Bienvenidos, pecadores 😂.
...
Lo haré.
En serio haré esto.
No puede ser.
Me estoy arrepintiendo.
O tal vez no...
Mikhail me sienta en la orilla de la cama con lentitud, y definitivamente ya estoy temblando.
Se arrodilla frente a mí sin dejar mis ojos ni un momento.
— Nat...
Suspiro, intentando controlar mi respiración la cual ha comenzado a salirse de control.
— ¿Si?
— Quiero que me digas que te gusta y que no —toma uno de mis pies con sus manos y da un beso suave sobre éste—. Quiero que seas tú quien marque los límites.
— No sé cuáles son mis límites —susurro con los nervios a flor de piel.
Una sonrisa tierna curva sus labios.
— Lo sabrás cuando sea el momento.
Asegura, haciéndome temblar.
De verdad que los nervios están carcomiendo todo mí ser. Tengo el estómago revuelto, el corazón acelerado, la ansiedad aumenta y el deseo por él también.
— ¿Lista, mi amor? —su pregunta me pone a pensar.
¿Realmente estoy lista?
— Sí —afirmo con timidez.
Él asiente y empieza a besar mi pierna derecha.
Un beso tras otro, subiendo con una lentitud exasperante desde la punta de mi pie hasta mis rodillas cerradas.
Sus besos son lentos, suaves y húmedos. Definitivamente ya no puedo ni quiero controlarme. Mi piel está hirviendo y mi corazón a punto de sufrir un infarto. Dios mío, se siente tan bien...
Se detiene en mi muslo, algo lejos de mi zona íntima. Alza la cara y me enfoca, sonriéndome con dulzura. Se acomoda sobre sus rodillas y se acerca a mi rostro, besa mis labios con determinación pero con delicadeza.
Me toma por las caderas y con una de sus manos me invita a abrir las piernas.
Ok, aquí vamos.
Al infierno iré y con muchísimo gusto.
Obedezco y abro mis piernas con lentitud sin separarme de sus labios...sus besos por un momento me hacen olvidar lo que estoy haciendo.
Cuando abro mis piernas él toma mi cintura y me apega contra su abdomen, al sentir que mi intimidad golpea su abdomen suelta un gruñido varonil que me hace delirar, mis músculos se tensan agradablemente.
Su lengua juguetea con la mía, tentándola, retándola, conquistándola con cada lamida y cada mordida que poco a poco me hacen perder la razón. La humedad y el calor emanantes de nuestros labios es el comienzo de lo que será una noche que promete ser espectacular.
Coloco mis manos sobre sus hombros, acariciándole con cierta timidez, luego vierto una caricia de palma abierta hasta su cuello, enredando las hebras de su cabello castaño entre mis dedos. Lo acerco con desespero, un desespero que él corresponde. Sus manos han comenzado a acariciar mi espalda, apretando con suavidad mi piel y jugueteando con sus dedos, trazando líneas sin sentido por todas partes.
Se separa de mí y se pone de pie. Está sonrosado, con los labios hinchados, brillantes por los restos de saliva y rojizos por cada mordida en ellos. Noto que su está respiración acelerada.
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