Capítulo 2

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Sigo sentada al lado de la alcantarilla intentando recuperar las llaves de casa. El hombre del coche se ha ido y ahora me siento peor que cuando estaba. He sido una maleducada, aunque su comportamiento tampoco me ha ayudado a relajar tensiones entre nosotros, las cosas como son.

Ahora que lo pienso, vaya imagen se habrá llevado de mí. Las llaves, de momento siguen en el mismo sitio, el problema es que el palo es demasiado fino y uno más gordo no entra por la rendija.

Lo máximo que he conseguido tras un buen rato ha sido rozarlas a duras penas. Menos mal que por esta zona suele pasar poca gente porque si no habría vídeos de mí hasta en internet, con el típico titular tonto estilo: "Mujer vs alcantarilla". Tampoco es para menos, ya que ver a una persona a las siete y pico de la mañana con unos pantalones de vestir, la blusa más de lo mismo, los tacones de aguja que nos mandan con el uniforme y un palo en la mano con el que está hurgando dentro de las rendijas de una alcantarilla, pues no creo que sea algo habitual de ver y menos a estas horas de la mañana.

En cuanto al hombre, realmente pensaba que iba a mover el coche para después venir a ayudarme pero claro, teniendo en cuenta el vehículo, la ropa, el perfume, etc, será una persona de negocios bastante ocupada, y si a eso añado mi penoso comportamiento, es de cajón que no va a perder su valioso tiempo, con una trabajadora normal y corriente, que encima, estaba dando golpes y patadas a su coche, que le ha hablado mal, y que le ha intentado echar varias veces de un sitio público como viene a ser la calle.

Me daría de cabezazos contra la pared, de verdad, pero qué exagerada que soy a veces, con lo tranquilita que suelo estar por norma general...

―¿Necesitas ayuda?―pregunta una voz de repente.

¡Vaya susto! ¡Casi me subo a la farola del brinco que he dado! Me ha pillado tan desprevenida, que no sé ni qué decir, y al ver que no contesto, el hombre de antes me dice:

―Por lo que veo, tu idea del palo no ha funcionado.

―Y yo por lo visto tendré que darle la razón― digo mientras pongo cara de no haber roto nunca un plato, a ver si así le doy penita y no tiene tan en cuenta mi vergonzoso comportamiento de antes―Por cierto, quería disculparme con usted. No tengo por costumbre ser así, pero llevo bastante cansancio físico y mental acumulado y el problema de las llaves ha sido la gota que ha colmado el vaso. Sé que eso no justifica mis formas, pero espero que sirva para que no me lo tenga usted en cuenta. También quiero decirle, que me alegro mucho de que haya vuelto para ayudarme, porque tiene razón... No voy a sacar las llaves con este palo.

―Todos tenemos derecho de vez en cuando a un día malo, así que disculpas aceptadas, Brenda, y por favor, tutéame. Me llamo Marco, y quizá no baste solo con el palo, pero con esto que he cogido, te prometo, que podremos recuperarlo.

¡Ooooh! ¡Qué majooo! Ha restado importancia a mi comportamiento y traído algo para ayudarme.

Me levanto de un brinco, le cojo de la camisa impulsivamente mientras doy saltitos por la alegría, y le digo con una sonrisa de oreja a oreja:

―¡¿Qué es?! ¡¿Qué eees?!―definitivamente, solo me falta aplaudir con las orejas.

Mi intriga es más que palpable y no se me ocurre qué puede haber traído Marco para ayudarme pero estoy deseando verlo.

―Hilo de pescar y un imán―responde orgulloso mientras le miro con cara de no entender nada, hasta que me da una más que satisfactoria explicación.

―Mira, ataremos el uno al otro, los colaremos entre la rendija de la alcantarilla y así podremos recuperar las llaves.

―¡Marco!¡Es genial! Jamás se me habría ocurrido una idea tan simple y eficaz.

DIME SI ME QUIERESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora