Capítulo 3

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¡BIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIP! ¡BIIIIIIIIIIP!

¡Qué susto me he dado con el teléfono! Esta vez es mi hermano Yera quien llama, miro la hora en el móvil y me doy cuenta de que he dormido hasta las seis de la tarde.

A ver, trabajar en el turno de noche, extraviar las llaves en una alcantarilla y besarse hasta perder el sentido común con una obra de arte como Marco, es lo que tiene.

Empiezo a calzarme, voy al baño a lavarme la cara y los dientes, me cepillo rápido el cabello, cojo mi bolso, mi teléfono y salgo pitando.

Al abrir la puerta del reservado me encuentro una mesita que antes no estaba ahí, con unas flores y una nota. Son de Marco, y dice:

He salido por temas laborales. Abajo está uno de los señores de la limpieza, no te asustes al verlo. Le he avisado de tu presencia y te ayudará con lo que necesites; (ropa, comida, transporte... ) sea lo que sea. Estabas tan bonita dormida que me dió apuro despertarte. Esta tarde vendré a las ocho y el pub no abre hasta las nueve y media. Tendremos más de una hora para estar juntos, si tú quieres. Besos, Marco.

Sonrío como una colegiala, guardo la nota, cojo las flores, mis cosas y bajo al pub. Allí hay un hombre bajito limpiando y colocando todo a conciencia. Cuando me ve, saluda de forma simpática:

―Buenas tardes señorita. ¿Puedo ayudarla en algo?

―Buenas tardes, y por favor, no me llame de usted. Soy Brenda, encantada.

―Igualmente, Brenda ¿Qué necesita?

Suena mi teléfono de nuevo. Es mi hermano, otra vez. Le indico al hombre con la mano que espere un momento y me disculpe mientras descuelgo el teléfono:

―Buenas tardes, hermanito ¿Ocurre algo?

―Brenda, se trata de Martina―dice muy serio.

Martina, es mi sobrina. Mi hermano Yera es soldado y su trabajo consiste en proteger a los civiles que estén bajo amenaza de ataque. Ayuda aportando recursos básicos y asistencia sanitaria, tiene primeros auxilios y en casos extremos también ejerce de enfermero dentro de sus conocimientos, ayudando en lo que puede a los heridos.

En una de sus misiones encontró a Martina. Con apenas cinco meses de vida la niña ya era huérfana. Sus padres habían sido asesinados por el enemigo y cuando él y el resto del equipo llegaron, el pueblo ya estaba destruído. Por el suelo había cientos de cadáveres y el escenario que presenciaron era toda una masacre.

No obstante, siempre queda la esperanza de encontrar a alguien con vida y poder así ayudarle, por lo que revisaron cada remoto rincón de ese lugar en busca de supervivientes hasta que dio con ella. Dentro de un barreño de cerámica estaba Martina. Por lo visto, sus padres la habían escondido antes de morir.

La niña se encontraba muy débil y las condiciones en las que vivía no eran lo más adecuado para un desarrollo sano, y menos, en alguien tan pequeño. Yera dio gracias al cielo porque no la hubiesen encontrado y matado como al resto.

Mi hermano siempre ha dicho que desde el primer momento en que la cogió en brazos y la pequeña le miró, se enamoró de ella sintiendo un amor incondicional hacia el bebé que acababa de conocer hacía apenas unos segundos. Así que regresó a España y solicitó todos los permisos necesarios para la adopción.

Ser un soldado conocido de reputación ejemplar, encontrar él mismo a la pequeña y haberla proporcionado los cuidados necesarios para que sobreviviera hasta su regreso fueron datos muy a su favor que hicieron que todo este proceso de la adopción, que generalmente es muy largo, se redujera a muy poco tiempo.

DIME SI ME QUIERESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora