Capítulo 5

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Bajé del bus que me dejó sobre la ruta, y comencé a caminar por la calle desolada que cruzaba el campo con algunos árboles de lado a lado. Esa calle es la que me lleva a mi hogar, a unos cien metros de distancia, mi casa estaba prácticamente escondida, y tenías que ser muy curioso para pillarla.

Llegué con cansancio y algunas gotas de sudor nacían en mi frente. Una vez que me paré a un lado del portón, coloqué mi rostro en el detector facial y la verja se abrió de inmediato.

Y entonces volví a recordar lo sucedido hace unos minutos, de nuevo sentí como se me heló la piel con sólo recordarlo. ¿Qué iba ser de mi sino me percataba a tiempo? ¿Fue real o sólo lo imaginé?

Tome la perilla dorada de la puerta principal y le di un empujoncito suave para que se abriera, ingresé a la casa y cerré la puerta con cuidado. No se porqué actuaba así de cautelosa, supongo que de esa forma puedo sentirme alerta a cualquier movimiento extraño o algo así.

Lancé mi bolso al sofá más cercano y me dirigí a la cocina con la intención de tomar un vaso de agua. Tenía la boca seca, apenas podía caminar del cansancio.

De pronto me helé apenas di un paso cerca del comedor.

Mis ojos visualizaron algo, un movimiento extraño en la cocina, un bulto se movió de un lado a otro.

Una silueta.

¡Mierda!

Sentí que esa silueta era la que me observaba en la tienda, y me estaba observando ahora.

Solté un sonoro grito agudo y me cubrí los ojos para no verlo. Intenté alejarme pero el miedo me congeló las piernas.

-¡Wooo...! ¿Pero qué es ese grito, joder?-interrumpió una voz masculina y familiar.

Abrí los ojos instantáneamente y parpadee varias veces para aclararme la vista. Era Leo observando a un lado de la isla, por unos tres segundos me era difícil reconocerlo. Traía puesto una sudadera gris con la cabeza hundida en la capucha, la poca iluminación en la cocina le creaba unas sombras casi tenebrosas en el rostro.

Me miraba desconcertado por el inesperado grito que solté, sus cejas espesas estaban hundidas en un gesto mínimo de enfado.

—¡Ay!...¡Mierda, Leonardo! —exclamé con la respiración agitada y una mano en el pecho, sintiendo los alocados latidos de mi corazón. —¡¿Cómo eres imbécil?!

—¿Qué, qué yo qué? —escupió estupefacto. Ahí es cuando me di cuenta que él estaba comiéndose un sándwich.

—¿Por qué caraj...? —me trabe con la lengua —¿Por qué me asustas de esa forma? —espeté enfadada, sin poder creerlo todavía.

Leonardo lanzó unas miradas de lado a lado tipo: Wtf ¿yo?

Y luego forzosamente tragó una porción grande de su sándwich. Tosió un poco y habló.

—¿Pero qué jodidas te pasa? —soltó incrédulo.

—¡Lo hiciste a propósito!

Leo pareció pensar en algo, quizás analizando mejor mi estado y adoptó un gesto más pasivo y dispuesto a tratar de entenderme.

—A ver, a ver Valory... Primero calmate, calmate ¿Si? que te ves muy alterada —pidió suavemente e hizo un gesto con la mano tratando de tranquilizarme.

Me pasé una mano por el cabello haciéndolo a un costado para adoptar una postura más calmada. Porque literal, sonaba como una loca.

Leo me sintió más relajada así que me hizo un gesto para que hablara.

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