Capítulo.1 🌕🗡️🌕

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Instaló su puesto y esperaba que un visitante tuviera curiosidad en sus artilugios, cosa que no tardó mucho tiempo en aparecer, puesto que alguien, un cliente, se atrevió a ver

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Instaló su puesto y esperaba que un visitante tuviera curiosidad en sus artilugios, cosa que no tardó mucho tiempo en aparecer, puesto que alguien, un cliente, se atrevió a ver. El chico se emocionó; su rostro solo mostró sus hermosos ojos azules como el cielo que está en un espejismo de agua, que cautivó a la clientela, ya que en estos casi podrían reflejarse las estrellas.

-Puedo ver que te interesan mucho mis cosas, bueno, dime qué puedo ofrecerte, ¿qué es lo que buscas? ¿Cosas malditas, encantamientos, pociones, maleficios, una lámpara mágica tal vez? -dijo con un tono coqueto y juguetón.

Aquel cliente negó algo avergonzado y comenzó a observar lo que se encontraba en el lugar. Su atención fue captada por una daga de aspecto lujoso y llamativo colocada en uno de los estantes. Esta parecía brillar con intensidad; su funda de color rojo parecía sangre, mejor dicho carmín, pero parecía peculiar; parcialmente como si fuera un líquido, tenía movimiento.

El vendedor notó enseguida la curiosidad de su cliente; a paso lento se acercó y tomó la daga entre sus manos, apretándola contra su pecho con mucho cariño.

-Ya veo, le interesa la daga, pero lamento mucho decirle que esta no está en venta -él observó como la persona delante de él ladeó la cabeza con fundido- ¿Eh? ¿Por qué? Bueno, es algo difícil de explicar...

El cliente sin más se dispuso a marcharse, cosa que el buhonero quiso impedir, por lo que, jalando de sus ropas un poco, colocándose frente a él y mientras le tomaba de los hombros de la persona contraria, decidió hablar.

-Espera, no te vayas, -le observó algo alarmado, mientras le soltaba el agarre de los hombros del/la contrario-. ¿Te quedarías si te cuento sobre el romance prohibido?

La persona le veía algo asustado por la recién acción, pero después cambió su expresión por una confundida.

-Así es como has escuchado: un amor prohibido, un amor sobre el sultán de Arabia de este mismo lugar y un joven ladrón no eran nada compatibles, pero algo en ellos surgió de una manera extraña... ¿Qué dices? ¿Entonces te quedarás?

El cliente negó.

-Oh bueno, -mencionó con un tono de tristeza-, está bien, admito que el romance no es mejor chantaje para atrapar a alguien, -sacó la daga y se la mostró a su acompañante-, pero ya que te ha interesado esta daga, déjame decirte que esta perteneció al mismo ladrón que conquistó al sultán. ¿Entonces qué piensas?

La clientela lo pensó un poco más y aceptó; le observó detenidamente; el mercader asintió; le guió hasta un asiento cerca de su puesto; él se colocó al otro lado de la mesa. Mientras apretaba más contra sí la daga, parecía sonreír.

-Bien; comenzaré relatando los hechos del dueño de la daga.

»Él era un joven que vivía robando a los ricos, puesto que el país no provenía de buena abundancia económica, así que decidió robar para mantenerse. El cómo consiguió la daga aún es un misterio, pero se dice que fue un regalo por parte de un familiar suyo. La peculiaridad de esta daga es que nunca falla. Si su portador tenía en mente lo que haría, la daga cumplía su objetivo, asesinar, dañar, dar una advertencia, incluso llevarle de un lado a otro. La daga tenía un extraño poder de inigualables posibilidades que no fueron descubiertas en su totalidad por su dueño, pero gracias a eso el hombre se hizo el más buscado ladrón de todos los alrededores de Arabia.

Aunque algo le extrañaba a todos en este lugar, puesto que vivía donde "el palacio de las maravillas" se encontraba y que rebosaba de grandes fortunas y estaba hecho de oro puro, era raro que un ladrón de tal calaña no fuera por el castillo y sus lujos. La razón de esto era que el ladrón no robaba por avaricia, si no para ayudar a quienes lo necesitaban.

Él vivía en una casa algo humilde, no gozaba de lujos, pero podía vivir adecuadamente; las riquezas que obtenía eran dadas a los niños que buscaban qué comer. Además de que trabajaba dando uno que otro servicio extra, algo extravagante para su gusto, un bailarín experto y sobre todo atractivo...

El comprador le escuchaba maravillado por el comienzo del relato, cosa que el comerciante agradeció de todo corazón.

-¿Interesante, no lo crees? -soltó una leve risa para después observar la luna-, continuando con la historia:

»Has de pensar que el sultán era un tirano qué solo pensaba en él, qué era gordo y feo, ¡pero era lo contrario, el sultán era joven y apuesto!, respetado por todos en el palacio o al menos por algunos, pero el hecho de no ayudar a su pueblo por el hambre no era por avaricia, sino que él hacia lo indispensable por ayudar, pero cada día los intentos eran en vano, pues las actuales guerras internas entre los consejeros le dejaban imposibilitado, puesto que aquellos viejos siempre tomaban todo el dinero.

Aunque él también tenía su lado maligno qué todos temían, sabían que era cruel, talvez un poco despiadado cuando le hacían enojar, torturaba y mataba sin piedad, aunque él fuera el sultán aún tenía 20 años no podría decidir hasta que cumpliera los 24, por lo que optaba de vestirse de pueblerino y ayudar, para mala suerte de ambos o buena suerte, tanto el ladrón como el sultán se cruzaron, sus miradas se conectaron, llamando su atención, causando qué el ladrón fuera capturado a merced del sultán, cuando entró al palacio supo que sus días estaban contados...

El mercader tuvo que interrumpir su relato, ya que fue sacudido por su clientela; el vendedor solo soltaba risas y paraba el movimiento de su acompañante, quien le veía emocionado por el relato.

-Tranquilízate, nada malo pasará, por ahora -le dio una sonrisa juguetona-, bueno, entonces continuemos con el relato, la noche aún es joven.

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Noches en ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora