Capítulo 5

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Lo siento por la espera, pero como dije, durante parte de Julio las actualizaciones serán lentas por motivos familiares.

¡Enjoy!

Capítulo 5

~*~

La sensación de felicidad es imposible de explicarse. Dean abre los ojos de par en par, con un brillo especialmente fuerte en sus cuencas verdes mientras siente otro movimiento en el vientre de Sam y las facciones del castaño se arrugan apenas un poco.

― ¿Te duele?

― Un poco, pero es más grande la felicidad de sentir sus movimientos, Dean.

― Lo es. ― El rubio dice.

Aunque no está seguro de cómo será para su amante, él se encuentra embelesado mientras sus manos permanecen un buen rato sobre el vientre del castaño, esperando sentir más y más de esas pataditas que de un momento a otro se detienen. Y él se encuentra anhelando sentirlas de nuevo.

― ¿Se han detenido? ¿Por qué? ¿Ellos no están cómodos conmigo, Sammy? Soy su padre, ya sabes, su otro papá.

El menor sonríe con ternura y una pizca de diversión. Es casi adorable ver a su amante de esa manera. Con puchero en los labios y un reclamo infantil que casi parece capaz de llegar hasta sus bebés, nadando en su interior en un segundo y quedándose quietos al siguiente.

― Ellos no se moverán todo el tiempo, Dean. No tiene nada que ver contigo, pero si les hablas más, ellos seguro se moverán para ti más a menudo.

No es que el mayor Winchester no esté al pendiente de sus bebés, o que deliberadamente evite hablarles con la tripa de Sam de por medio. Es que cuando él consigue encontrar el valor para hablarles, son pocas las cosas que tiene para decirles. Porque, venga hombre, no es como si su vida fuera muy genial como para hablarles de ella. No quería contarles sobre la inmejorable cantidad de aventuras habidas y por haber como cazadores u hombres de letras, ni abordar todo ese mundillo sobrenatural en el que, básicamente, creció.

No, definitivamente no piensa que sea un tema de conversación para tener con sus bebés. Así que cuando lo descarta, se encuentra a sí mismo con muy pocas opciones, como leerles algún libro infantil o compartirles su peculiar gusto musical.

― Yo, supongo que debo hacer algo. Pero, Sam ¿de qué más podría hablarles? Tal vez deba comprar más libros infantiles, o buscar videos para ellos. Aprender nanas y esas cosas.

― Dean, puedes hablarles de tantas cosas. Como tu color favorito o ese diente dulce tuyo.

El rubio mira a su amante. Incapaz de asentir a sus palabras.

El menor se percata, del titubeo en la mirada de su novio.

― Dean, ¿qué te asusta? Has estado emocionado y protector desde que supimos que estaba embarazado, pero mientras más avanza el embarazo, más inquieto te percibo. Y no en una buena manera, debo decirte.

Esa vez el mayor evade la mirada, se agita con nerviosismo y quiere decirlo, pero al mismo tiempo no sabe cómo hacerlo sin parecer algo patético a esas alturas de la situación.

― Dean.

Y es el toque cálido del menor el que finalmente consigue doblegar las barreras del rubio cuando le sigue y estando de pie, sujeta su rostro, casi demasiado feliz de superarle en altura y de alguna forma lograr imponerse en este gesto cariñoso. El rubio pasa saliva, su manzana de adán se mueve de arriba abajo mientras sus ojos verdes se clavan en las pupilas de su amante.

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