El orfanato

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Se quería invertir mucho dinero en el arreglo de un orfanato que permaneció cerrado más de 80 años, a causa de un terrible incendio. Se pudo comprobar que aquel lugar en sus buenos tiempos, tuvo una taza del 75% de niños reingresados a un hogar. De igual manera se le brindaban ahí los mejores cuidados de los médicos, y era este el concepto que quería rescatar, pues ahora funcionaria como hospital infantil gratuito para familias de escasos recursos.
Se contrató un nuevo guardia nocturno para el edificio… el número 32 en la cuenta, pues los que pasaron antes, habían terminado desaparecidos, locos y muertos en circunstancias extrañas. A pesar de haber sido advertido de todo esto, Oscar aceptó el empleo, y esa misma noche se encontraba dando la ronda por el lugar abandonado.
En un punto de su recorrido, en el lugar donde solía estar la cocina, escuchó golpes y desesperados gritos que le hicieron correr unos hacia atrás, pero recordando su deber, volvió hasta la cocina, abrió la pesada puerta, que hizo rechinar las entrañas del edificio, con una cadena de ecos, que le erizaron los pelos.
Quiso entrar con cautela, pero la puerta se cerró detrás de él fuertemente, empujándolo frente a un viejo horno, del cual provenían los gritos, y que se sacudía estrepitosamente, lanzando eructos de fuego que enrojecían la cara del impactado guardia.
Cuando se acercó para tratar de apagarlo, a través de una pequeña ventanilla de cristal, vio horrorizado que aquellos gritos pertenecían a alguien que se consumía por las llamas. Con toda su fuerza y sin importar quemarse las manos, trataba de abrir la pesada puerta y liberar a quien se retorcía de dolor ahí dentro…
Pero todo fue en vano, aquella persona se quemaba ante sus ojos llenos de lágrimas, y él no podía evitarlo. Vio fijamente a través del cristal, pidiendo perdón por no poder ayudar, entonces un rostro calcinado saltó desde el fondo, mirando fijamente con el único ojo que le quedaba, empujó la puerta, esta se abrió lentamente, retorciéndose y aun en llamas, piernas, torsos, brazos, manos, empezaron a salir una tras otra, detrás del pobre sujeto que no había hecho otra cosa más que intentar ayudar…
Todos eran pequeños, sin duda de niños… como todos aquellos que alguna vez desaparecieron ocultos tras el engaño de que había sido entregados a una buena familia, cuando en realidad fueron quemados en aquel horno después de haber realizado terribles experimentos con ellos, y algunos otros, habían terminado servidos en la cena de sus compañeros, habiendo pasado primero por las navajas de un enorme molino, que aun sangraba…
La mañana siguiente encontraron un guardia más que agregar a la lista, muerto en la cocina, con las manos calcinadas, con una mueca de terror en su rostro cubierto por una sangre que no le pertenecía.

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