Supe que era un sueño cuando me encontré caminando por los pasillos del palacio con ropa que parecía muy fina y elegante. Pocas veces había entrado al intimidante castillo pero sin duda estaba dentro. O bueno, soñaba estar dentro. Tenía curiosidad por ver qué podría encontrar pero algo en mí, muy profundamente arraigado, me decía que saliera inmediatamente, que ese no era mi lugar y como no tenía tanto control sobre el sueño, salí al exterior tan rápido como ese...ese precioso vestido me permitió. Ya quisiera tener un vestido así. Pronto estuve recorriendo los anchos caminos de piedra que atravesaban los jardines en curiosas figuras. Esos hermosos jardines que yo diariamente cuidaba y mantenía decentes. Era extraño pasear y no andar por ahí cuidado plantas. Escuchar mis pasos sobre piedra sonaba como algo incorrecto y fuera de lugar. La misma sensación de antes volvió diciéndome que este no era mi lugar. Pero antes de que el sueño me llevara a la tierra escuche los inconfundibles retumbos de las botas de guardia.
Y el miedo me paralizo.
Ya no podía correr a la tierra, seguro ya me había visto. Solo esperaba que aun hubiera solución. Me gire, agache la cabeza todo lo que pude y clave la vista al suelo, con los brazos pegados a mis costados y las palmas hacia al frente, posición normalmente hecha cuando hablamos con las personas, y espere a que los guardias se acercaran.
-Adila- escuche una voz fuerte, como de quien está acostumbrado a dar órdenes.
-Señor- fue todo lo que dije, la única respuesta adecuada. Aun con mi vista en el suelo pude distinguir dos pares de botas frente a mí. Y olvide por completo que se trataba de un sueño.
-¿Qué hace aquí, mi señora?- eso ya no me pareció normal, pero bien podía ser ironía y si no respondía bien me iría mal.
-Me disculpo, señor, cruzaba de un jardín a otro, ahora mismo voy a mi puesto- rogaba que no me descubriera en la mentira. Estúpida esperanza teniendo en cuenta mi atuendo.
-¿De qué habla?- El otro guardia sonaba tan desubicado como yo.
-¿Qué es esa forma de hablar?- estuve a punto de disculparme cuando siguió diciendo -Discúlpelo, es nuevo en la guardia, mi señora- yo ya no entendía, yo nunca he recibido una disculpa por algo así, mucho menos con tantas palabras tan delicadas, pero el continuo hablando -Sus padres han muerto, mi señora, ofrecemos nuestras condolencias-
Fue cuando levante mi mirada.
Yo no tengo padre. Supongo que los tuve alguna vez pero no los recuerdo. Mi memoria alcanza hasta mi infancia cuando, junto con otros cientos de niños, crecí en una no muy grande construcción donde estuve hasta los 6 años, cuando tuve edad para sostener una herramienta de trabajo. Por supuesto que con los años me pregunté sobre mis padres, de esos que hacen y crían niños como los que veía en los lugares donde me mandaban a trabajar, y supuse que habrían muerto pero nunca nadie me lo dijo o me ofreció condolencias por ellos, ni yo estaba segura de que alguna vez hubieran existido ya que nadie de la calaña sabe sobre padres, pero las caras de los guardias reflejaban tal tristeza que olvide el protocolo y pregunté:
-¿Qué?-
-Lo sentimos mucho, sin embargo el consejo la espera. Es hora de que suba al trono, mi señora-
Yo no era hija de nadie, no tenía ningún consejo ni trono. Yo era una criada. Una esclava, mejor dicho. Yo era de la calaña, el nivel más bajo-
-¿Aturdida, princesa?-
Esa voz. Me giré y lo vi frente a mí. Esos ojos oscuros y anormales, las facciones alargadas y afiladas, su pálido rostro y una sonrisa que parecía fuera de lugar, que no encajaba en su cara. Él me hizo recordar que era un sueño porque el siempre acudía a mis sueños, específicamente a mis pesadillas. El aire se tornó frió.
-No soy eso. Soy de la calaña-
-Buen intento pero sé quién eres- se iba acercando y yo retrocedí hasta topar con los guardias que no me dejaran seguir -mate a tus padres, ¿te enteraste?-
-Te equivocas, no tengo padres- siguió avanzando y ya no pude moverme porque los guardias me tenían sujeta.
-Si ya, porque eres de la calaña, ¿no?- sonrió -Los asesiné pero el trono debe seguir vació-
Estuvo lo suficientemente cerca, algunos pasos lo separaban de mí y yo no podía correr. Un paso más. El aire frió entro dentro de mí y se volvió helado. Otro paso, No sentía mis manos y mis brazos dolían horrores. Un paso. Ya no me sostenía en pie, imposible, los guardias me mantenían erguida. Mi cabeza se sentía pesada. 2 pasos. Sentí hielo en mis venas, mi cabeza iba a estallar y me chasqueaban los dientes. Temblaba. Tenía que dejar de caminar hacia mí o no podría resistir más, el dolor se convirtió en agonía. Lo mire a los ojos pidiendo piedad pero todo el frió que sentía era nada comparado a lo que vi en esos ojos. Sonrió.
-¿Estas lista?- Avanzó y quedó frente a mí.
Y fue todo.
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Adila
FantasyAdila pertenece a una grupo de personas denominado calaña, el nivel más bajo. Se encuentra obligada a trabajar para los humanos, los que no son una anormalidad como ella y el grupo al que pertenece. ¿Por que la calaña es tan diferente? Ellos tienen...