t r e i n t a y c i n c o

1.1K 152 83
                                    

Le había llevado al menos dos semanas terminar lo que había empezado a las tres de la mañana en su cuarto, no sabía qué era lo que quería escribir cuando tomó su pluma, simplemente sintió que debía escribir algo, cualquier cosa. A veces la inspiración llegaba en cualquier momento, él más que nadie lo sabía, varias canciones las había escrito durante la madrugada y aquella no había sido la excepción.

Sí, había escrito una canción, y no sólo eso, sino que también había hecho la melodía, así que por eso se había tardado tanto, básicamente.

La mayoría de las veces no sabía cómo expresarse, porque su boca y su mente no se ponían de acuerdo para decir algo, su cabeza decía "Bien, pensemos un poco" y su boca decía "Chinga tu madre", ¿Quién tenía la razón entonces? Así que decidió que la música era su mejor opción, porque existían un montón de canciones que decían exactamente lo que sentía.

Pero Emilio era distinto, Emilio no dijo "Voy a dedicarle una canción", Emilio dijo "Voy a escribirle una canción".

Podía haberle cantado cualquier canción de su repertorio, pero eso le quitaba lo especial que Emilio quería ser. Sobretodo después de que el mismo Joaquín le había escrito una canción, no supo cuándo había pasado eso, pero el menor no había dejado de mandarle mensajes a Instagram aún si no los respondía, le preguntaba cómo estaba y sí estaba comiendo, además le pedía perdón, todos los días había un mensaje de él en su bandeja de entrada que decía "Lo siento" o algo similar.

En el último mensaje había asegurado que no veía sus mensajes, textualmente escribió que seguramente ya no quería hablarle nunca, que lo entendía y le envió el archivo adjunto de una canción que le había escrito, con la letra y las partituras. Fue una canción que Emilio atesoró y que incluso aprendió a cantar y tocar.

Tenía lo que las personas llamaban "Corazón de pollo", así que después de pensarlo un poco (y de consultarlo con su loca madre) había decidido que Joaquín valía la pena. Cada pequeña cosa de él valía la pena, su sonrisa, su risa, su forma de ser, la manera en la que parecía que era indestructible, la manera en la que cuidaba de Emilio por sobre sí mismo.

Joaquín era tan especial, de formas inimaginables, de formas que nadie podía ser capaz de explicar. Cuando estaba con él, Emilio se sentía querido, se sentía como la persona más afortunada del mundo, porque estaba con él, porque podía abrazarlo. Porque era a él a quien Joaquín le entregaba todo su amor. Amaba su risa, amaba su cabello, amaba que siempre quisiera hacerle saber que lo apoyaba, que lo admiraba, que no le importaba nada más aparte que fuera feliz. Joaquín tenía a su alrededor ese halo de luz, un halo en el que se sentía bien, se sentía en paz, sentía que pertenecía a él, se sentía real.

Emilio no recordaba que alguna de sus novias anteriores lo hubiera hecho sentir así, como que podía pasar siglos enteros a su lado y seguir amándolas. Siempre creyó que encontraría a alguien como Joaquín en una chica, pero no era una chica.

Y, Dios, no está molesto por la idea. No le importa, de hecho.

Así que había decidido que todas las mentiras que Joaquín le haya dicho eran enteramente proporcionales a todo lo que le hizo sentir, por eso estaba frente a la casa de Joaquín a las ocho de la mañana, sosteniendo a "La chula" y deseando que no fuera demasiado tarde para decirle que quería estar con él.

Sí lo era, bien, suerte a la otra.

La puerta la abrió la mamá de Joaquín, mirándolo completamente extrañada de que estuviera ahí tan temprano por la mañana. Y eso que no sabía que Emilio quería ir de madrugada, pero se arrepintió al final.

Estuvo apunto de gritar, probablemente para advertir de su presencia, pero Emilio la detuvo.

-Necesito que me ayude a hacer algo- la mujer frunció el ceño, confundida, pero igual asintió y lo dejó pasar-. Usted sabe lo que pasó, ¿No?

El rey del anillo ⨾ EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora