Historias en las que no prometo un final feliz, la mayoría lo tendrán.
Estas pequeñas historias solo tiene de protagonistas a la pareja Cole y Lili o Betty y Jughead.
𝗡𝗼 𝘀𝗲 𝗽𝗲𝗿𝗺𝗶𝘁𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗽𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮.
𝗦𝗶 𝗾𝘂...
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Betty se remueve incómoda en la cama y observa una vez más el reloj, cerciorándose de que son las cuatro de la madrugada y su marido aún no ha vuelto.
Estaba acostumbrada a las salidas constantes de su marido por las noches. Salía sobre las once y media y llegaba, mínimo, a las cinco de la madrugada.
Y no solo se había acostumbrado a eso, también lloraba todas las noches, pues su marido la estaba engañando. Ella no tenía ni un pelo de tonta y sus escapadas nocturnas daban mucho que pensar, pero sus pensamientos hacia Jughead no fueron afirmados hasta que una noche Jughead llegó oliendo a perfume femenino. Tras esa noche, todas las demás eran iguales, exceptuando alguna que otra en la que salía con sus amigos.
Betty lloraba, no entendía como el hombre al que amaba era capaz de hacerle eso, ¿es que ya no la quería? ¿Era su culpa? ¿Había hecho algo mal? No lo sabía y no tenía el valor suficiente para hablarle del tema. Ella no era tonta y desde pequeña se repetía que en un futuro ella sería incapaz de perdonar una infidelidad, pero el amor nos hace débiles y durante los meses que Jughead llevaba engañándola, esas palabras se las había llevado el viento.
Los pensamientos de la rubia fueron cortados por el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose y segundos más tardes los de unos zapatos chocando contra el suelo.
Jugjead abrió la puerta del cuarto, desprendía un notable aroma a cigarro y a colonia de mujer, pero no estaba apestando a alcohol, que era una de las cosas que a Betty más le dolía. Todo lo que hacía a sus espaldas, engañarla, besarse y acostarse con otra mujer, lo hacía consciente de sus actos, nunca estaba bajo los efectos del alcohol.
Betty sintió como un cuerpo se acomodaba al lado de ella, en la cama de matrimonio. Betty no se giró, pues estaba demasiado ocupada llorando.
Sus sollozos eran silenciosos para que él no la escuchara, ¿por qué no la dejaba y acababa con todo este dolor? Ella no podía porque lo seguía amando, pero él, él no la quería, al menos eso demostraba.
Y así se durmió, entre preguntas y lloriqueos susurrados.
—BUGHEAD—
La rubia le agradece a Amelia, su empleada del hogar, por haberle servido la taza de té.
—¿El señor no ha bajado aún?—Pregunta molesta la empleada, pues ella sabía de las cosas que hacia el marido de su dulce jefa.
—No.—Soltó Betty con la mirada en la dona que tenía en su plato.
—¿Quiere que lo mande a llamar?—Betty niega, si no le veía la cara mejor, pues sus ojos estaban hinchados y rojos de tanto llorar.
—En absoluto, muchas gracias y puedes retirarte.—La mujer asintió y unos minutos más tarde el pelinegro bajó.
—Hola Betts.—Le dió un beso en el pelo y avanzó hasta sentarse frente a ella.—¿Qué tal?—Pregunta como si no se hubiera acostado con otra mujer anoche, ¿cómo podía ser tan cínico?