Capítulo 3

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—Me puedes explicar, cariño, ¿qué es eso de que eres la sucesora de tu abuela y yo no lo sabía?

Ariana contuvo, muy a duras penas, una mueca al oír la pregunta de Cristián. Sabía, desde el momento en que su abuela le había prohibido contarle a Cristián sobre su nombramiento, que este sería otro problema más sumado a la larga lista de baches en su relación.

A veces pensaba en porqué se molestaba tanto. El pasado año comenzó a sacar a flote una faceta de Cristián que no estaba segura de querer conocer o entender.

Debido a su entrenamiento y sus estudios, su tiempo juntos se había visto reducido cada vez más. Y aunque ni su amor ni su deseo por él habían flaqueado, comenzaba a pensar que el de Cristián sí. O, por el contrario, no flaqueaba, pero sí mantenía dudas sobre el suyo. Fuera cual fuera la opción correcta, era descorazonadora. Realmente, Ariana no podía creer que casi cuatro años de relación se estuvieran yendo al caño así porque sí. Era por eso por lo que, cuando los problemas llegaban, principalmente porque Cristián los sacaba del sombrero, ella solo callaba y lo dejaba despotricar. Muchas veces le había pedido algo de tiempo separados, pero Cristián siempre le decía que, si se separaban, era para siempre y que no volvería. Y por el miedo a perderlo, por lo importante que él era para ella, se tragaba el malestar y la impotencia y seguía adelante.

—Pues... —titubeó, pero luego se enderezó pensando que no debería dejarse intimidar por nada ni nadie, y continuó—: Eso. En realidad, soy la tercera en la línea de sucesión, pero soy la más apta según la abuela Esther. Sinceramente, no sé de dónde sacó eso.

Su voz fue como una caricia de seda, pero con bastan te fuerza y autoridad y sin ningún tinte de inseguridad; tal como le habían enseñado. Se dio unas palmaditas mentales; Kataline estaría orgullosa.

Un año le daría a su relación un año de margen para mejorar. Pondría a trabajar todas sus recientemente adquiridas habilidades con la fuerza de un huracán. Pero si todo en vez de mejorar, empeoraba; ella lo terminaría. Sinceramente, su novio se volvía cada vez más tóxico.

Cristián levantó una ceja. Su juguete se estaba volviendo un Woody y eso no lo iba a permitir. Era hora de sacar la artillería pesada.

—¿Y por qué no me habías dicho nada, amor? —preguntó en su mejor tono meloso.

—La abuela me prohibió decirte, Cristian: lo siento. Quería contarte, pero ya sabes, la abuela puede ser muy vengativa cuando quiere.

—¿Y hace cuánto lo sabes? —siguió indagando, in tentando enmascarar la rabia que ardía en su ser por ser dejado de lado.

—Bueno, Kataline y yo estuvimos en entrenamiento por el último año —respondió Ariana, la sospecha creciendo en ella. Respiró hondo. No, no debía dudar así de su novio. Él era la única persona que realmente la quería.

—Ah, ahora todo tiene sentido. Me dedicaste tan poco tiempo para preparar el ritual de momificación de tu abuela.

Ariana rio aliviada. El sentido del humor de su novio era peculiar, pero eso quería decir que había dejado pasar el tema.

Ariana rezaba para que, con suerte, su relación se salvara.

*

Todo lo que Ariana pudo soportar con su prehistórica asistente fue un mes.

La mujer se creía superior solo por haber trabajado con su difunto abuelo y su retirada abuela.

En realidad, nunca había evolucionado más allá de hacer los recados, organizar agendas y atender llamadas. Ah, pero allí iba doña Olivia y creía que con eso sabía cómo mantener a flote una compañía. Y no solo eso, además también se creía con derecho a sermonearla como si fuera su madre.

ARIANA, LA DE LAS FLORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora