Capítulo.2 🌕🗡️

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»Era una mañana plena, el mercado estaba lleno, el ruido gobernaba, Arabia estaba más despierta que nunca y sus habitantes hacían sus actividades de rutina

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»Era una mañana plena, el mercado estaba lleno, el ruido gobernaba, Arabia estaba más despierta que nunca y sus habitantes hacían sus actividades de rutina. Eso incluía a un chico de cabello naranja de un tono casi rojizo que se encontraba en uno de los techos observando a las personas que pasaban por ahí. ¿La razón?, simple, le robaría a alguien, era de lo que vivía, además hacía el bien por los demás. Él nunca tuvo a alguien a quien llamar familia, o algo por el estilo, aunque de igual manera no tiene recuerdos de haberla tenido, puesto que sus memorias fueron borradas por un accidente. A su lado se encontraba un albino de mirada nerviosa, pero atenta. Era su acompañante de aventuras, o al menos es lo que aquel chico solía decir en contra de la voluntad del peliblanco.

-Bueno, ¿todo listo, Atsushi? -preguntó aquel joven de cabellera naranja, mientras no apartaba su mirada del bazar bajo de ellos.

-Chuya, por dios si mi padre me viera en este instante, te juro que me estaría golpeando por hacer algo así -mencionó el contrario mientras daba vueltas, entrando en paranoia.

-Por ello nos cubrimos las caras. -Mostro su bufanda.

-Chuya... Somos los únicos que tenemos el cabello extravagante; es un milagro que nadie nos haya reconocido aún.

-No lo han hecho porque los extranjeros son así, de cabello variado; además, prácticamente somos invisibles para la guardia real del palacio o de lo contrario ya habrían venido a buscarnos.

-¡Habla por ti, mi padre es uno de los mejores comerciantes, todos le conocen, hasta a mí! -sacudió un poco a su acompañante, y notó cómo el contrario rodó los ojos fastidiado.

-Se sacó de su agarre y le observó un momento-. Es un punto a tu favor; nadie pensaría que un lindo e inocente chico sería cómplice de esto.

-Sigo pensando que deberíamos parar.

-Su mirada volvió al bazar- No, yo no hago esto por avaricia, sino para ayudar. Yo nunca me quedo con nada que no necesite; el resto se lo doy a los que lo necesitan; la prueba está en mi deteriorada casa.

-Bien, -tocó su cabeza con frustración -pero Chuya, ten cuidado: en algún momento alguien del palacio aparecerá y...

-Esos estúpidos no han salido en años; -interrumpió el sermón de preocupación -¿por qué saldrían ahora? Su gente muere cada semana a gran escala por la escasez de dinero, comida y refugio; la mayoría de ellos son niños...

-Chuya, todos aquí saben que desde la muerte de la antigua sultana no es lo mismo. -se cruzó de brazos mientras desviaba la mirada- El príncipe aún no puede hacer nada aunque le llamen sultán; prácticamente tiene nuestra edad.

-Te está afectando el adentrarte en el Palacio para ver a tu novio -dijo en tono burlón.

-Le observo molesto-. En primera, ni es mi novio; es solo un arrogante guardia del palacio que me hace la vida de cuadritos cada vez que nos solicitan en este. En segunda, se me permite el paso; yo no me meto sin permiso, quiero vivir, gracias.

-Exageras -rodó los ojos, para acto seguido fijar su vista en alguien en especial.

-Chuya, hablo en serio, sé que quieres ayudar, pero esto te costará la vida.

-No mientras tenga la daga.

-No te confíes tanto, en algún momento puedes perderla.

-Lo sé. Por ello sé defenderme; esto solo es un beneficio para todos.

Apuntó hacia un tipo y lanzó la daga haciendo que esta se clavara en la bolsa de dinero y después apareciera a su mano.

-Es fácil hacerlo de esta manera.

-Sigues sin escucharme.

-¿Alguna te he escuchado?-sonrió arrogante mientras le lanzaba la bolsa de dinero.

-Atrapó la bolsa y habló con cierto tono de burla- Cuando ocultas tu identidad, señorita Nakahara.

-Agh... -Rodó los ojos y se colocó al borde del techo-. Solo lo hago por mi bien. No me gusta parecer una chica.

-Dile eso a tus rasgos femeninos.

-Atsushi -le observó seriamente, indicando que no se atreva a decir algo más.

-Bien, ya no diré nada, -alzó sus brazos en símbolo de tregua-, pero si la guardia real te atrapa no te ayudaré.

-Como si esos imbéciles pudieran atraparme.

El joven miró a los alrededores y notó a un castaño merodear por el lugar, pero era seguido por 3 hombres. Chuya pensó que eran forasteros, así que decidió atacar directamente. Nadie era tan rápido para darse cuenta de que le robaría; además le demostraría a Atsushi lo equivocado que estaba.

Él podía atacar sin usar su daga y hacerlo a la antigua, así que sin escuchar a Atsushi bajó y se cubrió el rostro, intentando chocar con aquel hombre para robarle dinero.

Mala elección: el hombre le tomó de la muñeca y le apretó; cuando le observó sus ojos, se abrieron en sorpresa. Miró de reojo a Atsushi, quien se veía pálido y cubría su cara en forma de desesperación, puesto que se habían encontrado con nada más y nada menos que el sultán, aquel que nadie había visto desde hace tiempo. Había decidido salir del palacio. Definitivamente fue el peor error que Chuya cometió. De todas las personas que se podría encontrar era con él.

-Veo que encontré una rata escurridiza, pero no una cualquiera, sino el más buscado ladrón de cabellera de fuego; es mi día de suerte, -dirigió una mirada a sus acompañantes y lo lanzó hasta ellos-. Llévenselo.

Chuya fue tomado de las muñecas fuertemente. Este intento de separarse más le fue imposible; todo el mundo merodeaba alrededor.

Chasqueó la lengua y como pudo tomó la daga. Les hizo unos cortes en el pecho a los guardias, decidiendo escapar, pero se encontró con los ojos de aquel castaño observándole. Algo dentro de él emergió; no sabía con claridad qué fue aquello, pero se sentía cálido. Pasó de largo y se escabulló entre la multitud.

El castaño soltó una leve risa y pudo escuchar una voz detrás; al observar sus espaldas notó una cabellera rojiza; era el encargado de él. Suspiró e hizo un leve puchero, ya que al fin pudo escaparse del palacio y ya lo habían encontrado.

-Te hubieras tardado más, Odasaku, apenas si logré salir.

-Sabes que no debes salir sin supervisión.

-La tengo -apuntó a los guardias que fueron heridos y estaban recuperándose -¿Te das cuenta en el estado en que están?

-Sí, un ladrón nos atacó y se llevó mi dinero...

- ¿Qué? Y... ¿Dónde está? -observo a todos lados.

-Escapó -dijo mientras rodaba los ojos-. Odasaku, respóndeme algo.

-¿Qué sucede? -preguntó sin prestarle mucha atención, ya que se encontraba revisando a los guardias.

-¿Cuántas personas con el cabello color naranjo o rojizo son habitantes de aquí?

-No lo sé, solo conozco una sola persona, pero...

-¿Puedes llevarme con él?

-Sí, pero... deberías esperar al anochecer. -Arrasca su cabeza preocupado.

-¿Por qué?

-Es su hora de trabajo, no suele merodear de día.

-Bien... Esperaré.

-¿Para qué querías hacer eso? -le observo curioso

-Digamos que tengo una suposición.

-¿Suposición?

-Lo sabrás cuando me lleves -su mirada se volvió levemente rojiza.

Noches en ArabiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora