Capítulo 1: "Pasajero"

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Su cuerpo es solo memoria
Es eso que hay que sentir
Con paciencia infinita
Andando las calles ajenas
De hombres que al fin le dan pena
Campanas en la noche
Ruidos de melancolía de esperar
¿Qué esperar?

Los tipitos, campanas en la noche.







Se sentía enfermo, más de lo que ya estaba. La habitación y el encierro lo enfermaban. Observar todo el tiempo las mismas cuatro paredes blancas del cuarto le causaban una sensación de malestar indescriptible. Sus ojos pasearon por alrededor en busca de algo nuevo. Tenía la ínfima esperanza de que algo interesante se presentara ante él. Era siempre lo mismo;
monótono y simple. Así se sentía desde los últimos dos meses, que era el tiempo llevaba internado en el hospital. Agradecía estar en una sala común, y no en terapia intensiva, donde había estado la primera semana luego de que su corazón fallara miserablemente. Para su suerte se recuperó enseguida.


Todos los días le realizaban controles para que su cuerpo continuara funcionando como era debido. Pensaba que soportar eso era mucho mejor que estar en terapia; el aura de ese lugar era espeluznante. Lo enturbia.


Una fuerte y algo exagerada exhalación escapó de sus labios. Dejó su cómic a un costado, de todos modos no estaba prestándole atención. Se estiró para tomar su celular y revisar la hora; ocho menos cuarto. Faltaba poco para que las camareras comenzaran a servir la cena a cada una de las habitaciones. Él se encontraba en el segundo piso del hospital, por lo que supuso que comería cerca de las ocho treinta.


Ese día era jueves, lo que lo ponía feliz porque servían su comida favorita: Chow Mien, que consistía en fideos fritos acompañados de pollo y verduras salteadas. Yangyang consideraba eso un pequeño privilegio que podían darse quienes se encontraban en ese hospital—Él creía que debían tener más, por lo costoso que era— Pero no lo pensaba demasiado. Un pequeño gusto siempre viene muy bien y sube el ánimo, cosa que los pacientes en su situación necesitaban bastante.


Se contentó con eso. Por suerte era una persona sumamente positiva, y muy relajada. Pocas cosas podían desencajarlo de su buen estado de ánimo.


Antes de ser ingresado en el hospital, cuando recién comenzaban los síntomas de que algo en su sistema no funcionaba correctamente, estaba todo el día bromeando y riendo. A su alrededor siempre había alegría. Yangyang desprendía una energía tan hermosa y llena de vida, que era contagiosa a quienes estaban a su lado—O al menos eso decían sus padres y su hermano mayor—Pero le gustaba creer en esas palabras eran verdaderas. Sus amigos cuando se juntaban, le mencionaron en más de una ocasión que les generaba un agradable dolor en sus mejillas por no poder dejar de reír. Era divertido sin esfuerzo, solamente siendo él mismo.


Decayó un poco luego de su primer infarto. Recuerda que llegó agotado a su casa, tanto mental como físicamente. Su mentor de rap era un tipo agradable, pero a veces lo presionaba bastante. Ese día le costaba controlar su respiración. Su pecho presionaba como si alguien le arrojara mancuernas. Ardía. Sin notarlo sudaba. Tuvo que aferrarse a un mueble de la sala de ensayos, porque se encontraba mareado. El instructor viéndolo así, lo envió a su casa de inmediato.


Creyó que era algo exagerado, y que solamente necesitaba aire, pero de igual manera siguió la orden. En su hogar saludó cariñoso a su mamá con un beso en la frente. No llegó a hacer dos pasos que un fuerte dolor en su brazo izquierdo le llegó. Las lágrimas cayeron por su rostro. Era tan agudo. El dolor se expandió en milésimas de segundo a su pecho. Sus ojos oscuros conectaron con la mirada preocupada de su madre, justo antes de caer al suelo en un ruido seco.


After MidnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora