Capítulo 2. Referencias

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Yunah salió a las ocho de la fecha estipulada, como había dicho la doctora. Si bien había estado tranquila durante el resto del día, por la noche volvía a sufrir pequeños lapsos en los que el aire le faltaba y Hyunwoo no durmió bien esa vez.

Con el pasar de las semanas, la salud de su madre enfrentó muchos altibajos, mientras que él trataba de recaudar la mayor suma posible de dinero para volverla a internar; no podía dejarla en casa, necesitaba del tratamiento. Hyunwoo había pasado cada día buscando un empleo, ya que no bastaba con su sueldo de cajero en el supermercado. Había vendido un par de cosas, incluida su bicicleta, por lo que cuando fue a la ciudad a dejar solicitudes, no le quedó más que ir a pie. Si bien no estaba lejos y aún podía tomar el autobús, prefería no hacer ningún gasto que no fuese primordial hasta conseguir nuevos ingresos.

Pero el "nosotros le contactamos" que recibía cada vez antes de salir de alguna oficina no era para nada alentador. Él lo sabía, entendía la razón por la que nadie deseaba contratarlo. Desde el cuerpo de su madre había comenzado a presentar síntomas y debilitarse Hyunwoo se había vuelto bastante irregular en sus empleos, faltando con frecuencia y sin previo aviso cuando ella empeoraba y necesitaba de su cuidado; si la situación empeoraba, no le quedaba más que renunciar para poder ocuparse de ella antes que nada. Contaba con unas referencias tan malas que ni él mismo se contrataría si estuviese del otro lado del escritorio.

Los días pasaron y el dinero se resbaló como agua entre sus dedos: comida, algunos sueros para su madre y los servicios básicos terminaron con todo. Él no deseaba preocupar a Yunah, ya se veía demasiado decaída por su condición como para preocuparse por algo que ahora le correspondía a él. Por esa misma razón decidió salir a la plaza que estaba a media cuadra en el momento que se percató que su billetera estaba total y completamente vacía, acercándose la hora de la cena. ¿Qué le diría a su madre? En cualquier momento se enteraría de por qué él no la llamaba para comer o por qué no se escuchaba el usual golpeteo del aceite quemándose en la cocina, como cada noche. El sólo pensar en que sus opciones definitivamente se habían agotado le hizo lagrimear, hundiendo la cabeza entre sus manos mientras yacía sentado en una banca oxidada, en medio de los árboles. Se sentía una basura, a su edad debería saber ya cómo manejar una situación de estas, pero simplemente se sentía como un niño pequeño y asustado en medio de una tormenta.

No podía seguir aplazando las cosas, por lo que decidido, se encaminó de regreso a casa. Era sábado y la gente circulaba bastante debido al mercado ambulante que se extendía por las calles en la tarde. Para su infortunio, debía pasar por ahí si quería llegar a su casa —las banquetas estaban ocupadas—.

Iba tan ensimismado en sus caóticos pensamientos que no había escuchado que le llamaban, hasta que una mano se cerró sobre su antebrazo y volteó.

—Hyunwoo —saludó Chae Hyungwon, un vecino del otro lado de la calle donde vivía—. Cuánto tiempo.

La sonrisa de Hyungwon le hizo imitarle por inercia. El cenizo era un par de años menor que él y aunque vivía bastante cerca, Hyunwoo podía decir que efectivamente no le había visto en un par de meses. Algunas ocasiones le había visto ayudar a su padre en el taller mecánico; aunque su contacto había sido escaso. De personalidad afable y tranquila, Son podía decir que él le agradaba aún sin conocerle de verdad.

—Hola —saludó de vuelta— ¿cómo has estado?

—Si me lo preguntas tú, creo que sigo vivo —dijo sonando un poco más sombrío de lo que pretendía—. Si es un guardia, soy feliz como una lombriz.

Los guardias... los había olvidado. Había un grupo en cada parte de la ciudad, como pares de ojos espías al servicio de la corona. A Hyunwoo le parecía de lo más espeluznante que les estuviesen observando continuamente, como si esperaran el momento de atacar. Era bien sabido que una queja, una palabra en el momento y lugar equivocado podría terminar con la vida de cualquiera; algo en su cabeza le hacía sospechar que no era una metáfora.

OBEY [Showki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora