Nueve y treintena y siete de la noche.
Boston, Massachusetts ."¿Por qué lo hice?" Era la pregunta que rondaba por esa cabeza una y otra vez.
No había hecho más nada que sentirse miserable, sentado en ese sofá azul marino de cuero de tres plazas, temblando como cuando un cachorro callejero se encuentra en una noche fría de invierno empapado por la lluvia. Tiritando, ojos aguados y rojos; como su nariz , las manchas que habían en su camiseta, hambriento y con un olor que emanaba no muy agradable característico de un club nocturno.
Así sentía...solo, asustado, angustiado de sí. Después de haber escuchado todo el día críticas y regaños de sus seres más cercanos y queridos. Dándole ellos saber a él que los había decepcionado... Otra vez.
Hace unas horas decidió apagar su celular, ya que la mayoría de los mensajes que recibía eran solo para averiguar. No estando en el estado para dar explicaciones.
Un toque particular lo saca de sus pensamientos.–Sé que estás allí. Ábreme.
Se queda estático al escuchar esa aguda y delicada voz.
–Por favor Lau-dice con angustia- Di algo.
Toma aire, con sus manos temblando abre la puerta principal. Haciéndose dejar ver por su amiga incondicional.
–Pasa-dice cabizbajo- Y si, si estoy bien.
–No lo estás. Claro que no lo estás. Solo mírate.
–Sí viniste aquí para regañarme...
–No, perdón- se tapa el rostro-Primero vamos a sentarnos.
Allí estaban los dos, él hablaba y ella solo escuchaba. Sin interrumpirle en algún momento. Como realmente debería de ser, ya que al reprender a una persona en su estado más vulnerable, haces que solo mayor inseguridad demuestre. Cerrándose para si mismo.
A medida que avanzaba contando lo ocurrido en las anteriores casi pasadas veinticuatro horas, su corazón daba vuelcos mientras trataba de ocultar las expresiones de sus ojos, labios. Todo lo relacionado a lo corporal, pero sobretodo... sus tan expresivas, traicioneras y delineadas cejas que siempre la terminaban delatando.
Visto que ya había terminado de relatar los hechos. Se atreve a hablar.–Solamente te preguntaré una cosa. Porque ya todo los demás son respuestas obvias.
El castaño (casi rubio) Escuchando eso se estremece. Ya que si una de las cosas que más le preocupaba ante la situación, es que su gran amiga lo abandonará. Así como muchas personas lo han hecho. Sintiendo la ansiedad y su corazón latir al cien.
–¿Qué si... No hubieses tenido el dinero para pagar la fianza?- dice la de cabello cobrizo-
–Pues...
–Mejor no, ya estás muy angustiado.
Toma un baño, estás sucio, cansado y de seguro debes tener hambre. Mientras, preparo algo de comer.No musita ni una palabra y va directo a lo pedido por la joven.
Estando en la cocina preparando unos sencillos sándwiches de queso y uno de chocolate, pero con mucho cariño.
Tal y como ellos se los comían juntos intercambiándolos con su "mitad y mitad" cada dos tardes.
Recuerdos le venían a la mente, tratando de que las lágrimas no salieran a lucir, pensando en como su amigo había cambiado tanto con los años.
Siempre había sido avispado, pero no creyó nunca que eso lo llevara a lo más temido.
Haciéndolo a veces verse irreconocible ante ella. Aunque, aún seguían esos rastros por ahí. Que solo ella conocía a la perfección.
Mientras servía la mesa, allí estaba él. Con su pantalón largo para dormir azul a cuadros y una franela negra.
No se hablaron y a poco se miraron, cada quien concentrado en su plato.
Para ello, incómodo no era, ya que tanto tiempo llegaron a compartir juntos. Haciéndoles apreciar el silencio y saber que hasta así seguían compartiendo tiempo de calidad.–Ya es tarde, mejor me voy.
–No, por favor . Quédate.
Se le veía en su mirada lo suplicante y lo sensible, lo solo y necesitado de cariño que se sentía. Tal cual un niño indefenso abandonado.
–Déjame ir por una sábana.
–No, dormirás conmigo- dice imponente-
–Pero y...
–Me dejó hace unas semanas-cortante-
Así que vamos a mi habitación.Ya acostados, los dos cada quien en su espacio. Siendo cubiertos por el mismo suave juego de cama. Junto la poca luz blanca del poste de la calle que llega a entrar entres las persianas por la ventana. Siendo una poco más de media noche.
–¿Cómo supiste lo que pasó?-dice aún de espaldas-
–Tu hermano.
–Siempre el de paloma mensajera- obstinado-
Ambos voltean, quedando frente a frente.
–Da "Gracias" que lo hizo.
–Dime porque lo defiendes.
–Porque lo necesitas Laurent, necesitas ayuda- dice viéndolo directamente a los ojos-
–Ya la hubiese pedido hace mucho- dice sin importancia.
–No, yo te conozco muy bien. De lo muy orgulloso que eres. No lo harás.
–Perdón- dice apenado- Es que he estado...
–¿Quieres un abrazo? Un abrazo siempre lo cura todo-dice casi inaudible-
El adulto fuerte, de mal carácter, orgulloso. Se lanza apenas escucha esa frase tan característica de ella. Dejando salir las primeras lágrimas que tanto les habían costado dejar que escaparan. Sollozos sentía ella en su pecho como si fuera su madre tratando de calmar a su bebé. Muy pocas veces se había dejado ver vulnerable ante ella. Eran contadas, para hacerlo tenía que ser algo de suma gravedad. Ya que él no es una persona muy sentimental.
Haciéndolo la hizo dejar muy en claro que la necesitaba.–Quiero cambiar-dice como puede quebrantado-
–Lo harás. Sé que puedes.
Allí estaba dándole su primera muestra de apoyo, tratando de hacerse la fuerte. Aún siendo ella la más sensible entre los dos. Con un nudo en la garganta, sus ojos bien abiertos, conteniendo algunas veces el aire. Para que él sintiera que iba a estar bien y a salvo.
Ya que sabía que si ella no se mostraba fuerte ante la situación, de ninguna forma él iba a poder.
Porque al ser las dos personas débiles, con poca fuerza de voluntad.
Todo se volvería una avalancha de sentimientos acabando con todo sentido de alcance de metas. En este caso...el cambiar para mejor. A volver a ser él joven que ella tan bien solía conocer.
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Since Then...
Teen FictionAmigos han sido por años, al igual que un "más que amigos". Pero no tanto. Para ellos tratan de estar, hasta que llegue a una situación que los haga unir sus corazones y mentes. Dándoles a entender que juntos siempre tuvieron que estar.