Soy Madison, papá tuvo un trabajo en una nueva ciudad. Fue un gran cambio para todos, pero a papá le iban a recompensar económicamente bastante bien, así que nos fuimos algo tristes de dejar la ciudad donde habíamos crecido y desarrollado, para aventurarnos a una mejor vida. Encontramos una casa que nos gustó a los cuatro; si no te lo había comentado, vivo con mis padres y mi hermana mayor, Ericka. En fin, nuestra nueva casa se encuentra en un vecindario muy viejo, nuestros vecinos son sólo ancianos y ni un solo niño con el que pueda jugar. También olvidé mencionarte que mi nuevo vecindario colinda con un bosque. A mí me llena de curiosidad explorarle, pero mamá me lo ha prohibido rotundamente. No sé que haré en esta aburrida casa y en ese aburrido vecindario todo el verano.
Por cierto, el jueves llegaremos a la nueva casa para instalarnos. Yo sólo he ido una vez, pero mamá y papá han viajado en más ocasiones para allá para asegurarse que cuente con todos los servicios antes de establecernos ahí.
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Hoy llegó el camión de mudanza, ya he metido toda mi vida en cajas para poder comenzar una nueva. Tuve una triste despedida con mis mejores amigas: María y Pamela. Lloramos mares mientras me ayudaban a un meter todo en cajas y maletas. Les prometí que las visitaría pronto.
El novio de Ericka también se vio muy triste, pero mamá le obligó a terminarle, no podía encadenar al pobre chico, no había certeza de cuándo volveríamos a la ciudad. Aunque papá me prometió que vendríamos en las fiestas para visitar a la abuela. Yo le creí.
Todos nos subimos al auto de papá y comenzamos el camino hacia nuestra nueva vida, siguiéndonos de cerca el monstruoso camión de mudanza. Tardamos más de medio día en llegar a esa ciudad. Ericka nos retrasaba a todos porque siempre quería parar para orinar. Pero ya hemos llegado. Ericka nunca había visto la casa, aunque le dio el visto bueno. Lo primero que hizo al poner un pie frente a la casa, fue preguntar sobre su habitación. Esta casa es más grande que la anterior, así que a Ericka le llenaba de emoción dejar de compartir habitación conmigo.
Una vez ya instalados todos, y el camión de mudanzas se había ido, me senté entristecida en mi cama, contemplando todas las cajas de mi habitación que tenía que abrir y acomodar. Decidí dejar esa actividad para mañana, y mejor bajar a ver con qué podría alimentarme, no había comido nada después de que mamá hubiera preparado el desayuno.
Convencí a papá de pedir pizza; sin embargo, al llamar, no levantaban pedidos para esa parte de la ciudad. Resignados, mamá se puso a cocinar pasta. Se le quemó un poco, pero advirtió que no estaba acostumbrada a la nueva estufa, y que tal vez le pasara las primeras veces. Mamá nunca ha sido gran fan de la cocina, así que lo considero una excusa.
Al terminar de cenar en familia, subí de nuevo a mi habitación con intenciones de dormir. Estaba genuinamente cansada y no había hecho nada a parte de postrar mi trasero en el auto de papá por más de 16 horas. Me quedé dormida en el momento en el que mis párpados colindaron.
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Mi habitación tenía una ventana amplia que daba vista hacia lo que a esa hora era el bosque oscuro. No me di el tiempo de observarle cuando llegamos, y mamá no me dejará curiosearle al día siguiente, así que me coloqué mis pantuflas, tomé la linterna (que no hacía mucha falta, la luz de la luna era lo suficientemente potente para "ver en la oscuridad" ) y me puse en marcha a lo desconocido, tal como esa mañana al viajar a esta casa. Bajé las escaleras con el mayor cuidado y precaución que mi peso me hizo posible, pero la casa era vieja. Los escalones de madera crujían cada que apoyaba mi peso en el siguiente escalón, mientras que en mi mente sólo pasaba el no despertar a mamá. Logré bajar la cascada de escalones con éxito y decidí salir por la puerta trasera, que ya daba directamente al bosque. Ahí parada frente a la inmensidad, me pasó por la mente girar los pies y abortar la misión, cuando escuché un crujir de ramas adentradas por ahí y ese fue el empujoncito que necesitaba para adentrarme por ahí. Giré mi cabeza tan frenéticamente que hasta yo misma me asusté un poco, y salí a una velocidad considerable a más allá del perímetro del bosque, buscando lo que había ocasionado tal crujir de ramas. Apunté con mi linterna hacia todas las direcciones sin cumplir mi propósito. Hasta que di con un bulto que se relacioné rápidamente con un chico de mi edad, aunque tenía por ropa trapos viejos, y tal vez remendados. Mi vista me fallaba un poco a esa distancia, por lo que me acerqué un poco más y paré al confirmar mi teoría. Le posicioné mi linterna de lleno en su rostro pero no hizo queja alguna, me sorprendió un poco.
— ¿Estás perdido? -pregunté sin tener respuesta.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? - Volví a dirigir la palabra y apartando la luz de mi linterna de su rostro un poco.
El chico seguía callado, sin moverse, mientras yo me cuestionaba qué tan buena idea era seguir ahí. Moví mi linterna para verle bien sus características. Estaba en cuclillas, tenía las uñas largas y blancas como perlas, no llevaba zapatos y su cabello era sucio. Cuando volví a verle el rostro me percaté que sus ojos se habían tornado totalmente negros. Inmediatamente solté mi linterna y salí corriendo en la dirección de la cual había venido, cuando sentí que brincó sobre mí, dejándome inmovilizada en el suelo y clavándome un par de objetos filosos y fríos sobre mi cuello. Grité lo más fuerte que me dio mi garganta, y no por el dolor, no sentía dolor. Tenía miedo. Eso sí lo sentía.
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Compañero
VampireMadison y su familia se mudan. En la nueva casa, tienen pesadillas, por lo que Madison se viste de detective y se pone a investigar hasta llegar con la verdad absoluta que está detrás de unas criaturas colmilludas que habitan en su bosque. Y por si...