¡Por el honor de Grayskull! ( CatraDora)

CAPÍTULO 1

Desde el primer momento en que la mujer la encontró en aquella sucia caja en el bosque susurrante, supo que aquella pequeña con rasgos felinos tenía por delante un destino amargo, pero con el tiempo, esos momentos de amargura se esfumarían y se convertiría en felicidad pura.
Ni siquiera dudó en recogerla, en ayudarla y darle un hogar cómodo. Nunca tuvo hijos propios, pero ver a la pequeña sollozar pidiendo que alguien la ayudara le conmovió mucho.

Ni siquiera cumplía el año por lo que debía ser cuidadosa con la frágil pequeña, la cuidaba siempre, rara vez se mantenía alejada, cuando sucedía la pequeña felina comenzaba a llorar.
Ajustaba los pañales al punto de que no se incomodara por la cola, no era diferente a criar a un bebé humano.
La diferencia eran las orejas, la cola, los colmillos y el poco pelo que protegía la piel de la bebé. Los ojos turquesa y amarillo le enternecía cuando los miraba.

No podía creer que nadie fuera capaz de ayudarla.

Era una bebé después de todo, una frágil criatura a merced de animales salvajes.

A medida que fue creciendo, Razz miraba con tristeza como los demás niños de los pueblos le temían, incluso se burlaban por el aspecto tan extraño que poseía.
Catra no se incorporaba, los profesores de las escuelas también le temían, no querían a alguien como ella en sus aulas ni mucho menos que hablara con los niños.

Razz le enseñó a escribir, a leer y lo básico de las matemáticas.

Catra se fue convirtiendo en una persona silenciosa, se entretenía leyendo libros, ayudando en el jardín y mantener la casa de pie mientras su madre no se encontraba.

Ese día no era distinto a los otros, a sus veinte años se dedicaba a cultivar alimentos, su madre Razz, poseía una gran cantidad de amigos comerciantes que les encantaba sus cultivos frescos, algunos incluso le llamaban "bruja" por ser tan deliciosos a diferencia de otros. Sólo era cuestión de la tierra y, según, el amor que se le daba a los pequeños retoños que crecían de la misma.
Catra jamás ha estado demente como hablar con los frutos o cualquier otro especie de planta, ella estaba segura de que era por la tierra fértil que rodeaba la casa en el bosque.

Hacía una semana, un par de gallinas se perdieron, estaban vagando solas por el bosque, la felina las tomó y les hizo una pequeña choza de tablones de madera en el patio, éstas se habían acomodado muy bien al lugar que no salían más allá de los terrenos de la casa. Algún descuidado granjero dejó salir a los pobres animales llegando a sus garras, Razz quería convertirlas en pollo con frutas, claro que se lo impidió mintiendo que darían huevos.
Lo más sorprendente es que ese día, por la mañana, llevando la comida de maíz molido se encontró debajo de las almohadillas de las gallinas huevos. Habían llegado con premio. No movió los huevos, los dejó para que pudieran vivir y hacer crecer la familia.

Sus orejas a esa edad eran más notorias, su cola no salía de la vista y sus garras tanto de pies y manos crecían, descubriendo a su tierna de siete años que podía tanto alargarlas como retraerlas a su voluntad, prefería que se notaran, después de todo ¿Por qué ocultarlas cuando todo lo demás se podía ver a simple vista?

Después verificar la choza de las gallinas se dirigía hacía el terreno de los manzanos. Ocho árboles en buen estado dando sus frutos, las manzanas mantenían un buen color que llamaba la atención de los comerciantes de frutas. Los terrenos de las zanahorias apenas crecían por la temporada, pero se veían bien. Las papas y los tomates de maravilla.
El llovizne del día anterior había ayudado mucho, al menos para la felina que se levantaba a regar los cultivos.

La felina revisó una planta sencilla de flores, éstas se habían marchitado.

— Interesante. —Murmuró. Tomó la maceta, se encontraba llena de tierra de los territorios de Tennor, no era fértil como para sostener la vida de la planta por dos días. — Acabaron dudas. —Sonrió.