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Encontré una pequeña plaza a unas seis cuadras, así que decidí sentarme allí.

No quería discutir con él, ni mucho menos hacer que se sienta importante.

Tomás era realmente pelotudo, necesita un psicólogo.

Después de calmarme y repetirme a mi misma de que no tengo que hacerme mala sangre por gente como él, decidí volver. Porque al fin y al cabo tengo que estar ahí para que mi vieja coma.

Abri la puerta, encontrándome con él, tocando su estúpida guitarra.

Su mirada se encontró con la mía, pero seguí caminando.

Los platos sucios.

Por lo manos saben hacer una pizza.

Los lave y ordené todo.

-Luna- su voz ahora era tranquila.

Que lindo suena mi nombre con su voz.

No, basta pelotuda.

Me di vuelta y lo miré esperando que siga hablando.

-Perdón- pidió caminando hacia mi. Crucé mis brazos y lo miré de arriba abajo. -Te dije perdón- repitió.

-¿Y que querés que haga?- pregunté sin ninguna expresión en mi rostro.

Tensó su mandíbula y tuve que aguantar las ganas de reír.

-Nada, perdón por ser tan malo pidiendo perdón- respondió y volvió a mirarme a los ojos.

-Sos un pelotudo- admiti.

Él asintió y caminó hasta quedar muy cerca de mi.

-¿Por que me dejaste bailando solo?- al escuchar eso no pude evitar desviar mi mirada.

Forro de mierda.

-Luna- volvió a hablar el ver que no tenía intenciones de responder.

-Porque si- dije en casi un susurro.

-Si te sentiste incómoda te pido disculpas- respondió y agarro mi cara para que lo mire.

-Me fui porque no estuvo bien que estemos así, yo soy tu empleada, no una amiga, ni una chonga, ni absolutamente nada- respondí sincera.

Tomás no respondió. Sabía que quería decirme algo, lo veía en sus ojos, pero no lo hizo. Fruncio el ceño y nos miramos por varios segundos más. Nuestras respiraciones casi chocaban, lo que me hacia sentir algo incómoda, bajé la cabeza y en ese preciso momento él se fué, dejándome sola.

¿La cagué? Probablemente.

Al terminar de hacer la cena llamé a los chicos, pero solo bajó Lucho.

-¿Se te paso eso de andar con la tanga cruzada?- preguntó sentándose en la silla.

No pude evitar reír.

-Sos un idiota- respondí y él también rió. -¿Y Tomás?- pregunté, ya que el menor comenzó a comer.

-Dijo que no quería bajar- habló con la boca llena.

-Come bien, no sos un animal- lo miré asqueada y rió.

Cuando terminamos guardé comida en un tupper con una notita.

<<Ponelo en un plato y calentalo>>.

Limpie todo y me fui al departamento.

[...]

Dos, tres, seis de la mañana y no podía dormir. Caminaba por la pequeña casa, de una punta a la otra, me bañe, puse música para relajarme, me maquille, me desmaquille, planche mi pelo y nada, estaba totalmente desvelada.

•Perdón• // C.R.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora