Era ridículo, ahora no solo me pondría unos calzones de niña de 14 años, sino que también sería yo el que los elija. Las niñas veían todo a carcajadas desde la puerta. No sabía que contestar, así que pasaron cerca de 30 segundos. Pronto mi madre se desesperó y me agarró, me puso sobre sus rodillas y me quitó la toalla que traía, dejando al descubierto mi trasero. Luego comenzó a nalguearme tan duro que yo gritaba que se detuviera, después de una larga tunda dije lo primero que se me vino a la mente: "ESTÁ BIEN, LOS MORADOS!!!"
-"¿Los morados que?" contestó, mientras me seguía nalgueando con mayor intensidad.
-¡Quiero los calzones morados!
-¿Estás diciendo que quieres que te pongamos unos calzones de nena? ¿Unos calzoncitos morados?" mientras me nalgueaba con más fuerza.
-"¡SÍ! ¡SI QUIERO LOS CALZONES MORADOS! ¡Por favor detente!" Suplicaba mientras el trasero me ardía a más no poder.
-"Bien, si tanto insistes, te daremos tus calzoncitos"
Con los ojos llorosos me levanté e intenté cubrirme el frente, mientras me entregaban los calzones morados que "yo mismo había elegido". Me di la vuelta para ponérmelos, dejando que todas vieran mi rojo trasero. Me subí los calzones y comenzaron las risas. No podía creerlo, estaba usando unos calzones de mi prima de 14 años frente a todas ellas, y por si fuera poco, había suplicado por ellos.
Los calzones me quedaban chicos, pues evidentemente no eran para adolescentes de 17 años, eso generó más risas, pues no me cubría todo el trasero y se me metía entre las pompas, haciendo que se vieran más pequeños todavía.
-"Cuanto has crecido, Any." Fue el comentario que interrumpió las risas, haciendo referencia a lo pequeño que me quedaba el calzón.
-"No te preocupes, te puedo prestar una pijama para que nadie note tus calzones." Dijo una burlona Ximena. Pronto llegó con una pijama que evidentemente tampoco me iba a quedar. El pantalón era blanco con una blusa rosa, me la acabé poniendo. Efectivamente me quedaba muy apretada.
-"Te ves muy bien, Any" dijeron todas, mientras nos dirigíamos a cenar.
Debido a que el pantalón de la pijama era blanco y liviano, se me marcaba el lacito de los calzones, y no era dificil adivinar que traía unos color morado.
Luego de cenar Ximena propuso una partida de Twister, al principio no quise jugar, pues yo sabía que el único objetivo era que me agachara para que así se me marcaran los lacitos del calzón, pero mi madre me obligó.
Pronto pasó lo que tanto evitaba, terminé agachado con el trasero frente a las niñas, mientras se reían y adivinaban mi calzón.
Así pasó el resto de la noche hasta que nos fuimos a dormir, pero todo esto apenas era el comienzo, pues vendrían otros dos largos días....