Capítulo 4

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No podía evitar mirarla, era tierna e intimidante al mismo tiempo y no necesitaba tener un físico exagerado para serlo.

No me mal entiendan, a simple vista se notaba que esos brazos tenían fuerza, y que hacía ejercicio. Solo tenía un aspecto tan delicado que te hacia delirar, hasta que la mirabas directo a los ojos y ellos te obligaban a tocar tierra.

Esos ojos...

–¿Y bien?

Parpadee un par de veces, intentando recordar qué me había preguntando. Ella se limitó a suspirar con impaciencia ante mi falta de atención.

–Me estas diciendo, que la policía te busca por haberle robado a un empresario con influencias. Recibiste amenazas, era ir a la cárcel , o irte de la ciudad, pero no tienes dinero ni familia que te apoye.- Se cruzó de brazos y apoyó su espalda contra la silla.

–Así es.

Me miró con desconfianza, analizando toda la información y buscando alguna cabo suelto.

–Ten-. Colocó frente a mi una libreta y un bolígrafo.- Necesito que escribas tu nombre completo y  la dirección de donde solías vivir, podemos traerte algo de allá si así lo deseas.

Por suerte, tenía lo que ella quería. No podía venir y correr este riesgo, sin haber pulido unos cuentos detalles. Escribí la información que ella me pidió, plasmando en el papel aquel nombre al que ahora debía responder.

Ethan Jones.

Estaba haciendo frío, y me preocupaba que a medida que la noche avanzará, fuera mucho peor. Podía estar unos días sin comer, y en estas  condiciones, pero si me dejaban aquí mucho tiempo, el plan no avanzaría y mi salud solo se iría deteriorando.

–Bien, ven conmigo.

No pregunté a donde, simplemente fui tras ella, movido por la vaga esperanza de que me dejaran en un lugar más cómodo.

Me detuvo antes de poder salir de la habitación, en sus manos distinguí una tela color negro. Ella la coloco sobre mis ojos, y la amarró tras mi cabeza con suavidad. Me estremecí un poco ante el rose de sus manos contra mis mejillas.

–Ten esto.

Colocó en mis manos algo rústico y largo, suponía que era una especie de cuerda para guiarme, las enrolló al rededor de mis muñecas haciendo un nudo resistente y me pidió que la siguiera.

Abandonamos el lugar , se escuchaba algo de ruido y podía sentir cómo estábamos en un espacio más amplio. Me sorprendía el hecho de que no me preocupaba mi paradero, solo porque era ella quién me guiaba. Por más que quisiera, me costaba asociarla con algo negativo. Su comportamiento me lo impedía, pero la realidad es que ella era mi blanco, era la provocadora de desastres que yo estaba buscando.

Me alivie cuando sentí la fresca brisa chocando contra mi cuerpo, pensé que ya iba a poder quitarme la venda, pero ella seguía caminando, así que no dije nada. El trayecto se estaba alargando, y pensé en la confianza que los demás tenían en ella.

Era mucho más pequeña que yo, ¿Qué les aseguraba que iba a poder conmigo?. Sea cual sea la reputación que ella tuviera aquí, era buena. Pero el por qué, me inquietaba un poco.

¿De qué tanto eres capaz, Reynolds?

Nos detuvimos al fin. Estuve tan perdido en mis pensamientos, que ni siquiera me percaté de cuanto tardamos en llegar. Al quitarme la venda, lo primero que mis ojos divisaron fue una inmensa casa con aspecto algo abandonado.

–Esta es la casa de los líderes.-Se acercó a mi para soltar la soga que unía mis muñecas.-Tendrás una reunión con ellos justo ahora, hay muchas cosas por decidir.

Al tenerla tan cerca me percaté cómo una cadena de oro blanco adornaba su cuello, y que de esta colgaba una pequeña bolita color azul eléctrico. A mi mente llegaron imágenes del expediente, donde ahora esa R azul que dejaba cómo marca cobraba algo de sentido.

Entramos al lugar, no había absolutamente nada dentro, sin muebles, ni objetos. Solo ventanas cubiertas con periódico y una vieja escalera que daba al segundo piso de la casa.

–No sabía que el punto rojo tenía... Líderes. Imaginaba que solo era manejado por una persona.

-Somos una comunidad, Jones.-Rodó los ojos.-Tenemos reglas qué seguir, cosas que administrar, gente qué cuidar.-su voz tomó un tono algo frío.

Era impresionante percibir tanta dureza cuando hablabas con ella. Toda su delicadeza se esfumaba en cuanto abría la boca.

-¿Que tal están, chicos?.

Una linda pelirroja captó nuestra atención. Sus largas y descubiertas piernas bajaban las escaleras con mucha sensualidad. Su mirada no me soltaba, y se acercaba como un felino cazando a su presa.

-Jones, te presento a Lizeth.- La voz de Reynolds me trajo de vuelta.

Hola, Lizeth.

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