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Una salvación.

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Parque Kanasawa, Japón.
16 de mayo.

Es tan hermoso, TaeTae —comenté, anonadado. Acaricié con las yemas de mis dedos los pequeños pétalos, sonriendo entusiasmado.

—Lo es, sin duda —Una sonrisa espontánea se curvó en tus labios—. ¿Ya te dije que esta flor crece únicamente en este lugar de Japón? —Tus ojitos brillaron llenos de ilusión.

Sonreí con ternura. Gracias a todos los viajes que hiciste y a tu gran pasión por conocer las diversas culturas, ya que eso siempre te inspiraba a la hora de escribir, pequeños datos como esos eran grandiosos para ti.

—Kikuzakura —susurré, embelesado—. Tan hermosa —Escuché aplausos de tu parte como cada vez que respondía correctamente y reí bajito en respuesta.

Diversos grupos se reunían en el centro del parque, niños con sus familias, parejas como tú y yo. Cada vez la cantidad crecía y en la entrada de aquel parque se amontonaban más personas, con una extensa sonrisa en sus rostros. Eran felices. El Hanami los unía de una forma increíble. Sin embargo, yo no me sentía de esa manera, lo confirmé en ese momento.

Deseé sentirme como ellos, pero para mí propio pesar no era así. Mi corazón se estrujó cuando divisé a los niños sujetar las manos de sus progenitores y los cariños maternales en respuesta, las risitas y miradas soñadoras que los pequeños les dedicaban luego de que su propia cabellera haya sido desordenada.

—Jungkook, ¿por qué lloras? —preguntaste cuidadosamente, mirándome de reojo.

—¿Qué? —Toqué mi rostro y comprobé la humedad sobre mis mejillas—. Oh —Fue lo único que alcancé a decir, frunciendo los labios.

—Pensé que ya estaba todo bien, Kookie —Meneaste la cabeza, tomaste mi mano y caminamos hasta la salida del parque.

La tristeza me sobrepasó cuando bajé la mirada y mi miramiento fue atenazado por nuestras manos tomadas. Te estaba haciendo daño. Tomaste asiento en una banca en las afueras del parque, donde predominaban los tulipanes y los pinos perennes, pero gracias al ostentoso viento los pétalos teñidos de un tenue carmesí vestían el pavimento.

—Dime, ¿cómo te sientes? Los doctores dijeron que los episodios durarían menos de un mes y que, con tu debido tratamiento y supervisión, estarías bien. ¿Lo estás? ¿Te sientes mejor o sigue todo igual?

Me sorprendiste ante la cantidad de preguntas. Alargué un suspiro cansino y me senté a tu lado.

Pasaron los meses de confinamiento desde que llegamos a Japón. Luego de que me obligaste a acudir a un doctor debido a mi «comportamiento autodestructivo», fui sometido a incontables exámenes y luego de un tiempo dieron resultado; Trastorno psicótico breve.

Eso fue lo que escuché, aunque nada de mí pudiera procesar todo lo dicho por los especialistas. Tú estabas ahí, tus manos sujetaron fuertemente los extremos de la silla mientras ofreciste tu total atención. Cuando salimos de ese consultorio yo sólo podía observar mis botas negras, todos mis pensamientos se doblegaron en desconcierto. Tae, esperaba que eso fuese suficiente razón para que decidieras alejarte de mí. Yo no te merecía. Tú no merecías pasar por nada de eso. Pero sentí cómo mi cuerpo era estrechado entre tus brazos y tu calmada respiración rozó la curvatura de mi cuello. Entre mimos tus manos se pasaron por mi espalda, intentaste consolarme y juraste quedarte conmigo el tiempo que fuese necesario.

Sakura Hills «Taekook»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora