·Capítulo VII·

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—Mallory, he quedado muy interesado con lo que me cuentas, y no me refiero específicamente a la reunión que tendrán tus padres con honoríficas personas, me refiero a tu emoción por volver a salir de tu hogar y por lo menos haber gozado de los placeres que toda dama disfruta. Y si me permites sería para mí placer mayor que el anterior que me acompañases a pasar lo que te queda de tarde conmigo, y así, me sigas platicando de tu semana e invitarte a donde quieras a tomar la merienda de la tarde.

—Nunca podría negarte una invitación, Helge, y bien porque entre nosotros podría rechazarla —dijo con una sonrisa llena de confianza—, pero es para mí tu compañía algo tan valioso que no puedo disfrutar a menudo, negarme sería algo tonto de mi parte.

Y así, encantado de su respuesta Helge le dispuso su brazo para que se dirigieran ya sea caminando o en coche al lugar que Mallory más quisiera para pasar su tiempo, todo por permanecer con ella lo que le quedaba de día.

—Mis fieles señoritas, una vez más me han hecho sentir muy feliz y acompañada con su presencia, pero ahora me dispongo de la compañía del joven señor Böhler, por lo tanto ya pueden retirarse y descansar. Les pido que vuelvan a casa y que le digan a la señora Wagner que les dé el día libre, por favor.

Las damas de compañía no pudieron evitar verse la una con la otra y compartir sonrisas de satisfacción y felicidad.

Hicieron una reverencia a ambos jóvenes y tomadas de los brazos se dirigieron caminando a la calle cercana donde había quedado el coche de color claro de la casa Engelhard.

Cuando las vieron irse Helge le hizo otro comentario a Mallory a lo que ella sonreía y miraba con atención los hermosos ojos azules de Helge. Mientras lo escuchaba no se percataron de cierta dificultad con la que una señora a unos metros de ellos trataba de hacer seguir la carriola que empujaba ya que esta de repente había dejado de avanzar.

Géminis que había desviado su vista de ambos jóvenes notó de repente la situación de la pobre dama, quien comenzaba a verse abochornada por la vergüenza de tal accidente en media calle. Se extrañó de que ningún caballero a su alrededor no se hubiera dado cuenta de tal situación y no se hubiera ofrecido a ayudar, pero por supuesto, recordó que un traje distinguido no se arrugaría o ensuciaría por dar auxilio.

Con ganas honestas de ayudar y sin traje que arruinar se acercó tranquilamente a la señora y sin decir nada se agachó para ver si el problema estaba en las ruedas, lo hacía lo más rápido que podía antes de que la dama se diera cuenta de quién era y destrabara brutalmente la carriola en un impulso de alejarse de él.

Miró una de las delicadas ruedas cuya delgadez y delicadeza le llamó la atención, al examinarlas con detenimiento ante el silencio de la mujer y su mirada clavada en su espalda notó como un tornillo sobresalía más que los otros de una rueda trasera, ya sabido sacó una daga muy pequeña que siempre cargaba consigo y ajustó el tornillo con facilidad.

—Disculpe...

—Con esto ya deberá moverse.

Dicho esto el joven empujó delicadamente hacia adelante la carriola demostrando que ya era funcional, con éxito logró avanzar y así un suspiro discreto de alivio salió de la boca de la mujer, antes de agradecerle al joven se escuchó un grito a la lejanía.

—¡Cuidado!

Todos voltearon en dirección a la infantil voz que le pertenecía a un niño siendo seguido por otros detrás de él, los presentes al dirigir su vista al cielo, en donde el niño miraba con miedo mientras corría, identificaron una cometa de considerable tamaño que volaba sin control y que de un momento para otro comenzó a descender en picada.

Géminis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora