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Algo extraño está pasando.
Algo muy extraño.
Desde hace unos días, Yoongi ha pasado de ser alguien reservado a alguien cariñoso y afectuoso.
No de gran manera, pero suele abrazarme seguido, está conmigo la mayor parte del día y hace preguntas sobre mi bienestar.
Y no es que me desagrade, claro que no. Al contrario, me gusta.
No recuerdo cuando fue la última vez que alguien fue afectuoso conmigo y se preocupó a ese nivel por mí, pero se sentía... bien.
-¿Me estás escuchando?
Salí de mi trance al ver a Yoongi sentado a mi lado en el sofá, al parecer hablando conmigo.
-Perdona, estaba divagando. ¿Me decías?
-Te pregunté si crees que en algún momento va a llover. Mira, está nublado.
Efectivamente, había muchas nubes de color gris cubriendo el cielo y oscureciendo este levemente.
-Probablemente llueva. -Yoongi hizo una mueca de disgusto. -¿No te gusta la lluvia?
Se acurrucó junto a mí, como si se estuviera refugiando.
-Me gusta cuando tengo un lugar que me cubra.
Justo en ese momento, comenzó a llover.
-Ya veo... ¿La pasabas mal cuando no lo tenías?- Pasé mi brazo detrás de sus hombros y comencé a acariciar su cabello.
-Bastante. Estar mojándome durante horas, debilitarme algunas veces, y sobretodo escuchar los-
Rayos.
Sentí como pegó un pequeño brinco al momento en que uno hizo acto de presencia, causando un estruendo y dejando ver una leve luz.
No dije nada, tan solo atraje su cuerpo contra el mío.
-¿Sabes lo horrible que es escuchar eso en un bosque? Ver como algunos impactan en los árboles, haciéndolos caer cerca de ti...- Susurró.
Tenía la necesidad de cuidarlo, de hacerle saber que todo iba a estar bien aquí.
Que en casa nada malo le pasaría.
-No imagino lo que has tenido que pasar, pero ahora es diferente. No estás solo, ni en busca de un refugio. Estás conmigo, y tienes un hogar. Ya no tienes que huir de nada.
Mis palabras parecieron hacerlo relajarse un poco; destensándolo.
Levantó su rostro para sonreírme, a lo que devolví el gesto.
-Gracias, Nam. En serio lo aprecio mucho.
Lo que sentí luego, fue mejor que un abrazo.
Estampó sus labios en mi mejilla.
Un toque suave y tibio, que acabó con el repentino frío que había sentido.
Se alejó con tímidez y volvió a su posición anterior, mientras que yo me encontraba perdido en algún lugar de mi mente.
La lluvia seguía cayendo, más los rayos habían desaparecido.
Nos quedamos en el sofá unos minutos más, en un -no tan cómodo- silencio. Hasta que decidí romperlo.
-¿Sabes qué hacía cuando era niño y llovía? Iba a la cocina, tomaba las galletas que las criadas me daban en secreto y me sentaba frente a la ventana de mi habitación.
-¿Te encantaba la lluvia?
-Demasiado. Siempre he creído que la lluvia se lleva todo lo malo, como si limpiara a las personas de sus pesares a través de lágrimas y les brindara calma y compañía. Es como si el cielo llorara contigo.
-Nunca lo había visto de esa manera. Es interesante y reconfortante.
-¿Verdad? Es algo bastante relajador, te hace sentir paz y tranquilidad.
Se quedó unos segundos en silencio, pensando seriamente en todo lo que yo había dicho.
-Si lo veo como tú lo has dicho, entonces...
Tú eres mi lluvia.
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Me he mejorado de mis problemas de salud, agradecidísima con el de arriba.
La lluvia es el compa perfecto para llorar, siono.
