Capítulo 3

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—¡No! Es inútil Valory. —protestó Leo.

—¡Ni siquiera lo intentaste! —reproché.

—¿No te parece gráficamente obvio? —soltó molesto.

—¿De que hablas? —refute —¡Pero si de esa forma no se hace tonto!

—Bien, ya se como.

Leo intentó moverlo.

—¡No, de esa forma no! —expliqué por quinta vez.

—¡Rayos! Es que no hay otra forma ¿No lo pillas? —rebatio con el mismo tono que yo.

—¡Si la hay! —afirme quejosa, señalando como debía hacerlo.

Leo se paso ambas manos por el rostro y soltó un gruñido de frustración.

Inmediatamente bajo los brazos rendido y me observó, con una sonrisa de boca cerrada, como una de esas sonrisitas cínicas que no cabían con su reciente actitud.

—Pero acércate y muestrame lo tú, Valory —habló e hizo un gesto con las manos fingiendo cortesía.—Estoy seguro que lo harás mejor que yo.

Se estaba hartando de mi.

Y la verdad es que... eso me hacía gracia.

Me acerqué unos pasos y noté la magnitud del asunto.

—No. Creo que lo estás haciendo... bien —le indiqué con una sonrisita inocente y el pulgar arriba, desistiendo su propuesta.

Leo me fulminó con la mirada.

Posicióno sus brazos en los costados del mueble, y con fuerza se abalanzó hacia arriba haciendo que el mueble se levanté unos centímetros del peldaño de la escalera.

Su rostro paliducho se torno de un color rojizo por la fuerza emitida a la vez que mostraba los dientes apretados.

—¡Vamos Leo! —animé, palmeando con mis manos.

—¡Está muy pesado, joder! —expresó entre dientes.

—¡Lo haces bien hermanito!¡No te cuesta nada!

Leo abrió lo ojos apesar de tenerlos algo contraídos por la fuerza que ejercía, solo para observarme. Lo entendí perfectamente.

Puso los ojos en blanco como si lo que yo dijera fuera algo estúpido.

—Se me está saliendo lo que cené anoche, y aún no lo notas —vociferó.

Hice una mueca de asco ante su comentario.

—Usualmente no soy grosero, pero no puedo evitarlo esta vez- expresó inhalando a fondo. Y soltó lo demás con nervisismo.
—¡Puedes ayudarme de una maldita vez! Valory. Solo estás ahí parada junto a la escoba. Y... acotando, no puedo distinguir la escoba de ti. —añadió lo último burlón, pero mínimamente enfadado.

Giré los ojos ante su comentario tan alejado del asunto.

Ah, y odiaba que me comparen con la escoba.

—No lo vuelvas a decir o te daré con ella —puse cara de palo y le señalé la escoba.

Luego la coloqué en una esquina y me dirigí a ayudarlo.

Posicioné mis manos en el otro extremo que estaba junto a él y lo jalamos con todas nuestras fuerzas hacia arriba.

Y estaba resultando.

—¡Vez, Valory! Si me hubieras ayudado desde un principio, no íbamos a estar más de tres jodidas horas aquí.

Y lo logramos, pudimos alzar completamente el mueble al segundo piso.

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