🔥Capítulo 2🔥

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Júpiter

Mi cuerpo sentía los estragos de haber estado manejado por más de veinte horas seguidas. No podíamos darnos el lujo de estar parando cada cinco minutos, sólo para darle de comer a Fabio y cambiarle el pamper, gracias a dios era un buen bebé y se había pasado la mayoría del viaje durmiendo. Vislumbré una gasolinera, era hora de volver a llenar el tanque y realizar la llamada que muchos habían estado esperado. Me arrimé a la pista, dándole una muy buena propina al hombre. Descolgué el teléfono marcando ese número que me sabía muy bien...
Timbre, timbre....

—¿Señora?— preguntó una voz sorprendida al otro lado de la línea.

—Veo que no te has olvidado de mí.

—Imposible, usted es la única jefa aquí. ¿Esta llamada significa que va a...?

—Regreso. Dentro de seis horas estaré en la mansión. Te tengo una tarea.

—Ordene...

—Averigua quienes atacaron la residencia de los Ivanov— traté de aguantar las lágrimas, pero una se me escapó. La limpié bruscamente con el dorso de la mano regañándome mentalmente, no era hora de llorar, era hora de vengar...

—¿La señorita Victoria está...?

—Sí— lo interrumpí, todavía me estaba costando asimilarlo.

—Entonces moveré todos los hilos que deba, pero juro que encontraré a esos malditos cabrones— afirmó seriamente.

—Nos vemos en seis horas, quiero encontrarme cuando llegue, aunque sea a uno de los responsables... Ah por cierto, voy acompañada, llevo al hijo de Victoria así que avisa y prepara condiciones.

—Como usted desee mi Reina— escuché el pitido de que la llamada se había acabado.

Volví a retomar el viaje, el nombre de Esus rondaba mi cabeza. No iba a dejar que me encontrara, solo me encontraría cuando yo quisiera. Primero completaría mi venganza, dejar que él se nos acercara sería ponerle una diana a Fabio en la espalda, porque los asesinos lo querían matar y yo debía averiguar el por qué...

Ya casi estaba anocheciendo cuando las farolas del coche me mostraron el cartel que ponía "Bienvenidos a San Petersburgo" , recorrí la Avenida Nevski con suavidad recreándome la vista con la catedral de Kazán y lo hermosa que lucía de noche. Nunca me cansaría de admirarla, no importaba cuántos años pasaran siempre sería mi segunda madre, la que me acogió cuando tuve que huir de Irlanda.

Me adentré en la calle Arwen, distinguiendo al final la mansión del clan del fuego. Muy pocos sabían que esta era nuestra base y lo que ocurría en su interior, estaba rodeada de árboles frondosos con el objetivo de evitar miradas curiosas y ocultar todo el sistema avanzado de cámaras de seguridad. Llegué al portón negro marcando el telefonillo.

—¿Qué vende?— Preguntaron a modo de clave.

—Vendo tres vestidos rojos, que imitan el fuego a la perfección— ese era mi código actual, todos tenían el suyo propio, lo cambiábamos frecuentemente.

Al momento me dejaron entrar, la mansión tenía con cincuenta habitaciones con sus respectivos baños, tres gimnasios, cinco salas de entrenamiento combate cuerpo a cuerpo, cuatro simuladores de campo de tiro, un spa para relajarnos después de cada entrenamiento, cuatro salas de torturas y lo mejor de todo es que esta al tener una arquitectura antigua contaba con veinte mazmorras en la parte inferior, una sala de seguridad donde contábamos con la mejor tecnología, ocho cuartos de armamentos y en el exterior habíamos construido un campo de obstáculos para entrenamientos... En otras palabras, esto era una academia para asesinos.

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