La mujer atrapada en el espejo

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 2408.

07.- La mujer atrapada en el espejo

La sesión de besos había dado paso a las caricias nada inocentes. Marinette se habría deshecho del maldito y brillante traje de superhéroe si aquella estúpida cremallera hubiese estado dispuesta a bajarse, pero no se movió ni un milímetro por más que tiró de ella. Chat soltó una risa rasposa, le susurró que era su castigo por no saber quién era y bromeó con lo fácil que sería deshacerse del bonito vestido gris perla que llevaba puesto Marinette.

Cuando se marchó, se quedó un rato más tirada en aquella tumbona intentando recuperarse a la vez que pensaba en quién podía ocultarse tras el traje de héroe. Rendida, se levantó y se metió en casa. Se sentía acalorada y no podía ser sólo a causa de Chat, a lo mejor estaba pillando un resfriado veraniego por los aires acondicionados.

Marinette se encerró en el baño, abrió el grifo, dejó correr el agua hasta que salió fresca y se lavó la cara. Suspiró con el agua goteando desde su barbilla, se secó la cara y miró su reflejo en el espejo, sin embargo, la imagen que le devolvió no era la suya. Marinette dio un salto atrás lanzando la toalla al suelo en el proceso, la mujer del espejo la imitó con idéntico rostro de terror. Se frotó los ojos y volvió a mirar el reflejo que no cambió.

Se movió haciendo gestos suaves, después bruscos, se acercó, se apartó, logrando que la mujer del espejo la imitase a la perfección. Frunció el ceño, estaba alucinando, sin duda tenía que estar enferma.

—Tienes que salvarle —susurró acongojada.

—¿Qué? ¿A quién? Y ¿quién demonios eres?

—A Kage, a Chat Noir.

Marinette se frotó los ojos. Era imposible que un espejo mostrase a alguien diferente y que encima te hablase, ¿verdad?

—Por favor —rogó poniendo la mano sobre la superficie reflectante como si quisiera tocarla—. Le va a hacer daño, se está repitiendo.

—¿De qué estás hablando?

—Todo es igual que entonces —insistió con un sollozo rompiendo su voz—. Os encontrasteis, os salvasteis mutuamente, os amáis...

»Lo siento mucho, es mi culpa, todo es mi culpa. Creía que lo que hicimos ayudaría a romper el círculo, pero sólo os perjudicamos a los que vinisteis después.

Marinette la miró con lástima, parecía tan rota. Se dio cuenta de que no era una mujer, que apenas era una niña, vio claras sus facciones, la piel pálida, los ojos rasgados y negros como la tinta, la cara redonda como la de una muñeca de porcelana.

—¿Mitsuki?

—Lo siento.

Marinette puso su mano sobre la de la chica del espejo como si con ello pudiera consolarla o tocarla realmente, la fría superficie le provocó un escalofrío apartó la mano por acto reflejo y, de repente ya no estaba en su cuarto de baño, si no en mitad de un bosque.

—¿Qué?

—Yo no quería que pasara. —Marinette pegó un respingo cuando la voz de la chica del espejo sonó a su lado—. No quería asustarte.

»No puedo comunicarme contigo de otra manera, estás tan cerrada a mí que me resulta imposible.

—Cerrada, ¿qué quieres decir?

—Luchas contra ti, luchas contra él. No quieres aceptar lo que sientes ni lo que eres.

—Ya he dejado de hacerlo —musitó Marinette—, así que...

Como en un cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora