Imma vio directamente ese color tan intenso y oscuro de los ojos de su pequeño.
Siempre se preguntó cuándo creció tan rápido, a ella le hubiera gustado nunca verlo crecer, que nunca cumpliera más de cinco años y nunca se lo quitaran de sus brazos, que le quitaran a aquel niño sonriente y feliz, pero el hecho de que ahora Géminis fuera inexpresivo y poco de palabras no quería decir que Imma no lo amara cada día de su vida como la primera vez que lo vio.
Todavía recordaba ese momento. Lo atesoraba en su alma como lo más preciado, ya que prácticamente Imma no tenía a nadie más que no fuera Géminis.
Después de que Arthur le mostrara al niño a Lennard Böhler y éste aceptara acogerlo en su hogar para que cuando creciera sirviera a su familia, Arthur mandó a llamar a todas las mucamas de la mansión. En frente del grupo de mujeres explicó la situación y dictó que todas ahí participarían en el cuido y crianza del bebé.
Los rostros de las mucamas no estaban nada convencidos, pero no eran capaces de contradecir la orden. Cuando Arthur iba a retirarse se acercó a Imma y con cuidado le entregó el niño en sus brazos, en todo aquel día la mujer no lo había podido cargar, y no podía negar que en el momento de recibirlo se sintió nerviosa y asustada, no obstante no dudó ni un segundo en aceptar al bebé en brazos. El temor y el nerviosismo que Imma sentía no venía del niño, sino de ella. Se preguntaba si estaría calificada para cuidar de una vida tan delicada, ya que nunca había tratado con niños, era joven e inexperta pero algo era seguro, eso no bajaría su determinación y su seguridad de que ella haría lo que fuera por ese bebé.
Fue amor a primera vista.
Cuatro meses pasaron y todo la responsabilidad del bebé recayó en ella. En esos cuatro meses el cuido de las sirvientas no era el mejor, a veces y se acordaban de darle de alimentar o de cambiarlo, además de eso lo dejaban solo demasiado tiempo, podía caerse de la cuna improvisada que le habían hecho o podía comenzar a llorar y nadie se daría cuenta, de hecho, en una ocasión el bebé quedó completamente solo por tres horas, sin la supervisión de nadie, Imma por su parte debía cumplir con su labor al otro lado de la mansión, lejos del niño. Estaba esperanzada y confiada en que sus compañeras de trabajo cuidarían al crío mientras ella no estaba, pero se había equivocado.
Al encontrar al bebé y hacer cuenta del tiempo que había estado solo no se molestó en mostrar su enojo a las demás mujeres, gritándoles mientras abrazaba a la criatura contra su pecho. ¿A ellas les importó? Era obvio que no. Se dieron cuenta de la preocupación y el esmero en el cuido del niño por parte de Imma, sabían que ella no lo dejaría solo por nada, y así, de un día para otro se olvidaron de la existencia del niño y sólo se referían a él para hablar sin ningún filtro sobre el tipo de brujería que pudieron haber usado en él y un montón de tonterías más.
A Imma por su parte no le importó que se lo dejaran a ella, de hecho, agradecía el gesto y estaba aliviada de que el bebé ya no dependiera de mujeres insensibles, ahora estaba en sus manos y no lo iba a defraudar.
Ella le ayudó a dar sus primeros pasos, a ella fue dirigida sus primeras palabras, ella le enseñó a leer y a escribir, le enseñó valores y hábitos, le reprendió cuando fue necesario y le amó incondicionalmente.
Sus esfuerzos dieron grandes frutos, pero ella no lo sentía suficiente, a veces pensaba en que pudo haber hecho más, aunque claramente no era su culpa lo que había pasado, todo ya estaba predicho para Géminis desde que llegó a ese lugar, sólo era cuestión de tiempo para que todo se cumpliera como fue dictado, pero Imma no estuvo preparada para eso al estar inmersa en la felicidad de ya no estar sola, de tener a alguien a quien amar y proteger.
—¿Vas a desayunar? —Preguntó animada— No tienes nada en el estómago y no voy a permitir que pases todo el día así.
Géminis lo pensó un poco, siempre con aquella expresión neutra, con la diferencia de que ladeó la cabeza mientras miraba a Imma, a ésta le pareció adorable la acción.
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Géminis.
Historische RomaneSer abandonado, seguramente indeseado, y luego aparece una luz de esperanza, esperanza de crecer como todo niño merece, pero resultó ser todo lo contrario. Al crecer, lo criaron de manera dura y entrenaron dolorosamente para cumplir la única tarea q...