Alrededor todavía puede ver algunas manchas de agua en el suelo.
Su consistencia transparente y líquida, hay algo especialmente atrapante al respecto que lo hace mantener los ojos fijos ahí.
Lo hace pensar en la sangre, se da cuenta. La salpicadura roja desde el filo de su espada. Un corte limpio en algún lugar de la carne viva. Una muerte misericordiosa. Rápida. Sin dolor.
Angosta un poco la mirada contra las manchas. Recurrentemente piensa en la sangre goteando de su mano, encharcada en sus palmas ahuecadas, pintando su sus dedos como un guante de encaje superpuesto contra su pálida piel.
A menudo escucha la voz de su padre en el fondo de su cabeza cuando ve la sangre. Piensa unos segundos en el charco contra el piso de madera. El recuerdo parpadea y luego se va. Kakashi lo deja irse del mismo modo, su mano floja se mantiene recargada sobre el borde su mente, tentativa entre sostener el hilo o simplemente abrir la mano y desenrollar el nudo para que pueda volar más.
El algodón de la ropa de Sakumo aún parece suave entre sus dedos. Él lo aspira, ¿a eso olía su padre? ¿Era así como lo recordaba? ¿Vejez con el olor a un viaje largo y agotador? ¿Sudor rancio y agrio?
No puede recordarlo exactamente, así que sacude la cabeza en contra de ese recuerdo. La piedra olvidada con su nombre reaparece en su cabeza. Su primer orden como Hokage fue moverla de ahí. Ahora su nombre está grabado en algún lugar al lado de los héroes sobre la piedra conmemorativa. Él no ha ido últimamente a saludar.
No era muy propio de Kakashi ir de todos modos. No antes de la guerra.
Kakashi se había detenido algunas veces delante de su nombre. Le temía. Temía terminar así. Temía poder simplemente perderse en el camino y recibir el rechazo, el desprecio, volverse en la escoria que todos habían dicho que Sakumo era.
Y Sakumo fue un héroe al final. Y él el Hokage de la aldea.
Pero mucho tiempo antes de eso Kakashi había tenido miedo. La risa de los niños sonaba en algún lado, siempre de una forma ausente y lejana a él.
No pensaba mucho en eso entonces. O quizá solo intentaba no hacerlo. El modo en el que los niños se iban de la mano de sus padres, marchando afuera del parque junto a sus familias mientras él caminaba solo de regreso a un vacío y frío hogar donde su padre se había quitado la vida.
Sobre el ropero de su cuarto había una fotografía acumulando polvo. Pequeñas motas sobre el fondo claro, negrura que opacaba los rostros pálidos, los cabellos plateados, los ojos vivos y brillantes, falsos, mentirosos en cuanto a la felicidad que parecían derramar.
Entonces Kakashi pensaba que Sakumo se había equivocado. Había hecho algo bueno que había parecido malo. El sacrificio absurdo e irracional por la gente que quería. Había salvado a sus compañeros, y también había sido rechazado por ellos.
La misión siempre era primero, más aun en tiempos de guerra. Fallar no era una opción. Valorar la vida de otros no era una opción.
Y su pequeño hogar se había quebrado en dos. Había sido saqueado por el fantasma de la muerte, se había resquebrajado de forma irrecuperable como el pequeño nido de un pájaro cuyas varitas se tuercen entre los dedos y cae bruscamente de la rama del árbol.
Kakashi había observado la fotografía de su familia. La madre que no conoció más allá de esa imagen y de las breves charlas de su padre; el rostro pálido y tímido de Sakumo; la forma pequeña y débil de aquel bebé que un día fue.
Tomando el marco en sus manos Kakashi lo había arrojado al suelo. Lo rompió, estrelló el cristal contra las tablas y clavó el fondo de su pie repetidas veces contra la imagen de su padre y de su madre, contra su propia y deformada versión de él.
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Al final del camino [KakaGai Day 2020!]
RomanceA veces, intentar algo en el ocaso de la vida parece demasiado inútil y doloroso cuando solo hay un camino lleno de arrepentimientos atrás. Pero quizá, en realidad nunca es demasiado tarde para decidir ser feliz y continuar. KakaGai Day KakaGai Day...