Capítulo cuatro.

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Agosto, 2013.

Despertó con un brazo rodeándole la cintura. Sonrió inconscientemente, esas manos siempre se sentirían cálidas, no importaba qué. Habían pasado ocho meses desde el primer encuentro con Lesslie, desde el primer beso y la primer declaración; ocho largos meses rodeada de una felicidad inmensa, de despertar y sentir que había un motivo para seguir adelante y de saber que su corazón sólo le pertenecía a una persona. Karen realmente amaba a aquella chiquilla de dulce mirada, la bondad y amabilidad que la chica irradiaba era simplemente lo que hacía que la morena cayera perdidamente enamorada de la menor.

No todo era color de rosa, habían días buenos como malos. Ambas tenían que entender que lo que tenían entre sí no era algo fácil, tenía que permanecer bajo la conciencia de ambas y eso buscaban día con día, ser ágiles con la manera en la que se expresaban ante los demás. Nadie más que aquel par de enamoradas sabía de la relación y así lo tenían planeado, era simplemente un tema arduo para declarar y expresar. No podían ir por la calle gritando que estaban locamente enamoradas y menos cuando un público les respaldaba por todo el mundo. Dolía, la mayor mentiría si decía que no era así. Era difícil saber y abstenerse a la idea que posiblemente jamás compartirían un beso o alguna caricia en público. Su amor era algo que debía permanecer oculto.

Lesslie por su parte seguía su relación con Bryan. A la morena le tomó mucho tiempo aceptarlo, darse cuenta que era la mejor manera de que los demás no sospechasen nada, y aunque las ideas de molerle el rostro a golpes aún no abandonan su cabeza, sabía que tenía que controlarse. Lesslie respetaba su relación, nada más que besos y abrazos cuando era necesario, no más. Karen se sentía satisfecha al saber que cada que aquel par salía, ella estaba presente para cuidar de su pequeña y tener la consciencia tranquila que el castaño no tocaría algo que no le correspondía. Era un romance fingido que le gustase o no era la mejor opción para distorsionar un poco la realidad de ambas y tenía que estar satisfecha con eso.

A pesar de llevar meses con la menor, Karen no lograba librarse de aquellos pensamientos que le robaban su paz interior; estaban ahí, ardiendo en su cabeza, gritándole y recordándole día con día que el infierno era el lugar que había ganado por tal aberración e impunidad que había cometido. Había días en los que se odiaba, detestaba la persona que veía frente al espejo y quería sólo desaparecer para mantener su conciencia tranquila. Los arrepentimientos rondaban en cada rincón de su cabeza y le obligaban a darle vueltas al asunto, cuestionándose si lo que hacía realmente estaba bien. Pero después, una pequeña de ojos rasgados y piel lechosa llegaba con una sonrisa a recordarle que cualquier castigo merecedor por sus actos se quedaba corto al sentimiento de despertar con la persona que amaba día con día.

El astro rey se posicionaba en su rostro llegando a quemar un poco. Detestaba despertar por la luz solar, era una de las razones por las cuales siempre mantenía cortinas obscuras, pero desde que una pequeña se había colado a dormir a su habitación, todo había cambiado. Karen sonrió por segunda ocasión, esa chica sí que había llegado a poner su mundo de cabeza. La morena aquel día cumplía sus veintidós años y no había algún obsequio mejor que despertar rodeaba por esos delgados y largos brazos. Se acercó al rostro de Lesslie, la menor tenía el ceño ligeramente fruncido. Karen sólo luchaba en su interior para no besarle en aquel momento, ante sus ojos aquella chica era la perfección pasmada en una persona. Decidió tratar de seguir durmiendo. Cerró los ojos repitiéndose en su mente que sólo eran "cinco minutos", pero como siempre, no cumplió su promesa.

—¡Karen, despierta! ¡Karen!

Una chillona voz le hizo traerla de vuelta al mundo real, a lo que sólo escondió su rostro en los pulcros edredones. Lesslie frunció el ceño con molestia, quería que Karen se despertase de una vez por todas pues un maravilloso día lleno de actividades estaba planeado para la morena, y la chica no hacía más que dejarse llevar por su desagradable pereza que le caracterizaba. Decidió resolver las cosas a su manera, subiéndose a horcadas encima de su chica. Karen sólo soltó un respingo. Castos y cortos besos eran esparcidos por todo el rostro de la mayor con impaciencia, impidiéndole continuar con su siesta. La morena se despertó de una vez con una ancha sonrisa iluminándole el rostro, no podía estar molesta con Lesslie aunque lo intentase.

Dulce Error. [Lessren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora