Lentamente se incorporó en su lecho, aún enroscado en los misterios que encerraba la esencia femenina. Recordando particularmente los pensamientos que Kurenai había transmitido a él la tarde anterior.
No se detenía a pensar en el porque de su repentino interés, el solo pensamiento por momentos lo asustaba. Sin embargo era obvio para él que su curiosidad se había visto excitada de alguna forma. Pero lo ignoraba.
Entonces una voz familiar lo obligó a incorporarse, como todas las mañanas. De forma rutinaria, su madre gritaba por él. Forzándolo a salir de su cálido refugio de paz. Su cama.
—¡Voy! —gritó como habitualmente solía hacer. Al parecer la respuesta satisfacía a su madre en la medida en que él se apresurara a bajar. Así la mantenía calma, pues era sabido que su madre era una mujer exigente. Y enfadarla era una mala jugada. Un error que él no se permitiría cometer. Lo mismo sucedía con Ino.
Una vez vestido y, tras haber tendido la cama, bajó hasta la cocina donde sus padres lo esperaban. Como siempre solía ocurrir, y sin siquiera esperar la indicación se dirigió al lavabo a lavar sus manos. Yoshino sonrió y alegre le sirvió su desayuno.
—Debes apresurarte —le advirtió, Shikamaru suspiró—, no me vengas con esos gestos. La Hokage te envió a llamar así que termina tu desayuno rápido ¡¿Me oíste?!
El moreno asintió pesadamente y bebiendo rápidamente su té, se puso de pié. Deposito la taza en el lavabo, junto con el resto de los platos sucios, tomó sus cosas y se marchó.
Finalmente cuando salió de su hogar se sintió relajar. La brisa era suave y gentil, acariciándole suavemente la piel al caminar. En contraste con la densa tensión que en su casa solía haber, aquello era el paraíso. Sin nadie diciéndole que hacer, o como hacerlo. Sin nadie gritándole y ordenándole. Sólo él, despreocupado.
Obviamente la sensación no duraría demasiado, sólo hasta que llegara al despacho de la Hokage y la misión le fuera entregada. Sin embargo aquello no le importaba, no demasiado. Jamás se interrogaba sobre las misiones. Simplemente las hacía. Aunque era normal que alguna que otra queja escapara de sus labios. Después de todo completar misiones era extremadamente problemático.
Finalmente se encontró frente a las escaleras de piedra, contempló una última vez el cielo, una última vez las nubes, y ascendió. Lenta y pausadamente, escalón por escalón hasta llegar a la entrada. Donde se extrañó de ver a su rubia compañera.
—¿Ino? —la joven se volteó a verlo y sonrió.
—Buenos días Shikamaru —saludó alegre. Junto a ella se encontraba Sakura. La cual saludó con un gentil silente gesto de su mano.
—¡Qué problemático! —bufó rascando la parte trasera de su cabeza, contemplando a ambas muchachas. Rogaba que no sólo fueran ellos tres los que debieran realizar la misión. Una mujer era suficiente, pero Ino y Sakura…Ambas juntas eran simplemente demasiado.
—Naruto llegará pronto —explicó de repente la pelirrosa, como si hubiera sido capaz de oír los pensamientos del Nara. El muchacho simplemente la miró en silencio.
No sabía que pensar, si es que aquello era mejor o peor para él. Definitivamente se alegraba de tener a alguien que no fuera mujer en su equipo. Sin embargo Naruto no era exactamente lo que solía decirse, alguien tranquilo. Sino todo lo contrario, era tan impredecible como la misma Ino. Quizá inclusive más.