Caminó de regreso hacia la casa con Mirai en brazos. Descansando plácidamente, su respiración pausada y sus ojitos suavemente cerrados.Levantó la vista, pronto llegarían a la casa de Kurenai. Donde podría dejar a la bebé y regresar a su casa, con un poco de suerte lo suficientemente temprano como para que su madre no le gritara. Aunque no tenía demasiada fé en que aquello sucediera.
—¡Shikamaru! —lo recibió ella al llegar, a la entrada de su casa. Al parecer estaba esperando que regresaran. Debía extrañarla.
—Hola Kurenai —saludó como siempre de forma amable, mientras entregaba a Mirai dormida a los brazos de su madre. Ella la contempló por unos segundos con una cálida sonrisa y luego se volvió al moreno.
—¿Te trajo problemas? —él negó con la cabeza. Más problemas le había traído Ino.
Entonces recordó algo, no supo de que rincón recóndito de su mente emergió sin embargo le golpeó de lleno como una plena realización. Y a continuación recordó aquel día. Cada gesto de Ino, cada sonrisa y roce "accidental". Mientras la frase se repetía en su cabeza "…Hasta el hombre más inteligente podría caer enceguecido ante la deslumbrante belleza femenina…". Una y otra vez resonaba en su cabeza, generándole más y más dudas. "…Te daré pruebas, y cuando tenga a un chico a mis pies tendrás que admitir que tenía razón…". Entonces comprendió, que quizá todo había sido un juego.
—¿Kurenai? —preguntó de repente, algo avergonzado. Quizá sonara tonto, sin embargo debía saberlo. Por su propia seguridad, y para evitar ser engañado.
—¿Si? —levantó la mirada de su pequeña bebé y posó sus profundas orbes escarlatas en el chico.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —ella lo miró confundida y asintió.
—Ven, pasa.
Y sin decir más ambos ingresaron a la vivienda. Recorriendo el siempre igual breve corredor que llevaba a la cocina, hasta llegar a dicho lugar. Entonces Kurenai se disculpó unos segundos y en completo silencio cargó a su pequeña y desapareció tras una puerta, la cual supuso el moreno llevaba a la habitación de la niña. O quizá a la de ella misma.
Durante los segundos de soledad él simplemente se dedicó a contemplar aquella fotografía que tanto le fascinaba. En la que se veían Kurenai y el que había sido una vez su sensei.
Entonces ella regresó.
—Dime ¿Qué es lo que querías preguntarme Shikamaru? —él dudó unos segundos y finalmente se atrevió a formular su duda.
—¿Cómo sabes cuando una mujer te está provocando? —preguntó finalmente. Sintiéndose un completo idiota. Pero si quería llegar a comprender el asunto, y a las mujeres, tendía que arriesgarse. Después de todo a él nunca le importó demasiado lo que los demás pensaban de él. Solo las personas que realmente importaban en su vida.
—¿Esto tiene que ver con Ino? —preguntó con una sonrisa ella.
—No, es decir si. Pero no como tú crees —Kurenai continuó sonriendo. Lo cual fastidió de alguna forma al Nara. Nunca comprendería porque las mujeres disfrutaban tanto de las indiscreciones de los demás.
—Verás, cuando las mujeres estamos interesadas en alguien hacemos uso de nuestras habilidades para hacérselo saber. De una forma u otra, algunas de forma más discreta otras más directa. Lo importante es observar el lenguaje corporal, el cuerpo nos delata. Es nuestra forma de mostrarnos al mundo, así como también es un reflejo de nuestro ser.
—¡Qué problemático! Ino dijo lo mismo…
—Es porque es cierto —él frunció el seño, pero no interrumpió—, verás cada mujer tiene su belleza. Y se sirve de ella para atraer a aquel que quiere o le atrae. Aunque eso no debe sonarte extraño, es algo natural.