-Mamá, papá, les prometo que seré más fuerte, aprenderé a cuidarme sola- dije entre sollozos.
El rostro de mi madre estaba cubierto de lágrimas, tomó la mano de mi padre y juntos me abrazaron con fuerza.
- Fraisa recuerda que siempre te amaremos-.
-Es hora niña- dijo el guardia intentando separarme de ellos- tengo que llevarte a tu nuevo hogar.
-Pero ¿A dónde irán? – pregunté a mi madre aún sin soltarme de su abrazo.
- Regresaremos al viejo mundo, sabes que es demasiado peligroso para llevarte... pero te prometo que algún día volveremos por ti, te amamos- me dedicó una sonrisa forzada, intentando persuadirme de que todo iba a estar bien y besó mi frente en señal de despedida.
El guardia me tomó por los brazos, haciendo que los soltara y lo último que vi antes de que se cerrara la puerta principal del muro, fue a ambos unirse en un abrazo mientras sucumbían en llanto, voltee hacia el frente a ver a donde me llevaban, pero sorprendentemente me encontraba sola.
Todo empezó a arder a mí alrededor, las ruinas y escombros llameantes me hacían sentir cada vez más pequeña, más perdida. Aterrada llamaba a mis padres esperando que me rescataran, a medida que el calor aumentaba, mis gritos y desesperación incrementaban con él, pero nadie aparecía y cada vez me sentía más sola. Fue ahí cuando entendí que nadie vendría en mi ayuda y sólo era cuestión de tiempo para que las llamas que ya habían arrasado con todo, me consumieran también.
Apenas comenzaba a resignarme cuando una potente y brillante luz blanca surgió a lo lejos. De alguna manera, ésta me había devuelto la esperanza, tal vez era lo que más anhelaba, y sin pensarlo comencé a correr hacia ella.
-¡Mamá, papá! ¿Vinieron a salvarme? Sabía que no me abandonarían-.
Llegué hasta ella pero todas mis ilusiones se vinieron abajo al intentar tocarla. La deslumbrante luz pasó de su cálido color blanco a tornarse de un opaco tono sombrío que me envolvía de tal manera que me asfixiaba. Cuando me di cuenta, me encontraba en una especie de caja que también se había sumido en la oscuridad que me había atrapado.
A pesar de la negrura que inundaba el lugar, pude ver claramente como ante mí, un imponente trono que se alzaba desde el suelo. A medida de que éste emergía, un profundo dolor invadía mi pecho, un dolor creciente que se sentía como si alguien me clavara una daga lentamente.
Estaba tan distraída intentando soportar el dolor que no me di cuenta de que una figura se encontraba sentada en el trono. Reparé en ella hasta que soltó una estridente risa que me heló la sangre pero al mismo tiempo me hizo reconocerla y las palabras que dijo a continuación no hicieron más que confirmármelo, pues aunque hubieran pasado casi dos años, estaban tan presentes en mi memoria como el día que las escuché.
-Cariño...tan inocente que aún no te das cuenta del papel que te tocó jugar. Te estaré vigilando-.
Me desperté sobresaltada con la respiración agitada, con una mano en mi pecho, intentando encontrar el origen del dolor. Afortunadamente tanto éste como todo lo demás, había sido sólo un sueño. Entonces recordé el inicio del sueño, que más que un sueño era un recuerdo, y por más doloroso que fuera, ya no tenía tiempo de detenerme a llorar.
Me levanté de mi cama y seguí la misma rutina de siempre antes de irme a trabajar, pues tenía una reunión con un cliente especial.
Llegué a "La Casa", mi lugar de trabajo y el único lugar al que pertenecí. Al entrar varios rostros voltearon dispuestos a saludarme, pero este día, no me encontraba de humor, por lo que no tenía la intención de corresponder, con un gesto les indiqué que se apartaran y me dirigí a mi oficina, que antiguamente era el despacho de mis padres.
ESTÁS LEYENDO
EL NUEVO MUNDO "La era de Bast"
General FictionDe la trágica tercera Guerra Mundial, surgió una nación, un nuevo mundo aislado de la ruina del exterior el cual se rige de una manera poco convencional. El calendario comenzó a contar desde su fundación. La familia Astaroth es el corazón de la nac...