confiaba y en quien ponía todas sus esperanzas con respecto al futuro de su empresa.

—Ariana comenzará a partir del lunes su entrenamiento —dictaminó.

Y el pandemónium estalló.

Gritos, quejas y reclamos se escuchaban por doquier. Sin embargo, Esther solo prestaba atención a Ariana, quien estaba siendo rodeada por los más pequeños en su afán de felicitarla y, a su vez, estaba totalmente estupefacta.

—¡Felicidades, Ariana, querida! —un suave ronroneo de acento francés, en una mucho más suave voz, se hizo escuchar por sobre todo el alboroto. Quien habló era Kataline Allure, francesa de nacimiento y miembro por matrimonio de la familia Sosa. Kataline era quizás una a las que acudiría por ayuda si Ariana llegaba a fallar; la chica tenía no solo una buena educación, sino que, además, un agudo ingenio y una inteligencia sin igual. Su belleza era también un bono: con su sedoso cabello negro y lleno de ondas perfectas que llegaban hasta el inicio de sus caderas, sus preciosos ojos grises que te hacían creer que mirabas la galaxia y su curvilíneo cuerpo que ni aun con el parto había cambiado. Todo ese conjunto, belleza y personalidad, la convertían en una de las mujeres más formidables que hubiera visto jamás. Esto solo se acentuaba —o lo contrario, depende del punto de vista— cuando se sabía que tenía veintitrés años.

Si tan solo Ariana fuera la mitad de formidable de lo que Kataline era...

Pensándolo bien, ahora... ¿Por qué no?

—Y Kataline será parte de eso a tiempo parcial. Después de todo, Margueritte necesitará a su madre —y la segunda bomba se soltó. Mientras, Ariana seguía sin salir del shock.

—¿Y por qué, abuela, deben ser la bruja francesa y la ñoña de las flores? —preguntó Bethany Contreras, nieta de Esther por su hija mayor y la loca de la familia. ¡Ella era la mayor, merecía ser la heredera!

Esto hizo reaccionar a Ariana. Fulminó a Bethany con la mirada; sin embargo, detrás de la furia se hallaba bastante curiosidad.

—No sabes ni cuidar de ti misma, ni hablar de tus hijos, ¿y quieres que te dé la dirección de mi empresa? —La incredulidad de Esther podría sentirse a millas, su ceja izquierda levantada en un perfecto arco, dejando en evidencia lo muy estúpido que encontró lo dicho por su nieta mayor. No podía creer el descaro de Bethany. ¡Ja, como si ella fuera a darle el trabajo de toda su vida y la de su esposo a una borracha y drogadicta desequilibrada!

ARIANA, LA DE LAS FLORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora