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A la distancia, esa que siempre los separaba, el joven soldado le hizo un gesto a la joven, provocando que se sonrojara. Aunque quisiera, ella no podía evitar que el domine sus sentimientos y mucho menos podía disfrazarlos.
Y eso que, cada vez que se veían, ella jugaba con las palabras, haciendo dudar a Julian Casablancas de lo que les sucedía.– Es por el frío, ya sabes –le explicó alguna la joven damisela.
Ese día, se encontraba vigilando la puerta del castillo esperando el cambio de horario para poder volver a la aldea, cuando la vio caminar sigilosamente hacía el.
– ¿Ocho treinta? Mi habitación –. Le ordenó. El asintió levemente mientras observaba el horizonte, asegurándose de que nadie los vea para que no sospechen de la ilegal relación.
Triste, ¿no? Aun hay gente que juega a ser Jesús sin levantar sus muertos. Pero esa era la vida.
Así como le fue ordenado, cumplió. No necesariamente porque fuera un orden, sino porque estaba terriblemente enamorada de la chiquilla. La joven Catalina entró a su habitación eludiendo a su histérica madre y todos sus secuaces luego de la cena, encontrándose a Julian sobresaltado tras su puerta.
En su faceta de soldado o no, Catalina lo encontraba terriblemente atractivo. Cómo en esas historias de grandes personalidades de anteriores siglos que Herr Wagner -su instructor- le contaba. Sin mencionar su enorme sabiduría, hablar con el era comparable con estar con su profesor de filosofía y religión, sacando los pesados castigos.
- Antes de irme me cruce a tu madre, se siente baronesa- se burló en un susurro. Ella río, no hablaba mal de su madre con externos pero a él sí lo permitía, era una manera de desahogarse de ella.
- No te das idea, desde que mi... -y se quedó callada.
- ¿Mi...?
- No bueno, es una tontería.
Pero en el fondo, el sabía que no era así. Sospechas había porque los rumores andaban por doquier. Así que se animó a dar el puntapié inicial.
- Georgus está aquí -afirmo más bien en tono de pregunta.
-Si, vino a hablar con mi madre.
La mirada apenas iluminada por el candelabro le bastó para saber lo que eso significaba. Catalina estaba en edad de casarse, ya era toda una mujer de hecho. Sus caderas estaban más anchas, sus ojos grandes y curiosos sobresalían sobre el resto junto una postura muy rígida.
Por su linaje, Catalina estaba destinada a un futuro no tan prometedor siendo hija de un súbdito gobernante del reino de Prusia.- Ya sabes cómo es -continuó- Adolf va a gobernar Suecia y Georg está soltero.
- Shhh- la abrazo. Tras pocos minutos de estar en brazos del otro, se separaron para perderse el uno con el otro. Catalina solo se perdía en la fascinación, sintiendo que nada más necesitaba si el estaba a su lado. Julian, por su parte, agonizaba porque sabía que algún momento se la arrebatarían. Y ese era su temor noche y día.
Unieron sus labios, siendo felices una vez más. Una nueva guerra se desataba, la más grande sequía los castigaba, la hambruna volvía y las tierras colapsaban. Pero, ¿Qué importaba? Ellos eran felices así, por más que se tengan que esconder.
¿Por qué la inmoralidad los había felices? ¿Por qué la felicidad era prohibida?
Tras intercambiar besos y caricias, el de pelo azabache se las ingenió para salir del castillo sin ser visto pensando en que compartía los labios de su amada con alguien más. Hizo memoria y recordó la información para aumentar su preocupación: Adolf es el hermano mayor de Juana, la madre de Catalina, y Georgus daba vueltas sobre su amada llevándole, ciertamente, ventaja.
Y la confirmación llegó con los días, en un nublado viernes.
– Casablancas –lo llamó la madre de Catalina. Siendo un simple soldado, que la jefa del castillo te reconozca es un privilegio.
Se dio vuelta y la encontró con dos maletas cuidadosamente dobladas. Estaban en la parte trasera del castillo, dónde desembarcaban los carruajes de servicio. Algo no iba bien.
-Lleva estás dos maletas pero con cuidado –advirtió posando sus ojos verdes botellas con vehemencia– uno tiene los mejores vestidos de mi hija y el resto es mío.
Y eso significaba una sola cosa. Una coronación estaba cerca. Aunque por fuera no mostrará sentimientos, por dentro parecía morirse. Apartaban a su amada de el, la cuenta era regresiva.
Salvo que se le ocurriese algo.
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• instant crush; julian casablancas
General FictionEn tiempos de guerra, cada quien decide morir por distintas causas. Julian decide morir por amor, aunque solo necesitaba un tiempo con ella.