Capítulo 3. Túnel

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Antes de que las cosas en su vida tomaran un giro inesperado, lo último que Hyunwoo supo fue que Hyungwon conocía gente que podía ayudarle. La generosidad de la familia Chae le había ayudado a salir del pozo de la desesperación poco a poco. No solamente en el sentido anímico, sino económico también. Un tal Kim Junmyeon —el joven esposo de la subdirectora de la secretaría de finanzas en la capital— se había vuelto pieza clave en esto: le había facilitado el monto necesario para cubrir todas sus deudas y hasta terminar de pagar la tenencia de la casita en la que había crecido junto a su madre. El chico era muy agradable y se había ofrecido a ayudarle sin esperar a cambio nada más, simplemente por ser amigo de Hyungwon. Sin embargo, ambos establecieron una cordial relación después de ello; Son incluso le había enseñado un par de cosas sobre administración personal —siendo la cabeza de su hogar, era bueno para instruir al esposo trofeo de una mujer influyente que hacía poco más que gastarse la fortuna de su señora—. Hyunwoo insistía en que terminaría de pagarle a Junmyeon hasta el último centavo —algún día—.

Y de la misma manera, él se había ido relacionando con una impresionante cantidad de gente los últimos dos meses, convirtiéndose Chae Hyungwon en su más grande sustento en todos los sentidos —a pesar de que el cenizo pasaba la mayor parte de su tiempo trabajando lejos—. No recordaba alguna vez haber dependido tanto de una persona, a excepción, claro, de su madre.

Los demás habían eventualmente dejado de mencionar el tema, para bien. Necesitaba avanzar y continuar, porque así es como ella le había criado y él se empeñaba en seguir esa instrucción. No podía decir que era feliz, pero al menos ahora estaba haciendo el intento. Todavía no lograba conseguir empleo, pero Hyungwon había asegurado que iba a buscar entre sus conexiones a alguien que supiese de alguna buena vacante. No era que el hombre fuese muy influyente, pero de algún modo se las arreglaba para agradar a otros con facilidad y sin necesidad de hablar mucho. Ahora que tenía un sustento aceptable, podía esperar unas semanas más antes de ir por la mejor oferta laboral.

Sin embargo, se sintió sumamente descolocado el día en que Chae le propuso algo inesperado.

—¿Resistencia?

—¿Por qué tan sorprendido? —preguntó el menor con una perezosa sonrisa en sus prominentes labios. Estaban tomando el té en casa del moreno, como todo fin de semana—. Creo que si hay alguien que odie más a la reina que mi mamá, ese eres tú.

Hyunwoo todavía no se acostumbraba a hablar con tal soltura del tema. Sí, habían pasado tardes enteras quejándose de las injusticias de la vida, del lugar que les había tocado en el mundo y de todo en general; pero todo dentro de las cuatro paredes de la casa de uno u otro. De ser en público, probablemente ambos estarían ya diez metros bajo tierra. Era por eso que Hyunwoo había desarrollado un agudo sentido de alerta para filtrar sus palabras y evitar levantar sospechas de los «soplones» de la reina, como a él le gustaba llamarlos.

—Este lugar necesita un cambio, Hyunwoo —comenzó a hablar al notar que, de nuevo, el moreno se había perdido en sus pensamientos—. Y no lo hay porque nadie ha hecho nada —se levantó del sofá, dejando la taza vacía sobre la vieja y desgastada mesita de madera—. Quiero decir, míranos. Este mes serán trescientos sesenta y dos desde el último cambio significativo que tuvo Ercán, y no fue para bien, cabe decir. Sin mencionar que a eso se añaden muchos años más de monarquía. Los demás están avanzando, muchos reinos se están volviendo repúblicas y viven bien. ¡Mira lo que pasó con Gérodos! Ellos salieron de su crisis después de cambiar. No estamos en la maldita edad media para que nos traten como ratas matándonos de hambre o nos corten la cabeza por no pensar igual que la jefa —dijo con desdén.

Ciertamente, Gérodos —antes conocido como Fozet— había sido un reino de linaje mucho más antiguo que el suyo; apenas el año pasado habían conseguido su victoria e incluso el derecho de escoger a sus reyes. Recordaba haberlo escuchado de una ex-compañera de trabajo. Ella había escapado con sus hijos de un infierno para meterse a otro, pero al final había logrado que la deportaran cuando lograron abolir a la familia que los rigió por cientos de años. Y menos mal, pues la revolución de Fozet se había vuelto un tema tabú en Ercán. Hablar de ello era una blasfemia, traición. Habían hecho un cambio grande y ella, al ser extranjera, no había presentado mayor problema en irse —caso distinto a ellos, que desde nacimiento estaban atados a su hogar—. A veces deseaba haber nacido en cualquier otro sitio.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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