Capítulo 20: Cita

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Harry maldijo cuando cayó al suelo. Él no recomendaría viajar por traslador, eso seguro. Aunque sus ojos se abrieron de golpe al notar que no estaba escuchando la multitud que sabía había estado observando la tercera tarea.

Se puso de pie, varita en mano, y miró a su alrededor.

Sus ojos se entrecerraron al ver el entorno desconocido. No tenía idea de dónde ni porqué estaba allí.

Un movimiento desde detrás le hizo girar, su varita jamás vaciló.

—Buenas noches —una voz familiar llegó a sus oídos, y casi bajó su varita entonces.

—Señor Natch.

Nacht movió su varita y el fuego en la chimenea rugió a la vida mientras las velas se encendían. Ahora que tenía más luz podía distinguir la habitación un poco mejor. Era un comedor, tal y como había pensado, que aunque viejo estaba bien cuidado. Los pisos eran de madera oscura y sus paredes de un azul profundo. Había varias pinturas en las paredes, aunque solo una de ellas fuera un retrato. El hombre, que parecía ser de un poco más de mediana edad; de cabellos negros, ojos de un azul oscuro y rasgos refinados, tenía sus ojos fijos en él. Como su estuviera analizando todos sus movimientos. Había dos ventanas en el lado más alejado de la habitación que iban del piso al techo y por las cuales podía ver el contorno de un gran jardín. Luego, sus ojos se posaron en una pequeña mesa redonda en la que estaba ya preparada una cena para dos personas.

—Realmente, señor Natch; si quería una cita solo debía preguntar —bromeó ligeramente. Él sabía que, técnicamente, había sido secuestrado, pero por el momento no estaba verdaderamente asustado. Incluso pensó que él no debería de haberlo extrañado.

Había una ligera sonrisa en los labios de Tom.

—No creo que mi ego pueda tomar el rechazo —bromeó de vuelta. Para Harry, parecía un poco más ligero. Cierto que había un pequeño resquicio de nerviosismo alrededor del hombre, pero estaba casi completamente eclipsado por la determinación. Como si hubiera llegado a una decisión y fuera a ir a por ella sin importar qué.

—Entonces, ¿decidiste que la mejor opción era secuestrarme? —ni siquiera intentó ocultar el sarcasmo.

—Algo así —replicó Tom, entrando de lleno a la sala—. Por favor, Harry, toma asiento —dijo, sosteniendo la silla para él.

Harry cumplió. No vio la sonrisa complacida en Tom, pero casi podía sentirla. Tom tomó el asiento opuesto a sí, y un segundo después un elfo apareció dejando unas bebidas.

—La razón por la que te he traído aquí no es por una... cita, a falta de un mejor término —le dijo Tom unos momentos después.

—Sí, sospeché eso. Aunque la puesta es un poco similar.

—Tengo un par de cosas que confesar, y admito que opté por esta puesta porque puede que luego de nuestra charla no quieras permanecer más en mi presencia. Soy un hombre egoísta, y en caso de no tener otra oportunidad contigo tomaré ésta mientras pueda.

—¿Por qué no habría de desear ya tu compañía? —sus ojos se estrecharon, su magia comenzando a bailar justo bajo su piel.

—No he sido completamente honesto con mi identidad —comenzó Tom, moviendo su vino.

Frente a los ojos de Harry, los rasgos de Tom comenzaron a cambiar. Dejando caer un muy complejo glamour. Harry tomó una mirada del hombre. Él había sido apuesto como Tomas Natch, pero el hombre sentado ahora frente a él era un quería patearse a sí mismo en la espalda para evitar la curiosidad. Aunque de todas formas, tan pronto como miró a sus ojos sintió su mente caer.

Él nunca había visto esos ojos, pero sabía a quién pertenecían. Había leído sobre su dueño casi obsesivamente y, no importaba cuántas descripciones de su apariencia física cambiaran, había una cosa que siempre era igual; sus ojos.

—Voldemort —no una pregunta, un simple hecho.

Una sonrisa placentera apareció en los labios del hombre.

—Realmente eres excepcional —Voldemort puso el vaso nuevamente en la mesa. Harry estaba sorprendido de que mientras él observaba, la carne ya hubiera llegado. Por más que, por la apariencia de la misma, aquello era solo la entrada.

Harry hizo la cosa más lógica posible, tomó su tenedor y probó el plato. De acuerdo, quizás no fuera lo más lógico. Pero era lo más correcto de hacer. Si un Señor Oscuro te ofrecía la cena, te la comías. No importa cuán shokeado uno esté.

Tom, no, no Tom. Voldemort le siguió, degustando el excelente plato. Realmente era excelente, al menos de lo que el Señor Oscuro había probado.

—Como podrás ver, tenemos muchas cosas por discutir —continuó el Señor Oscuro.

—Sí —Harry estaba orgullosos de sí mismo por no sonar ni lo más mínimamente afectado—. Apreciaría si fueras tan amable de explicarme qué es lo que está pasando.

—Como sospechabas, nunca morí. Estuve débil, no más que un espíritu, pero no muerto. En mi búsqueda por ganar nuevamente mis poderes, encontré mi camino de regreso a hogwarts. Tenía un plan relativamente simple, obtener de regreso mi cuerpo y matarte —dijo Voldemort, entonces tomó otro bocado, como si decirle a tu compañero de cena que el haber planeado matarlo fuera la cosa más natural del mundo—. Luego llegaste y todo cambió —Voldemort le miró—. Debo confesar de que, justo como las demás ovejas en el mundo mágico, esperé que fueras el 'Chico dorado de Griffindor', el perfecto salvador de la luz. Tan solo con mirarte supe que estaba equivocado. Aún así, aquello no cambiaba nada, debías ser eliminado. Sin embargo, cuando vi cuán verdaderamente dotado eras, comencé a considerar la opción de hacerte un Mortífago. Eso duró hasta que hablé contigo. Incluso siendo tan joven como eras, sabía que nunca serías un seguidor.

—Quirrell —dijo Harry, luego de que ambos dieran otro sorbo a sus bebidas.

Voldemort pareció satisfecho con su deducción.

—Sí. Lo poseí. Solo parcialmente al principio, pero luego del sorteo de casas tomé posesión completa de él. Como podrás adivinar, gané mis poderes de vuelta, pero tú seguías siendo un misterio para mí. Quería saber más sobre ti. Quería saberlo todo sobre ti. Así que, Tomas Nacht surgió.

—Tomas Nacht no existe —dijo Harry, ignorando el dolor que le dejó tal realización.

—No, él sí existe. Yo soy Tomas Nacht —respondió Voldemort ferozmente—. Casi todo lo que te he dicho sobre Tomas Nacht es pertinente a mí. Solo alteré algunas cosas, como dónde y cuándo nací. Todo lo demás es cierto.

—¿Eres un mestizo? —Harry no pudo ayudarse en no sonar incrédulo—. ¿El líder de los puristas de sangre es un mestizo? —sabía que debería de mostrar un poco más de respeto al Señor Oscuro, no era suicida, pero simplemente no podía ayudarse a sí mismo a serlo. Sabía que estaba hablando con el Señor Oscuro, pero aquel sentimiento de confort que tenía con Tomas Nacht aún seguía allí.

—Muy pocas personas lo saben. Mi primer Círculo Interno, mi Corte, y algunos pocos de sus hijos son los únicos en saberlo.

—¿Por qué? —le preguntó Harry, sus ojos estrechándose— ¿Estás avergonzado de tu sangre?

Voldemort le miró, y cerró sus ojos. Harry siempre sabía qué preguntar, ¿no? Y él no podía mentirle. Bueno, él podría, pero no quería. De eso se trataba todo aquello.

—Por un tiempo, sí, lo estuve —confesó. Le molestaba un poco confesar tal cosa—. Era joven y el ser un mestizo me enojaba más que nada. Cómo podía yo, alguien que era más poderoso que cualquiera de esos estirados pura sangre, ser un mestizo. Estar por debajo de ellos en este mundo mágico dónde lo único que debería importar tendría que ser el poder mágico. Afortunadamente, crecí. Ya no estoy avergonzado de mi sangre, pero para el momento en que me sentí así, necesitaba un arma, y los puristas de sangre eran un arma ya hecha.

—¿Entonces, porqué peleas?

—Creo que por lo que peleo ahora no es lo mismo por lo que peleaba entonces.

—Eso aún no me dice por lo que peleas ahora.

—Dime, Señor Oscuro, ¿por qué peleas tú?

Harry casi dejó de respirar. Sus ojos se clavaron en Voldemort. Intentó no reaccionar, pero supo que no había sido capaz de ocultar su sorpresa.

—¿Cómo? —casi siseó.

—Sé desde hace un tiempo que tenías el potencial. Tan pronto como te vi hoy supe lo que eras.

—¿Cómo? —repitió Harry.

—Puedes sentirlo también, Harry —le dijo Voldemort—. Deja fluir tu magia, escucha lo que te dice.

Harry cerró sus ojos. Podría no ser el mejor movimiento estando en presencia de un Señor Oscuro pero era la manera más fácil de concentrarse de lleno en su magia para él. Ni un segundo más tarde, él casi boqueó. Podía sentir a Voldemort, era como si todos sus sentidos estuvieran diciéndole lo que Voldemort era. Algún instinto arraigado estaba diciéndole que corriera, que huyera. Otra parte de él disfrutaba, su magia estaba disfrutándolo. Había encontrado una pareja.

Abrió sus ojos y se quedó viendo al otro Señor Oscuro.

—Así es como lo supe —le dijo el hombre, una pequeña conocedora sonrisa en sus labios— ¿Hace cuánto?

—Hoy —contestó Harry, sabiendo lo que preguntaba el hombre.

—Un Señor Oscuro novato entonces —una sonrisa curvó sus labios—. Mi pequeño Rey de seguro está creciendo rápido —dijo bromeando.

Harry rodó sus ojos.

—Sabías desde el principio que quería conocerte. A ti, a Voldemort, no a Tomas Natch. ¿Porqué creaste a Tomas Nacht sabiendo que quería conocerte a ti?

—Era demasiado pronto para que la gente supiera que había vuelto, e incluso si estaba seguro no ibas a decirle a nadie, no estaba seguro de cómo reaccionarías. Sospechaba, pero no podía estar seguro. Por lo que encontré una manera de llegar a conocerte mejor. Además, quería que te sintieras cómodo conmigo, ser un Señor Oscuro usualmente hace a la gente... deberíamos decir, ¿menos cómoda?

Harry no pudo contener un bufido. Bueno, esa sería una forma de ponerlo.

—¿Por qué el nombre de Tomas Natch?

—Un par de razones; ya había usado un alias con el nombre de Natch, por lo que fue mucho más fácil cerrar los documentos diciendo que era Tomas Natch, el hijo de mi anterior alias. Mi verdadero nombre realmente es Tom, encontré gracioso el que prácticamente estuviera gritándolo en la cara de Dumbledore y que éste ni siquiera sospechara. Él cree que odio mi nombre porque lo comparto con mi padre muggle. Solía hacerlo, por un tiempo, pero como he dicho antes; crecí. Mi madre me nombró Tom Marvolo Riddle.

—TMR —susurró Harry—. Tú me diste esos libros.

—Lo hice, ¿fueron útiles?

Harry bufó de nuevo.

—Ambas colecciones son de mis libros favoritos —confesó, y fue una pequeña sorpresa cuando los ojos de Voldemort se llenaron con placer.

—¿Responderías a una pregunta que tengo hace ya algún tiempo? —le preguntó Voldemort, tirando de los límites un poco, traicionando su apuro.

—¿Qué pregunta?

—¿Qué le hiciste a Jugson en tu primer año?

Harry rio y se echó hacia atrás en su silla. Primer año... parecía hace un largo tiempo.

—¿Preferirías verlo? —preguntó, un poco curioso de ver cómo el Señor Oscuro reaccionaría a su oferta.

—¿Me confiarías tu mente?

—¿Tengo una razón para no hacerlo?

Ambos sabían lo que Harry estaba ofreciendo. Era más que ver la memoria de lo que había pasado. Era una muestra de confianza. Confianza que, si se rompía, nunca más sería dada. Harry estaba tomando una oportunidad. Estaba mostrándole al Señor Oscuro que aunque él no hubiera sido completamente honesto con Harry no todo estaba perdido aún.

Sus ojos se clavaron en los del otro y Voldemort se deslizó en su mente. La memoria estaba al frente de su mente, haciendo que Voldemort no tuviera necesidad de buscarla o ahondar en su mente.

El Señor Oscuro fue sorprendentemente gentil cuando vio la memoria. Sin ser intrusivo en el resto de su mente. Poco después, se deslizó fuera, una sádica sonrisa en sus labios.

—Incluso siendo tan joven ya eras un hermoso provocador —le dijo el Señor Oscuro, sus ojos llenos de placer—. Nada amaría más que ver lo que harías ahora.

—Bueno... tengo una mascota ahora —le informó Harry sin indiferente.

—¿Oh? Tú dirás.

—A mi perro no le gustaron las reglas de Slytherin. Él ladró tanto que llegué a la conclusión de que debía ser entrenado. Él es un buen perro ahora. Estoy un poco triste de que debo dejarlo ir al final del año, pero no puedo evitarlo. Además, estoy seguro ha aprendido su lección —Harry rio, recordando al estudiante de Durmstrang.

El chico estaba roto. La verdad era que no le sorprendía después de todo lo que éste había pasado. Él había compartido su mascota a su Corte, algunos de sus Ouroboros eran un poco sádicos. Además, ninguno de ellos había olvidado lo que el chico le dijo al ser introducido a la Corte. Lo habían hecho sufrir. Estaba verdaderamente triste de verlo partir, había sido bastante bueno para el alivio de estrés. A pesar de haberse asegurado de nunca dejar una marca visible en él. Eso solo haría que los profesores buscaran el porqué estaba herido.

Voldemort rio oscuramente, sus ojos rojo sangre llenos de una sádica alegría.

—No puedo evitar preguntarme cómo es que terminaste siendo tan diferente de lo que todos esperaban —murmuró Voldemort, más para sí mismo que para Harry, aunque Harry lo escuchó de todos modos.

—Creo que son nuestras experiencias las que influyen en lo que nos convertimos —replicó Harry—. También creo que algunas cosas solo nacen con nosotros. Quizás si hubiera crecido con mis padres o con una familia amorosa no sería la persona que soy hoy. Pero aún tendría mi magia, aún sería capaz de hacer las cosas que hago. Quizás no sería un sediento de sangre como soy ahora, pero dudo eso. No soy sádico porque los chicos del orfanato me molestaran. Disfruto hiriendo gente, creo que eso no tiene nada que ver con cómo fui tratado. En cambio, mi odio por los muggles... eso no tengo dudas de que proviene de haber sido criado en el orfanato. Si no hubiera sido criado allí, no tendría una razón para odiarlos, por lo que no lo haría.

Tom asintió. Entendía a lo que se refería Harry. Se sentía igual. Él no se había convertido en un Señor Oscuro por cómo había sido tratado, lo había hecho porque quiso, porque creyó que podría cambiar las cosas para mejor. Disfrutaba torturando no porque hubiera sido acosado, solo lo disfrutaba. Seguro, se había alegrado cuando tomó su venganza contra sus matones en el orfanato, pero él no se había vuelto quien era por ellos.

El segundo plato arribó y él miró a Harry tomar un bocado. Ni siquiera parpadeó. No quería perderse un segundo. Le hizo darse cuenta de cuán encantado estaba él con Harry.

—Eres un Señor Oscuro ahora —dijo—. Eso cambia ligeramente lo que había planeado. Pero la razón principal por la que te he traído aquí es la misma —ojos tan verdes como la maldición asesina se enfocaron en él, y él no miró lejos entonces—. Te traje aquí para decirte la verdad sobre mí y para pedirte te me unieras. No como seguidor —añadió cuando vio la mirada afilada que le estaba dando—, sino como un igual, un compañero. Eres joven, tienes mucho que aprender. Pero estaría complacido de enseñarte todo lo que quisieras y de darte un lugar a mi lado.

—¿Y ahora?

—Aún estoy complacido. Pero tú ya eres un Señor Oscuro, ya tienes tus propios seguidores y sé que no seguirán a nadie más que a ti. Tendríamos que organizar las cosas de una manera ligeramente diferente, pero aparte de eso aún serías mi igual.

Harry tomó un sorbo de su bebida y le miró.

—No sé cómo han terminado así las cosas —confesó—. No estaba tratando de ser un Señor Oscuro.

La expresión de Voldemort mostró su sorpresa por solo un segundo. Más de lo que usualmente permitiría.

—¿Conseguiste todos los pasos por casualidad? —preguntó casi incrédulo—. Eso es imposible, uno de los primeras cosas que un mago o bruja debe hacer para convertirse en un Señor Oscuro es saber que él o ella es un Señor Oscuro.

—Hice eso hoy.

—Bueno... —él estaba un poco sin palabras, Harry nunca dejaba de sorprenderle—. Eso es inesperado. ¿Sabes todos los pasos para convertirte en un Señor Oscuro? —viendo a Harry sacudir su cabeza con sus ojos abiertos. No tenía idea de que fuera siquiera posible el que alguien se convirtiera en un Señor Oscuro sin intentar conscientemente convertirse en uno. Era casi como si Harry hubiera nacido para ese rol—. Ya veo —suspiró.

—¿Podrías decirme? —le preguntó Harry, y él no pudo más que asentir.

—Una de las primeras cosas, usualmente, es declarar que eres un Señor Oscuro. No es solo decir; Soy un Señor Oscuro. Es analizar todo lo que haces, cómo actúas, cómo la gente a tu alrededor actúa y el estado consciente de declarar que eres un Señor Oscuro. Tienes que realmente saberlo, con cada fibra de tu ser que lo eres.

La segunda parte está dividida en varias partes, por lo general unidas unas a otras. La primera es esparcir tus creencias, luego es asentar una base de apoyo, y la última es ganar seguidores. De nuevo, esto no es tan fácil como suena. Debes estar seguro de tus creencias y hacer que otros sigan las mismas. Ellos deben creer verdaderamente en ellas, en ti. La base de soporte no es lo mismo que los seguidores. Tienes que tener gente que crea en ti y en tus creencias sin que estos sean tus propios seguidores. Gente lista para ayudarte, apoyarte, si lo necesitaras. Entonces tus seguidores. Deben de serte leales sobre todo lo demás. Entonces deben de ser marcados, deben de estar jurarse complacientes a ti. El juramento deberá ser aceptado por la magia, su marca será el resultado de ello.

Tercero, y último, es tu magia. Esto es bastante simple. Tu magia entonces será capaz de hacerte un Señor Oscuro, o no.

Todo esto es juzgado por la Magia. Si cumples todos los requisitos, entonces te convertirás en un Señor Oscuro. Sino... solo serás un mago poderoso e influenciable.

—Es bastante simple —murmuró Harry—. Tres grandes puntos, cada uno con pasos a cumplir. Me recuerda a como se establece una Corte— ¿Por qué no hay más Señores Oscuros? —viendo que el proceso era bastante simple, el mundo bien podría estar poblado de ellos. Pero usualmente no había muchos sseñores oscuros. Lo usual era que hubiera uno o dos cada dos o tres siglos. Tener a Grindelwald, Voldemort y ahora a él tan cerca uno del otro era un poco raro.

—Porque la mayoría no tienen la magia necesaria para serlo —explicó—. No importa lo que hagas, si tu magia no es suficiente entonces no podrás ser un Señor Oscuro.

—¿Suficiente? ¿Qué significa eso?

—Solo eso. Si tu magia no es la correcta entonces no podrás ser un Señor Oscuro. No hablo de tu nivel de poder, aunque eso sea algo igual de importante, hablo sobre cómo es tu magia. Cómo se siente, cómo reacciona, cómo la controlas, cómo te responde, cómo otros responden a ella. Todo. Cuando todo está dicho y hecho, o es suficiente o no lo es. No hay nada que puedas hacer para cambiarlo. Nacemos con nuestra magia, no podemos cambiarla.

—Ya veo —supiró Harry, tomando otro trago de su bebida.

Tom le dejó pensar sobre todo lo que le había dicho. Harry ciertamente era un Señor Oscuro novato. Era fascinante de ver. Especialmente dado que Harry lo había hecho sin siquiera tratar. Nunca había oído de tal situación.

—¿Qué quieres de mí? —le preguntó Harry.

¿Esa era la cuestión, cierto? Él quería todo de Harry.

—Todo —le dijo—. No te mentí Harry, cuando dije que te quería a ti. Aún soy Tomas Natch, Harry. Todo lo que deseé de ti cuando me conociste como Tomas Nacht es lo que aún quiero de ti. Pero quiero que seas mi igual también. Quiero un compañero. Alguien que pueda estar a mi lado, alguien que gobierne el mundo conmigo. Imagínalo Harry. Los dos juntos, reinando un mundo donde la magia reine suprema.

Ni siquiera intentó ocultar la pasión que sentía. Él podía verlo. Harry sería adorado por las masas, ellos venerarían a su pequeño Rey. Estaba seguro de ello. Y ellos le envidiarían por ser el único que pudiera tenerlo.

—No queremos las mismas cosas —suspiró Harry—. No soy un purista. no creo en sus políticas. No puedo pelear por algo que me considera inferior solo por mi sangre.

—Podemos comprometernos —sabía que si jugaba bien sus cartas Harry estaría de acuerdo. Harry era ferozmente independiente, sabía eso. Sin embargo, también sabía lo que Harry sentía por él, la segunda tarea había sido bastante útil. Ahora él solo tenía que convencer a Harry de ceder—. No creo que los sangre pura sean superiores, ni que los mestizos no tengan un sitio en nuestra sociedad. Tengo algo contra los nacidos de muggles, pero no es sobre su sangre. Es por sus creencias. Sobre las ideas muggles que traen al mundo mágico. Si encontramos una solución a eso, entonces no tendría nada en su contra.

—¿Qué sobre tus seguidores?

Una risa oscura dejó sus labios.

—Son mis seguidores. Harán lo que les diga, de una manera u otra.

Los ojos de Harry brillaron con maligna alegría.

—¿Puedo ver? —preguntó, una sonrisa apareciendo en sus labios, y Voldemort rio.

—También puedes jugar con ellos si quieres.

Los ojos de Harry brillaron ahora con placer y rio de nuevo. Él ya podía ver a su pequeño Rey atormentando a sus Mortífagos. Sabía que Harry los tendría en sus rodillas en segundos. Y se vería delicioso haciéndolo. En verdad quería ver a su pequeño torturando a alguna pobre alma. Estaba seguro que lo disfrutaría inmensamente, quizás más que cuando era él mismo quien torturaba.

Estuvieron en silencio por algunos momentos, disfrutando su cena. Sabía que Harry tenía mucho en lo qué pensar por lo que guardó silencio, dejándolo ponderar sobre todo. Tenía que admitir que estaba ligeramente sorprendido por lo bien que iba. Había esperado que Harry perdiera al menos el control de su magia. Cierto que cuando había ido sobre sus planes no había pensado en que Harry fuera a ser un Señor Oscuro, pero incluso así Harry estaba siendo remarcablemente calmo sobre toda la cosa.

—¿Por qué estabas en Hogwarts en mi primer año?

—Necesitaba algo que estaba en el castillo —respondió, tratanto de decidir si debía decirle más. Parte de él no quería, pero había otra parte, ligeramente mayor que la otra, estaba realmente excitada de finalmente tener a alguien con quien compartir sus secretos. Alguien en quien pudiera confiar—. La piedra filosofal estaba siendo mantenida en el castillo. La usé para ganar mi cuerpo de vuelta —disfrutó la forma en la que los ojos de Harry se ensancharon un poco.

—¿Cómo?

—Creé un ritual que usaba algunos aspectos de la longevidad de la piedra para restaurar mi cuerpo. Mezclé el ritual con magia del alma y un sacrificio. Creí que podría traer de regreso el cuerpo que tenía la noche en que te ataqué, sin embargo, erré en calcular los beneficios de la piedra. La piedra restauró mi cuerpo a su primario, por lo que gané el cuerpo de mis veinticinco años aproximadamente.

—¿Eso fue alrededor de cuatro años, no? —preguntó Harry, y hubo un pequeño rastro de admiración en su voz que golpeó su ego gratamente.

—Sí.

—Aún luces de veinticinco.

—Lo hago —replicó, un poco complacido con Harry. No había nada que se le escapara—. La piedra no fue destruida en el ritual.

Los ojos de Harry brillaron un poco y luego rio. No pudo apartar la mirada. Amaba ver a Harry reír. Lucía tan vivo, tan libre.

—El Señor Oscuro más poderoso en los últimos siglos, inmortal —murmuró Harry, una delicada sonrisa en sus labios—. Tenía razón —dijo creído—. Nunca dejarías que algo tan común como la muerte te detuviera. Aún así, eso deja una pregunta, ¿por qué un inmortal Señor Oscuro me querría a mí?

—Soy viejo, Harry —comenzó, porque él a veces en verdad así se sentía—. Siempre he estado solo. Incluso cuando tuve mi Corte, estaba solo. Ellos trataron su mejor pero nunca fueron mis iguales, nunca fueron suficiente. Además, nunca les permití acercárseme. No quería tener ninguna debilidad, y las emociones humanas y lazos eran debilidades para mí. Para el momento en el que comencé a querer compañía, estaba demasiado hastiado para buscarla. He estado solo por un muy largo tiempo, Harry —aún le dolía de alguna manera, había ansiado compañía, pero siempre había sentido que estaban por debajo de él. Ninguno de ellos valía la pena. Le aburrían. E incluso así, los toleraba. Pero ninguno de ellos había sido nunca suficientemente bueno. Ellos habían comenzado a tener familias propias, luego murieron a su servicio, otros murieron a causa de enfermedades, o fueron encerrados en Azkaban. Por lo que trató de empujarles lejos. Más su Corte se perdía, más empujaba él su humanidad lejos de sí—. Entonces te conocí —¿no había sido ese un día glorioso?—. A pesar de tener solo once, me hiciste sentir vivo de nuevo. Trajiste de nuevo mi disfrute en la vida. Me hiciste sentir joven. Te lo dije Harry, prefiero dejar que tú seas mi debilidad que no tener debilidad en absoluto —él sabía lo que era la vida sin debilidades, sin emociones. No quería volver a eso. No quería volver a ser una cáscara.

—Yo nunca estoy solo —suspiró Harry y cerró sus ojos.

Él sabía eso. Él había visto como la Corte de Harry era con él. Eran tan similares pero tan diferentes. La Corte de Harry era tan cercana a él, y Harry realmente les pertenecía tanto como ellos le pertenecían a él.

—Pero... no son mis iguales tampoco.

—Puedes ser mi igual —suspiró—. Justo como yo podría ser el tuyo. Me dijiste que no podrías estar conmigo porque no era tuyo. Pero podría serlo. Así como tú puedes ser el mío. Podría ser tu mentor, tu maestro, tu compañero, tu pareja, tu igual, tu amante, solo tuyo. Y tú podrías ser el mío; mi alegría, mi vida, mi compañero, mi pareja, mi igual, mi amante, solo mío.

Harry le miró y había anhelo en sus ojos , tanto anhelo. Estuvo tentado de solo agarrar a su pequeño Rey y besarlo. Pero no lo hizo, sabía que no podía empujar tanto. Tenía que darle tiempo a su serpiente. Y lo haría, podía ser paciente.

—¿Qué sobre mis Ouroboros? —los ojos de Tom se llenaron con triunfo. Eso era tan bueno como una aceptación.

—Ellos son tus seguidores. Así como los Mortífagos son los míos. Ellos trabajarían juntos. Nos obedecerían, todos nos obedecerían, pero serían tus seguidores. ¿Tienes otros aparte de tu Corte? —una leve inclinación fue su respuesta y una sonrisa ladeada apareció en sus labios—. No me digas —ronroneó, y una sonrisa igual apareció en respuesta en los labios de Harry.

—Sirius Black y Remus Lupin. No están marcados. Estuve pensando en algunas cosas... los llamo Durmientes.

—¿Durmientes? —ni siquiera se molestó en ocultar su curiosidad.

—Sí, Durmientes. Cuando mi Corte seguía expandiéndose pensé sobre mantener a algunos de ellos escondidos. Nadie sabe que Fred, George y Neville están en mi Corte, es lo que ellos quisieron, dijeron que podría ser útil, por lo que de allí vino la idea. Seguidores, no marcados, que nadie más que yo o mi Corte sepa. Estarían dispersos, infiltrados en cada rama del gobierno, en cada negocio, en cada casa. Esperando, Durmientes —Harry tomó otro bocado de su plato—. Por supuesto, esto es solo una idea por el momento. Y Sirius y Remus saben el uno del otro, pero ellos son los primeros Durmientes. Los Ouroboros son los seguidores marcados. Aunque mi Corte será diferente, por supuesto.

Voldemort ladeó su cabeza en su asiento, sus ojos destellando placer.

—Nosotros reinaremos el mundo, Harry —suspiró, la promesa envolviendo cada palabra—. Tú y yo, nadie podrá detenernos —estaba seguro de eso—. Úneteme, Harry. Únete a mí y te daré el mundo —y quiso decir cada palabra, él dejaría el mundo a los pies de Harry. Lo haría. Ellos iban a idolatrar a su pequeño Rey, justo como se lo merecía.

—No necesitas darme el mundo —replicó Harry, sus ojos brillando con vida y poder—. Tomaremos el mundo por nosotros mismos. Dijiste que sería una pareja, un igual, por lo que tomaremos el mundo juntos.

Tom lo miró, sus ojos rebozando de magia y rio. Una verdadera risa de júbilo. Estaba un paso más cerca de tener a su pequeño.

Levantó su copa, una encantadora sonrisa en sus labios.

—Por el futuro. Por la magia —enunció, Harry uniéndosele en la risa. Ambos pensando en lo mismo; el mundo no tenía idea de lo que venía.

Los platos se desvanecieron y el postre fue servido.

Ambos disfrutando de los primeros bocados en silencio, maravillados en cómo habían cambiado las cosas en tan solo unas horas.

—¿Sabes qué pasó con aquella carta que jamás recibí? —preguntó Harry un poco después. Tenía que frenarse a sí mismo de devorar el postre, nunca había probado un tiramisú tan delicioso.

—Sí —respondió Tom, una mirada escapándosele—. No fue culpa de nadie, me temo —no podía creer que casi hubiera perdido a su serpiente por algo tan simple como una carta extraviada—. Caronte fue atacado por un halcón, fue capaz de defenderse a sí mismo, pero la carta cayó y no fue capaz de conseguirla de nuevo. La encontré no muy lejos de la mansión, debajo de algunos arbustos. Fui capaz de rastrearla debido a que tenía mi magia en ella.

—¿Cómo sabes que fue atacado?

—Vi un nido cerca, asumo que voló cerca y el halcón atacó.

Harry asintió, tomando otro bocado. Se perdió la expresión que apareció brevemente en los ojos de Voldemort cuando él hizo un gemido casi imperceptible.

—¿Cómo debería llamarte? —preguntó Harry, con un adorable ladeo de cabeza. Aunque Tom jamás dijera tales palabras en voz alta. Le gustaba vivir, muchas gracias.

—Tom —contestó, sin siquiera pensar en ello—. Siempre seré Tom para ti.

La cálida sonrisa que obtuvo a cambio era demasiado inocente para el adolescente sentado frente a él. Pero la atesoraría. Saber que Harry aún estaba tan cómodo a su alrededor significaba para él más de lo que hubiera creído posible. Había temido que Harry se distanciara de él, incluso si aceptara la posición a su lado. Afortunadamente parecía ser que no debería de haberse preocupado.

—¿Qué has estado haciendo todos estos años?

—Mayormente organizando a los Mortífagos que no han caído en Azkaban. Aunque no los he llamado a todos, solo a aquellos que están en el ministerio y los de mi Círculo Interno. Necesitaba saber como estaban las cosas en el ministerio. Sin embargo, en su mayor parte, he estado esperándote. Muchos de mis planes giran a tu alrededor. Necesito saber tus elecciones antes que nada más.

—¿Y ahora?

—Quiero introducirte a mis Mortífagos. Entonces tendré que ver qué hacer sobre mis seguidores que siguen en Azkaban. Después de eso, planearemos nuestro siguiente paso juntos. Para cualquier cosa mayor a eso tendrremos que esperar hasta que tengas diecisiete y seas libre del trazo.

Una extraña sonrisa apareció en los labios de Harry.

—Mi Corte y yo ya no tenemos el trazo —dijo inocentemente y los ojos Tom se abrieron un poco.

—¿Has roto el trazo? ¿Cómo?

Una delicada risa escapó de Harry.

—Tuve a Marcus fisgoneando alrededor del ministro. Cuando nuestros cuerpos llegan a los diecisiete, el trazo se rompe. Tomamos pociones envejecedoras.

—Y no regresa cuando retornan a su verdadera edad —concluyó Tom viendo a Harry asentir—. En ese caso, creo que debríamos de presentar a tus Ouroboros también, ¿no lo crees?

—¿Realmente creías que iban a mantenerse lejos? —inquirió Harry resoplando un poco, haciendo a Tom reír. De lo que había visto, no creía que ellos dejasen el lado de Harry sin importar las consecuencias.

—Entonces vamos a arreglar algo para las vacaciones de verano. Creo que es tiempo de que el mundo sepa de que he vuelto. Así como de introducir al nuevo Señor Oscuro.

—Creo que voy a necesitar un nombre.

—Sí, creo que sí. ¿Has pensado en alguno?

—No. No tengo idea. ¿Te importaría elegirme uno?

—Será mi placer —él debería de ver qué podría quedarle mejor a su pequeño Rey. Ya tenía algunos en mente.

—¿Cómo vas a contactarme durante el verano? Adoro a Caronte pero le toma algo de tiempo el entregar las cartas.

—Ya he pensado en eso —respondió, sacando su varita y lanzando un accio sobre un pequeño paquete. Se lo dio a Harry, diciéndole que lo abra.

Dentro había un pequeño espejo encastrado en un marco de plata con pequeñas serpientes grabadas en el metal.

—Usaremos espejos para comunicarnos, tengo la contraparte. Si necesito algo solo diré tu nombre. Se calenará cuando te llame. Si no puedes responder inmediatamente el espejo se tornará azul para indicar una llamada perdida. Puedes llamarme del mismo modo. Solo necesitas decir mi nombre.

Harry asintió y puso el espejo dentro de su bolsillo. Lo mantendría con él en todo momento.

Un reloj cercano al cuarto sonó y Tom miró hacia allí.

—Debes irte. Deben estar buscándote ya y no podemos arriesgarnos a que te encuentren.

—Lo sé —contestó Harry, por más que Tom pudiera ver en su mirada que no estaba tan contento con ello tampoco.

—Ven —dijo Tom, levantándose de su asiento y sosteniendo su mano hacia Harry para que la tomase. Él atrajo la copa hacia ellos y jaló a Harry más cerca tan pronto como Harry tomó su mano. Se relajó al tener a Harry tan cerca. Colocó sus brazos alrededor del pecho de Harry y los apareció lejos.

Harry se le aferró apretadamente cuando arribaron y Tom rio cuando vio la mirada helada que le daba.

—Odio la aparición —murmuró Harry, tras recuperar su balance— ¿Dónde estamos?

—Algún sitio cerca de Glasgow. Serás capaz de tomas el autobús noctámbulo hacia Hogwarts. Dado que la Copa siempre fue destinada a ser un traslador solo dile a la gente que las coordinadas de ésta debieron de estar mal. Pasa ocasionalmente, toma solo un número mal. Ya he alterado hacia nuestra locación actual. ¿Confío no tendrás problema alguno con eso?

—No, no voy a tener ningún problema —respondió Harry, tomando la Copa ofrecida.

Tom lo jaló cerca de nuevo, maravillándose en cómo el cuerpo de Harry encajaba perfectamente contra el suyo.

—Te veré pronto, mi pequeño Rey —ronroneó contra el oído de Harry, deleitándose con el estremecimiento que produjo y apareciéndose lejos.

—Bastardo creído—murmuró Harry, una sonrisa tocando sus labios antes de sacar su varita.

Un segundo más tarde el autobús violeta frenaba frente a él y él hizo una mueca, tenía un papel por jugar.

...

Se sintió como una eternidad después cuando el maldito autobús paró en Hogsmead y Harry lució aliviado cuando bajó. Querido dulce Merlín, él nunca, nunca, nunca, iba a subir a esa maldita cosa de nuevo.

Le tomó un minuto reajustarse y luego se encaminó hacia las puertas de Hogwarts. Estaba un poco mareado pero hizo su mejor para mantener sus emociones bajo control. Pensó que si la gente notaba su excitación sería capaz de pasar su felicidad por haber ganado el Torneo. Hablando de ganar el torneo, tenía que decirle a Rita de escribir una bonita pieza sobre él. Algo sabroso pero que no dejase dudas sobre su poder. Lo habían hecho bien en la entrevista anterior. Cedric y los otros cuasualmente mencionando cuán avanzado mágicamente él era le había dado un rico toque. Quería que la gente supiese cuán poderoso era sin que sonase como si estuviese alardeando. Un delicado balance que debía cuidar.

Marchó a Hogwarts y no fue sorpresa que las gradas estuvieran vacías. Sabía todos se habrían ido hacía ya algún tiempo y que los profesores habrían conducido a los estudiantes de regreso a sus salas comunes para que pudieran organizar sus fiestas por él.

Escuchó ruido viniendo del Gran Salón y fue hacia ahí, adivinando que los profesores estarían allí.

Tenía razón. Los profesores estaban allí, junto a un escuadrón de aurores, el ministro, su Corte, menos Fred, George y Neville. Las familias de los campeones también estaban presentes, Remus y Sirius luciendo listos para asesinar al padre de Cedric. Podía adivinar porqué, dado que el hombre lucía como menos que preocupado por su desaparición y Harry pudo escucharle hablando sobre descalificarlo por huir de la tercera tarea. En una segunda mirada, incluso su Corte lucía lista para asesinar al hombre.

Ninguno de ellos lo notó parado junto a las puertas.

Se aclaró la garganta y dejó que un hilo de su magia tocara a sus Ouroboros.

Ellos se congelaron y giraron hacia él.

—Harry —suspiró Theo. Esa única palabra estuvo tan llena de alivio que Harry casi se sintió mal por preocupar tanto a su Corte.

Aquello fue suficiente para atraer la atención de todos y al momento siguiente gente le rodeaba, disparándole preguntas. Demandando saber dónde había estado.

—¡Silencio! —la voz de Dumbledore cortó a través del ruido y Harry casi le agradeció al hombre—. Ahora, si le permiten al señor Potter hablar, estoy seguro descubriremos qué pasó.

Harry sonrió agradecido al hombre, entonces miró alrededor, ligeramente avergonzado.

—Lamento si los preocupé —dijo—. Pero realmente no fue mi intención. Solo tomé la Copa y antes de saberlo estaba en otro lugar. Yo... bueno... entré en un poco de pánico —admitió, luciendo avergonzado—. No tenía idea dónde estaba ni forma de comunicarme con nadie. Yo solo... ehh, sí, entré en pánico —repitió, bajando su cabeza.

—¿Cómo volviste? —preguntó un auror.

Él se sonrojó y miró hacia abajo. Un momento después miró al auror y una sonrisa incómoda apareció en sus labios.

—Después de calmarme, recordé que podía llamar al autobús noctámbulo. Me dejó en Hogsmead hace un rato.

El auror rio, una sonrisa en sus labios.

—Señor Potter, ¿me dejaría ver la Copa, por favor? —le preguntó el hombre.

—Eh... seguro —le dio la copa, mirándolo curioso. Notó cómo los otros aurores observaban la situación pero dejando que el hombre liderara. Por lo que asumió que él debía de ser quien tuviera el rango más alto entre ellos. Incluso Dumbledore pareció estar bien con dejar al hombre encargarse de las cosas.

El auror lanzó algunos hechizos a la copa, dos de ellos produciendo un listado de números y nombres en ella.

—Por la información que tengo fue solo un simple error en las coordenadas —dijo tras estudiar ambos listados.

Después de esa declaración, Dumbledore pareció desinflarse ligeramente de alivio, aunque la mayor parte de las personas allí no lo notase. Harry no pudo evitar preguntarse sobre la reacción del hombre. Quizás pudiera preguntarle luego a Tom.

—¿Estás seguro, Kingsley? —preguntó Dumbledore, interrumpiendo lo que sea que fuera a decir Fudge.

—Sí, Albus —asintió Kingsley, el auror—. Como puedes ver, solo tiene un conjunto de coordenadas. Es como si la persona responsable de crear el traslador tan solo hubiera cometido un error.

—Bien. Muy bien. No estás herido, ¿o no, mi muchacho? —Dumbledore giró hacia él, sus ojos volviendo a brillar.

—Oh, no. No, estoy bien —sonrió Harry—. Solo un poco cansado.

—Sí, puedo imaginármelo. Deberías de ir a descansar entonces. Estoy seguro de que tus amigos están ansiosos de tenerte para ellos y celebrar un poco antes de dejarte ir a la cama —Harry estaba seguro de que Dumbledore hacía aquello solo para verlo sufrir. Él podía ver claramente lo que su Corte planeaba hacer.

—Ahora, espera un minuto —exclamó Fudge, empujando a los aurores fuera de su camino—. Tenemos que premiar el precio para el ganador del Torneo.

—Ministro —la voz de Harry fue suave, aunque sus ojos eran picos de hielo mirando hacia los ojos de Fudge—. Estoy realmente cansado, ¿te importaría tanto si hiciéramos la ceremonia en la mañana? Estoy seguro que incluso los profesores están cansados y quisieran descansar. Nadie estaría disponible para disfrutar verdaderamente la ceremonia en el estado en el que estamos.

—Yo... yo... sí, seguro —tartamudeó Fudge—. Tendremos la ceremonia mañana a la mañana —estableció formalmente, y Harry le sonrió.

—Bien. De nuevo, lamento por preocuparlos a todos —Harry dirigió su cabeza hacia los aurores, agradeciéndoles—. Buenas noches.

Un segundo después, su Corte lo rodeaba, guiándolo fuera del Gran Salón. Cedric ignoró a su padre llamándole y siguió junto a ellos hacia las mazmorras.

Un encanto susurrado por Adrian, y supo que los gemelos y Neville se les unirían en breve. Notó que le guiaban hacia su cuarto usual y rio, debería de haber adivinado que ellos no iban a creer su historia. Había planeado decirles la verdad, tan solo creyó que podría hacerlo por la mañana. Al parecer, ellos no tenían ganas de esperar por tanto.

Él tomó su asiento habitual y los demás se desperdigaron a su alrededor. Marcus miró alrededor curiosamente por unos momentos, él no había visto el cuarto desde que había dejado Hogwarts y ellos lo habían cambiado un poco.

Unos minutos más tarde los gemelos y Neville arribaron, los tres luciendo aliviados de verle sin daños. Tomaron sus asientos y le miraron.

—¿Qué pasó? —preguntó Theo cuando él no dijo nada.

—Voldemort está de regresó —dijo sin rodeos y estuvo un poco complacido cuando vio el nerviosismo aparecer en sus ojos—. Ha vuelto desde hace algún tiempo ya. Todos lo han conocido. Él fue por el nombre de Tomas Nacht.

Sus miradas saltonas fueron un poco graciosas. Aunque Harry admitiría que la información que les dio hubiera dejado a cualquier otro en la misma situación.

—¿Qué? —hubo tan solo una línea de incredulidad en el tono de Graham.

—Los cómo y los porqué no importan realmente —les dijo Harry—. Lo que importa es que me uniré a él. No se preocupen —añadió al ver sus miradas—. No soy ni seré nunca un Mortífago. Yo soy un Señor Oscuro y él sabe eso. Me ha ofrecido un lugar como su igual. Ambos gobernaremos el mundo, cambiándolo para mejor. Ninguno de ustedes será un Mortífago tampoco. Ustedes son Ouroboros, ustedes siempre serán Ouroboros. Mis seguidores. Ustedes siempre serán míos —les aseguró, y todos se relajaron en eso, luciendo mucho más felices con la situación—. No estoy aún seguro como irán las cosas de ahora en adelante. Estamos un paso antes de lo que había anticipado, pero les aseguro que estaremos listos para ello. Durante este verano seremos introducidos a los Mortífagos. ustedes como mi Círculo Interno, y yo como el nuevo Señor Oscuro —él pudo ver la excitación creciendo finalmente al saber serían introducidos como sus seguidores—. Estaré llamándolos antes de la reunión. Quiero dejar a esos Mortífagos con sus mandíbulas colgando cuando los vean a ustedes —una sonrisa se esparció en sus labios, imaginando ya a sus Ouroboros vestidos para la ocasión— ¡Este verano los Ouroboros ascenderán!

Ellos fueron a sus rodillas. Crecientes, sádicas sonrisas en sus labios.

—¡Ouroboros!.

El Ascenso de un Señor OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora