-Prólogo-

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William:

-.....Madre, estaré bien, cuando tenga el dinero suficiente volveré para buscarte,  Recuerda que pase lo que pase vamos a salir adelante juntos.

Limpié la ardiente lágrima que corría hasta mi golpeada mejilla, dolía, un poco, sí que dolía...pero nunca aquel dolor fue más grande que ver a mi madre tirada en el suelo, desangrando su alma rota, esa que él se cansó de maltratar hasta lograr marchitar, sí, mire a mi madre marchita.

Aprovechando su débil aliento para  pedirme que me quedara, quizás debí haberla escuchado, quizás, pero eso jamás lo sabremos.

Tomé mi mochila, en un impulso de furia agarré el cuchillo, ese que se encontraba en la mesa central de la sala de estar, besé entonces la frente de mi madre y llevé a mi cuerpo directo a la puerta, mi mente había salido de allí mucho tiempo antes dispuesta a correr hasta el fin del mundo, con tal de encontrar y hacer pagar a aquel hombre cruel, aquel que un día había llamado padre...

_Todo por ti....mamá_

Ethel:

-......Basta! Déjeme sola! Por favor no me toque!!

Sentía mis manos temblorosas, un manantial de sudor se abría paso a través de mi cara.

Estoy cansada, cada día pesa más que el anterior, pido en las noches por un diferente amanecer, supongo que estoy desesperada, y es que no puedo seguir aquí, aquí tras el muro gris, tras la imponente puerta siempre cerrada, con el sonido agudo de esa campana, los invariables horarios y desayunos grupales, las visitas de esa "gente que quieren ser padres" y la pena en las miradas, sobre todo esa última mirada, la que anuncia que el domingo ha  llegado a su fin, esa, la de la Madre Bertha.

-...Ya le dije que no!! Y es que no puede entender que aún haciendo lo imposible, nada resultará?
Acéptelo y déjeme aceptarlo a mi ya de una vez!!! A mi nadie me adoptará! No puedo exponerme más Madre Bertha, es mi corazón quien sufre, es mi alma quien se ha cansado de llorar!!

Estaba intentando procesar todo lo que pasaba por mi mente en aquel momento, podía escuchar que habían muchas personas cerca. Risas y exclamaciones eran el fondo musical de mis pensamientos, eran los futuros padres rodeados de los muchos niños, teniendo su día de convivencia, niños con ojos de ilusión, padres eligiendo con minuciosidad cuál cajita de sorpresa se llevarían para toda la vida, y también estaba yo, estaba detrás, sentada en el descanso de la escalerilla, rehusándome a presentarme ante la nueva pareja que buscaba a un tercero en la ecuación para completar su felicidad...

Tomé la mochila gris, aquella que recibimos todos tras la donación que hiciera el año pasado el Centro de Estudios Poblacionales de Brooklyn de la calle Ocean, la llené con todas mis cosas, esas que eran suficientes para llenar toda una caja de zapatos, agarré tambien mis ahorros, di gracias en ese momento, por haber guardado cada moneda que recibí para comprar dulces, todos aquellos domingos en los que, personas para las que no fui "la indicada" decidieron dejarme para endulzar así el rechazo que dejaban tras su partida.

Así fue mi último día en Saint Joseph, un salto por la ventana del fondo y las lágrimas que brotaban de mis ojos fueron la única despedida de aquel lugar que durante 15 años había sido mi hogar.
Mi respiración empezó a entrecortarse y mi vista se nublaba a cada paso que daba, pero sentía en mi interior que por primera vez había comenzado a andar con mis propios pies y algo me decía que esta vez nada me podría retrasar para encontrar mi lugar especial.

°•Pura Coincidencia•°♧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora