Capitulo 1

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Educada, callada, servicial, respetuosa y amorosa: estos eran los pilares de la mujer perfecta, según la enseñanza tradicional. Para ser sincera, no me oponía a esto, ya que era lo que siempre nos habían inculcado. La valoración de una mujer se medía por su capacidad para construir un hogar saludable y feliz.Nunca me sentí atrapada por las normas sociales; mi familia me inculcó el respeto pero también la confianza en mí misma. Sin embargo, hay acontecimientos que uno nunca espera que sucedan, pero el mundo y el destino moldean el futuro de todos nosotros.La dinastía Qin había alcanzado su máximo esplendor al conquistar y civilizar numerosos territorios feudales. El principio legalista que guiaba esta nueva dinastía llamó la atención de sus ciudadanos, ya que enfatizaba la importancia de los principios políticos, científicos y filosóficos que dieron inicio a una nueva era.A pesar de la competencia por la influencia cultural en el país tras la conquista de vastos territorios, la vida era buena. Criada en el seno de la burocracia, pertenecía a la familia Xiao, una familia con una larga tradición burocrática. Nunca experimenté la desesperación ni la escasez; mis padres siempre garantizaron mi bienestar y educación.Desde pequeña, fui educada en la etiqueta y el arte del té, pero mi sed de conocimiento iba más allá. Mis padres alentaron mi educación, aunque para las mujeres burguesas no era común alcanzar un alto nivel educativo. A pesar de las restricciones sociales, pude estudiar filosofía y ciencias económicas.Cuando tenía diez años, mi hermano mayor, de catorce, comenzó a estudiar el arte de la guerra y la estrategia. Siempre que aprendía algo, yo también lo hacía, desafiando así las expectativas de género. A los catorce años, mi fascinación por las estrategias militares despertó una fuerte curiosidad en mí.Aunque era ilegal para una mujer aprender tales temas, mi hermano no tenía reparos en enseñármelos, pensando que yo no le prestaba atención. Sin embargo, mi interés creció con el tiempo, y empecé a estudiar en secreto por mi cuenta. Nunca tuve un objetivo concreto; era más bien un pasatiempo que mantenía oculto, consciente de las consecuencias de desafiar las leyes establecidas.

Todo comenzó aquel día.Por ley, los barones nobles son entrenados en el arte de la guerra y la estrategia desde que cumplen 15 años. A los 18, al alcanzar la mayoría de edad, deben acudir a la guerra en honor a su pueblo y su familia. Sin embargo, esto no era motivo de gran preocupación para los jóvenes nobles, ya que sabían que era una estrategia política para apaciguar a los plebeyos, quienes eran obligados a dar sus vidas en guerra.Los jóvenes nobles destinados a la guerra solían ser asignados a tareas básicas y poco arriesgadas para evitar un derramamiento de sangre noble. Mi hermano Tao, quien pertenecía a nuestra noble familia, no fue la excepción.Cuando yo tenía 14 años, mi hermano cumplió los 18 y partió para servir a la nación. Su tarea era participar como segundo estratega en una pequeña guerra contra bandidos del norte. Debía servir por dos años, ya que luego regresaría para trabajar como erudito del imperio.No quiero presumir, pero mi hermano era la persona más inteligente que conocía. Realizaba cálculos tremendamente difíciles en segundos, amaba hablar de política y había aprendido a comunicarse en los idiomas de los pueblos distantes. Él me entendía como nadie más lo había hecho, me enseñó desde pequeña sobre astronomía y cálculo. No le importaba si yo tenía permitido aprender o no, él siempre decía que para lograr el avance, todos debíamos conocer el futuro. Aunque aún hoy no entiendo completamente sus palabras, aún resuenan en mí.Un año después de su partida, llegó la noticia. Mi querido hermano y único hijo barón de nuestra familia había perecido en un ataque sorpresa por parte de los bandidos al escuadrón de estrategia. Y yo... no lo entendía. ¿Por qué él no logró regresar como los otros jóvenes nobles?La pérdida de mi hermano convirtió a nuestra familia en vulnerable ante los intentos de otros por obtener más poder. Éramos mi madre, mi abuela, mi hermana mayor, mi padre y yo. Mi padre nos mantuvo unidos y nos educó lo mejor que pudo. No éramos la familia más privilegiada, pero vivíamos bien estando juntos.

un guerrero diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora