Misterio tras una lápida de la Primera Guerra Mundial.
Guillem Clua se encontraba en Rumanía por un viaje de trabajo cuando encontró una lápida de la Primera Guerra Mundial que le llamó la atención porque tenía dos nombres inscriptos en ella.
Alina vuelve a sonreír. Me doy cuenta de que cada vez que sonríe algo muy pequeñito dentro de mí se calma un poco. Esa mujer es un bálsamo.
La anciana levanta la mirada y hace un ademán hacia la pared que tengo enfrente. En ella , un gran cuadro preside el salón. Es un gran retrato de su abuelo.
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Kittipat Kaewcharoen, el amigo que descubrió la relación de Mew y Gulf en el instituto. Kittipat Kaewcharoen, el culpable de que el padre de Mew mandara a su hijo a Munich para apartarlo para siempre de Gulf.
¿Pero que tuvo que ver él con la tumba del memorial? ¿Qué papel jugó en esta historia realmente?
El amigo de la infancia de Mew y Gulf jamás se perdonó el dolor que había desencadenado con su indiscreción. El sentimiento de culpa por la inhumana muerte que ambos sufrieron lo acompañó toda la vida.
Pasaría una década antes de que pudiera empezar a redimirse. En 1928 Rumanía celebraba el décimo aniversario del armisticio y de la fundación del estado rumano con la anexión, entre otros territorios de Transilvania (Sighisoara incluida).
Muchas ciudades decidieron construir memoriales para conmemorar la fecha y honrar a los soldados que perecieron en la contienda. El ayuntamiento de Sighisoara fue uno de ellos.
Y el encargado de planearlo fue un alto funcionario de acababa de entrar en el consistorio llamado Kittipat Kaewcharoen.
Ese fue uno de los primeros trabajos de Kittipat en el ayuntamiento de Sighisoara, del cual acabaría siendo el alcalde tras la Segunda Guerra Mundial.
Lo primero que Kittipat tuvo que hacer fue conseguir el permiso de las familias de los fallecidos para trasladar sus cuerpos al nuevo emplazamiento.
No le costó demasiado obtener el permiso de exhumación del padre de Mew. Para el viejo oficial era un gran honor que su hijo descansara en un monumento nacional a los caídos.
El 1 de diciembre, Día Nacional de Rumanía, se inauguró el memorial en una ceremonia civil. Media ciudad acudió para honrar a sus muertos de nuevo, con el padre de Mew a la cabeza, ataviado para la ocasión con todas sus medallas.
Lo que nadie podía esperar, y él menos que nadie, es que su hijo no estaría solo en esa tumba.
Kittipat había movido cielo y tierra para localizar el cuerpo de Gulf en Oradea (por eso conserva su certificado de defunción en húngaro). Desde el primero momento quiso enterrarlo junto al hombre que amaba para que descansaran juntos por toda la eternidad.
Como es lógico, mantuvo su plan en secreto para que nadie pudiera detenerle. Y se salió con la suya.
Al verlo, el señor Suppasit entró en cólera y se enfrentó a Kittipat a gritos delante de todo el mundo. ¿Cómo había sido capaz? ¿Cómo se atrevía a mancillar el honor de su familia de ese modo? El hombre estaba fuera de sí.